12 de marzo de 2014

300 El orígen de un imperio


Racista, fascista, homófobo, misógino, bla, bla, bla... Frank Miller no se corta un pelo. Sus detractores tampoco, aunque deberían centrarse más en su obra que en sus afirmaciones, a no ser que lo que anhelen sea pedirle matrimonio. Cierto que en los últimos años Miller ha pasado de un discreto segundo plano a ser protagonista de numerosos titulares, y eso tiene un significado: su obra es influyente. Desde sus facetas de dibujante, productor  y guionista Miller redunda en su libertad de expresión y utiliza los recursos que mejor encajan con su visión de la realidad para dar forma a su obra, que con el tiempo parece volverse más salvaje y feroz.

En el nuevo Miller se evidencia una absoluta falta de interés por andarse por las ramas de la moral y la retórica, elementos estos, que le consituirían junto a Alan Moore ("Watchmen", "V de Vendetta", "From Hell") en uno de los padres del nuevo cómic allá por los ochenta. Asomarse a muchas de sus páginas, es divisar a veces con vértigo cuestiones y dilemas filosóficos, traducidos a la iconografía pop ("Batman: El regreso del señor de la noche" y "Año uno").  El desarrollo de la acción se intercalaba con la introspección de los personajes, y la constatación de sus propias barreras -fisicas o metafísicas-, lo que enseguida captaba la atención del lector, mucho más identificado con el héroe humanizado que con los graciosos, hábiles y perfectos superheroes con los que las diversas editoriales norteamericanas insuflaban de valores a sus cachorros, dando un giro de madurez al panorama de una buena parte del cómic que hasta hoy nos llega.

Negar la importancia de Miller en el género y elevar sus consideraciones a tácitas sentencias de muerte, se me antoja desmesurado. "Holly Terror" no es tanto un alegato racista o bélico como un coherente desahogo de un autor con bastante de misántropo. El planteamiento no gozó de aceptación entre muchos seguidores, que lo consideraron panfleto pro Bush tras los atentados del 11-S, aunque lo jodido realmente hubiese sido que se posicionase al lado de quienes planearon estrellar los putos aviones, supongo yo. Si bien Miller nunca había sido especialmente moderado ni politicamente correcto, ni siquiera DC se atrevió a prestar su personaje principal a las diatribas del autor, tras conocer la línea argumental; Un Batman muy cabreado enfrentándose a los muchachos de Al Qaeda. Cierto que se podía haber planteado desde la deslumbrada e irónica visión a la que nos tenía acostumbrados en gigantes obras anteriores (Elektra), pero los años pasan y a los artistas les suelen aquejar dos males la radicalización de sus obsesiones y la impotencia creativa.

Al greñudo de Moore, le disgustan las afirmaciones de Miller, casi tanto como las adaptaciones que hacen en Hollywwod de sus propias obras. Si bien sus viñetas son dignas de un altar junto con las de Miller, las de aquel parecen no soportar el salto a la gran pantalla, destrozando auténticos tesoros. El "From Hell" con Johnny Deep debería arder en el mismísimo infierno, al igual que "La liga de los hombres extraordinarios" o "Vendetta".

Miller evoluciona y se posiciona, al menos como apreciado guionista y co-director en Hollywood, donde se pirran por sus historias e impactante grafismo de su violencia.  Al público del cine esto le gusta, por que en el cine todo es falso incluido el espectador que se encaja en su butaca y contempla las mayores atrocidades sin que se atraganten palomitas, los perritos calientes, o la cocacola les salga por la nariz.

Supongo que incluso a estas alturas, habrá personas humanas que desconozcan que "300" es la magistral adaptación del cómic homónimo de Miller, que porsupuesto fue un éxito editorial y posterior taquillazo. Su secuela "El orígen de un imperio" se basa a su vez en "Xerxes" el segundo volumen sobre su particular y libre versión de los hechos acontecidos durante el periodo de las Guerras Médicas, y cuya edición lleva posponiéndose bastante tiempo.

Si "Sin City" demostró ser capaz de trasladar los atractivos juegos de blanco y negro, herederos de aquellos personajes de luces y sombras del noir de los años 40 y 50, al diseño de producción en su adaptación a la gran pantalla, "300" reproduce la estética y el planteamiento general del cómic con bastante retoque e ingenio. Absoluta fidelidad, casi calco. Miller y Snyder parecen tan seguros de la ejecución que se le puede pasar por alto todos los peros. Quizá lo peor del tema sea la macarrónica obsesión de Snyder con la cámara lenta, por que el toque un poco kitsch de la soldadesca espartana medio en pelotas, hizo que muchos se volviesen a interesar por la historia. Muchos parecían empeñados en ver en "300" una tesis universitaria tratando de ponerla contra las cuerdas de la veracidad histórica. Y eso es lo que pasa cuando al Tebeo o al cómic se le empiezan a llamar cosas como novela grafica. Miller no es Herodoto.

La secuela "El origen de un imperio" fagocita a su antecesora en un intento un poco pretencioso e innecesario de contener una película redonda en sí misma. Visión paralela y general de ese universo que se expande más allá de las Termópilas y en la que nuevos personajes no hacen si no recordarnos y hacernos añorar una y otra vez al maravilloso Leónidas y su fiero coro de trescientos. Honor, valor, lealtad, traición..."Paranoia y dolor". Una historia de buenos y malos, como en las pelis de John Ford, pero sin ninguno de los Johnes.  Una mirada simplista y sesgada al pasado que apela a los resortes más discutibles del cine de hoy, y en concreto de Snyder. Esa maldita cámara lenta nos priva de la belleza del caos, aunque por otra parte, nos muestra de acuerdo con el estilo de toda la película, a los expertos luchadores espartanos bailando una danza de la muerte, ejecutada sin tregua, remarcando la idea de la defensa con sanguinaria precisión  de las bases que asentó Grecia en el mundo para construir una sociedad de hombres libres -¿libres y débiles?- organizados e integrados incluso en la diversidad contradictoria de sus fuerzas interiores. Casi nada.

(Me recuerda esa cámara lenta, a la empleada en alguna conocidísima secuencia de alguna parte de la insoportable trilogía de Matrix. Reconozco que el método funcionó, y hoy Keanu Reeves esquivando unas balas en actitud de bailar el calipso es una representación casi tan famosa e influyente como las serigrafías del bote de sopa Campbell de Warhol. Famosa e influyente y tampoco necesaria fue la herencia que desde Taiwan, y bajo el título "Tigre y dragón" lobotomizó a un George Lucas que en sus últimas Star Wars, se obsesionó con que los profundos duelos de sables láser se convirtiesen en espectáculos de piruetas y titiriteros.)

Racista, fascista, homófobo y misógino, me recuerda al caca, culo, pedo, pis de antes. Comprendo, con estos argumentos de pedo, digo de peso, que nadie se atreva con una versión del "Lobo" de Bisley.

¿Lo siguiente? "Ronin".


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