27 de marzo de 2014

Zweig en el Gran Hotel Budapest

 
 

A Wes Anderson, por lo inclasificable de su cine, le costó cierto esfuerzo introducirse por los circuitos comerciales de este ilustre país -si, "ilústreme usted los zapatos"-, que pasaron de editar sus películas directamente en DVD a estrenarlas masivamente, desde que acertó de pleno con "Los Tennenbauns" y su consecutiva "Life Aquatic". A partir de ahí, el universo simétrico y perfeccionista de Anderson ha pasado a ser un sustancioso reclamo para quienes solemos entusiasmarnos con historias sencillas pero cuidadas, desarrolladas en un estilo narrativo que recuerda a los cuentos infantiles, y cuyos personajes suelen  deambular por un abismo de desencantos, introspección y a hablar cuando les preguntan, explorando casi por casualidad en los rasgos estoicos del individuo mediante sus particulares luchas personales que nos despiertan la misma cínica ternura que nos inspiran los grandes ídolos antihéroes, desayunados de relativismo y pastillas para la depresión.  El trabajo de Anderson denota seguridad y tranquilidad, orden frente al caos -transitorio o no- que se anuda  al destino de sus personajes.

La ambigüedad reencarnada de sus personajes mantiene la trama en aparente letargo, ligando este ritmo femenino del relato con una meticulosa y relativa capacidad para la acción en que tratan de desenvolver la frondosa madeja de frustraciones y acertadas situaciones en contra, que les mantienen en permanente estado de shock hecho a medida. Sus guiones son como electrocardiogramas de sus protagonistas que se mantienen serenos en su mundo construido a partir de aplastantes lógicas contradictorias, con sorprendentes y valerosos picos de heroicidad inconsciente, como si les chutasen azucar en sangre.

Sus historias, recaen en la responsabilidad y eficacia desmedida de un acertado reparto coral, la mayoría muy bienvenidos en cualquier terapia de grupo, o evento social de cuestionable pedigrí, cerrando filas con la prístina imaginería del director. Un universo, de reconocimiento visual instantáneo y teatrales planteamientos de difícil catalogación. No es necesario, cuando desde el primero al último minuto -créditos finales incluidos- te hacen disfrutar tanto.

Las producciones de Anderson son elegantemente planteadas, cuidadas con brillante detallismo que lejos de empachar o caer en ningún tipo de solemnidad perezosa, nos invita a relamer casi cada fotograma de la película como si de una engalanada tarta se tratase en cuyo epicentro aguarda un sugestivo, ameno e inteligente relleno. Cine artesano y vibrante que con cada título se perfecciona y define aún mas.
 
Su última y  fulgurante película "The Grand Hotel Budapest" nos invita a presenciar con casi absoluta entrega los avatares de una pequeña comunidad, extrapolable a cierta sociedad de entreguerras inspirada en algunos escritos de otro sobresaliente autor vienés, Stefan Zweig, y que refleja sin duda alguna el espíritu, la visión y el sentimiento sobre la vida, el arte, el amor, y Europa en su culminante y póstuma autobiografía "El mundo de ayer".

Brilla como un pequeño sol entre presagios de tinieblas un perfecto Ralph Fiennes, -muy alejado de sus atormentados y brutalmente dramáticos personajes habituales-, exquisito y en ocasiones voluptuoso paradigma de sentido común y amor propio, la inteligencia abstracta y emocional de los verdaderos héroes de la historia.  En el Gran hotel Budapest se representa un escenario ideal, símil de aquella Europa sumida en la sinrazón y que Anderson resume magistralmente en un par de planos-contraplanos contextualizando la guerra en el terreno de lo absurdo.
Amigo personal de Thomas Man, Freud o Strauss, Zweig, el refinado diletante de orígen judío "puramente casual" -mi gitanismo es puramente literario, escribió Lorca-, se desenvolvía con verdadera pasión entre las élites intelectuales y culturales de la época,  y a combatir desde su privilegiada posición social y sujeto a una melancolía y pesimismo de desgraciadas consecuencias, el nacionalismo, la guerra y en especial las posiciones radicales y paranoicas de una alemania convertida en desquiciada carnicería y trituradora de la libertad individual y la cultura, europea, mundial y lo que se terciase.

A Anderson no le preocupa la intriga, él desarrolla los acontecimientos con una extraña naturalidad, y objetividad aséptica, sin generar ningún tipo de intriga o suspense, -lo dejamos en magnética curiosidad-- que no duda en simplificar con cierta burla con lenguaje puramente cinematográfico; montajes precipitados, exagerados zooms y otros recursos estilísticos formales, que enriquecen y subrayan el estilo decorativo del relato.

Mención de nuevo para el  genial compositor del soundtrack, Alexandre Desplat, que vuelve a acompañar con maestría durante toda la película.

Exceptuando "Moonrise Kingdom", recuerdo la filmografía de Anderson como una de las más excitantes y atractivas propuestas desde aquella inolvidable tarde que en el modesto pero notable videoclub "Family" que hay detrás de mi casa, mis ojos descubrieron la carátula de "Academia Rushmore" (con un jovencísimoJason Schwartzman, y un redescubierto Bill Murray) que me impresionó por el diseño de propaganda bélica popera, y cuyo contenido disfruté alucinado varias veces, durante varios días. Lo que acarreó una justa y merecida multa. Dieciséis años despues, mismos esquemas, mismos planteamientos, mismos actores, pero con la energía y talento renovado con que los grandes renacen de sus propias obras. 

A D.

26 de marzo de 2014

La persona más repugnante del mundo


 

"Matar a todos, perdonar el asesinato en primer grado, apoyar el canibalismo, comer mierda, 
¡Esa es mi política y mi vida!" 
-Divine/ Babs Johnson en Pink Flamingos (John Waters, 1972)


Sólo el amor de Waters por las comedias hollywoodienses de los 40 y 50 podrían inspirar tan bellas palabras. La realización de casi toda su obra, solo podía provenir de un buen conocedor de los esquemas clásicos de aquella época dorada.  Prueba de su admiración por este cine, son las resoluciones de sus películas con irónicos finales al estilo made in Hollywood, y el tratamiento de sus personajes femeninos, reflejos de desvencijadas Marilyns, Taylors, Mansfields... Le distingue su inclinación por cualquier tema por espinoso o controvertido. o directamente catalogado como pornográfico de los que con singular descaro, suele burlarse del mainstream cultural y social. Su homenaje, abofetear con la mano llena de real mierda el careto del perplejo espectador, como objetivo y revulsivo a la capacidad inhibitoria que suele producir el peso del conocimiento. Aquellos metros de celuloide reinventarían un tipo de cine, y tendrían un profundo calado en amplios sectores de la cultura pop, el denominado queer y cine punk, y underground en general. Aunque su cine independiente y nauseabundo ni siquiera se arrima a la intención de ser minimamente comprometido. Cosa que le honra.

La perplejidad tambien me invade a mí, cuando visitando la sección películas de cualquier gran superficie, el etiquetado hortera  "película de culto" parece haber convertido títulos sublimes en un subgénero dirigido a adolescentes de testosterona torpe -y a tope- y confiados en los circuitos comerciales. No es por ir de purista, pero nadie debería deberles nada a títulos como "Waterworld", "Crash", "Amelie"...  cuando se enfrentan a totémicos símbolos de la cultura basura como "Pink Flamingos" o la incombustible "The Rocky Horror Picture Show", que siguen siendo reclamadas por incesantes ordas de nuevas generaciones de admiradores del mundo entero, fascinados por su autenticidad, descaro y aparente falta de prejuicios. Productos cochambrosos y gamberros que descubren al mundo la américa underground y ridi-glam de los sesenta y setenta respectivamente.


Retratista gamberro del paisaje freak americano, Waters es venerado desde su acceso a presupuestos más holgados y a las Hollywood Stars, sin perder por ello demasiada substancia trash, y si ganando en expectación y curiosamente en cariño del público. Siempre fiel a su equipo de actores con más de circo de los horrores que de auténticos intérpretes, la escoria de Baltimore era su círculo íntimo, con quienes compartía las ganas de pasar un rato divertido y tocar las narices. Personaje polémico y muy popular en bastantes ambientes bizarros, demostró tras años de director, guionista y productor de mugrientas y creativas pesadillas Baltimorianas, ser un realizador capaz de asumir que crecer implica madurar, aunque sin perder la acidez y amor por la irreverencia.
 
Waters se dice deudor de muchas películas y también influido y seguidor de  fenómenos sociales de la américa profunda; desde "El Mago de Oz", Russ Meyers, Andy Warhol o el genial William Castle hasta el mismo Charles Manson, así como sibarita cinéfago de Preminger y del cine independiente de la época, influencias  a las que claramente prefería arrastrar un poco por el fango, afilarles las aristas y hacer un poco de sangre. Su primer largo, "Mondo Trasho", lo grabó con 2.000 $ que le prestó su señor padre. Un original y aberrante espectáculo donde los diálogos quedan excluidos y todo se desarrolla al ritmo del rock más casposo y pegajoso. "Desperate Living" reproducía un sórdido cuento de hadas con todos sus dudosos componentes en escenarios de cartón que emulaba una especie de castillo Disney. "Multiple Maniacs", enloquecido drama freak, pareció influir en alguna secuencia sacrílega del eterno noir satánico "El exorcista". Los experimentos depravados de waters previos a "Pink Flamingos" no tienen desperdicio.  Si bien, a partir de ahí, iniciaría una tendencia de normalización de su imaginario en que cierta sutileza crítica y la ironía, jugarían a su favor, aunque nunca rechazando al 100% los elementos que le catapultaron como el "Rey del cine-mierda". Prueba de ello son todas sus películas que a partir de los ochenta se tornaban más y más  aseadas, hasta el punto que su fantástica "Hairspray" parecía el título perfecto con que disfrutar en familia.

El remake de 2007 fue el panteón pop con que Hollywood trató de darle las gracias, aunque los estudios tuviesen que licuar todo el original para añadirlo a un zumo muchísimo más vitaminado, transmitiendo eso si, una energía renovada y agigantada. Hollywood le debe más a John Waters que Waters a ellos.

Firmó en los noventa tres películas que si bien mantenían una soterrada carga del mismo humor salvaje y burdo, resultaban más higiénicas formalmente que las anteriores lo que demostraba la evolución y capacidad de Waters para obras mayores, con "Cry Baby", "Los asesinatos de mamá" y "Pecker".

A pesar de esta evolución, la necesidad de Waters de provocar la incomodidad incluso con Melanie Griffith abanderando un cine absolutamente independiente y terrorista, nos proporcionó algunas horas de diversión y casi felicidad. Era una gozada ver salir de la sala a preocupados padres de familia y parejitas un poco aturdidas con "Cecil B Demented" y "A Dirty Shame", siendo esta última -a mayor gloria de su título en inglés- carnaza de cine en versión original

Durante tiempo se especuló con que alguna productora de Hollywood andaba interesada en la secuela de "Flamingos", pero censuraban la idea de que en una de sus películas apareciese ningún "zurullo". Si, ironías de la vida y de Hollywood, la fábrica de mierda más grande del mundo. Además, la  muerte de muchos de sus colaboradores y amigos entre ellos la inefable Divine, acabó siendo el detonante para que Waters diera por concluidas las negociaciones con los grandes estudios.

Le queda, a estas alturas un sueño por cumplir, la adaptación al cine de la inolvidable "La conjura de los necios". Desde aquí mi apoyo más entusiasta.

Bravo Mr. Waters


"Seguramente una de las películas más viles, estúpidas y repulsivas" (Variety, sobre Pink Flamingos)




25 de marzo de 2014

Requiem por Adolfo Suárez



Presidente D. Adolfo Suárez González (1932-2014)

Reducido todo a momentos
Te despiden cientos
Los que pisaron tus sueños
Con sus pezuñas de cerdos
Muerto en vida y traicionado
Hoy te reconocen pero mañana se habrán olvidado.




24 de marzo de 2014

Dragó, censores y la marcha joven

Nos quejamos siempre de lo cuadriculado de las cosas, los conceptos terrenales o divinos, esquemas estatales, burocráticos y cultura ministerial y católica que pesan sobre nosotros pobres mortales, como losas aplastantes que nos sesgan, nos niegan o nos mienten nuestra realidad, libertad, incluso sentido común. -Libertad, ¿Para qué? Se preguntaba San Lenin. Pues eso es lo que nos queda. Posmodernismo y corrección política para, según en que contexto, dar rienda suelta a las redundantes opiniones, al miedo a lo diferente, y nuestras arbitrarias varas de medir o sojuzgar bajo esos cantos de sirena que son los derechos alienados del individuo de hoy. Pulcro, muy pulcro, intachable, como los chorros del oro. Tanto, y tan excesivamente posicionado con la expectativa ajena, que apesta. Alimentamos el mismo mundo que pretendemos cambiar, sin más principios que los valores vacíos, la ausencia de alma, y la palabra acartonada o poco ágil. Jar Jar Binks, con títulación.


A Sánchez Dragó, orgulloso adalid de la libertad de pensamiento, conocimiento y expresión -impresión, según él- siempre le crecerán los enanos a su alrededor. Es inevitable. Ególatra, periodista, pedante, viajero, efectista, reaccionario o progre dependiendo, y escritor. Molesto en general. Da lo mismo, a Dragó se le fulmina al instante, aunque diga o piense en el fondo lo mismo, y como se suele decir, con menos pelos en la lengua que los demás. "¿De qué coño será?" se preguntaba Cela cuando su lengua detectaba alguno. Nunca se han perdonado por estas latitudes, al que disiente, al que no comulga con el  paupérrimo nuevo orden moral e intelectual express. 

Con motivo de la marcha "por la dignidad", que ha  vuelto a convertir madrid en un jodido parque de atracciones para cabras, Dragó se ha pronunciado con la misma vehemencia tranquila de siempre y con los mismos resultados esperados. "La capital fue ejemplo de dignidad, pero por los seis millones de madrileños no se sumaron a la marcha”. ¿Qué decir al respecto? A mi me parece lógico que haya opiniones discrepantes. Motivos hay para estar cabreados, y para mucho más, pero solo entre todos, podemos arreglar lo que entre todos hemos y estamos jodiendo. Regeneración si es posible, y si no, volvamos a la cueva, o a la montaña con Zaratustra, a que nos de el sol y el aire aclare nuestras pobres ideas carcomidas por el espectro del esclavo que parecemos añorar.


Lo demás es literatura. Si, si, literatura. Querer ver en ello un propósito doctrinal o la -¿simple?- narración de una historia, aunque sea real, es no pretender horizontes. Cuando se refirió en aquel libro firmado al alimón con Boadella, a su experiencia con menores en los años sesenta, ordas policiales de la corrección política lo patearon hasta el aburrimiento. Quizá fuese el efecto deseado. Pero dejó entrever una reacción injusta. Aunque la obra de Dragó, esté un poco magnificada, ¿tampoco deberíamos "aplaudir" a Bukowski, Kerouak, Miller, Burroughs... por que en ellos reside la exaltación sexual en sus formas más delirantes, anormales y abusivas?

La extensión y la pedantería no nos hace profundizar -a todos los @RobertoSCaudet-, pero si transforma el odio a veces en impotente rabieta un poco envidiosa. Cualquier pretexto para escribir es notable, aunque no haya nada que aportar.

De todas formas me desconcierta el leit motiv de la marcha, y me quedo con la marcha joven de Faemino y Cansado.

22 de marzo de 2014

María de los Ángeles López Segovia


 "y entonces los críticos
y los parásitos
y los publicistas
y sus herederos
se acercaron 
como buitres"

Ch. Bukowski


Una fuerza poderosa de orígen desconocido lleva tiempo motivándome a escribir sobre uno de nuestros cómicos más eficaces, generacionalmente más representativos y peor tratados en la actualidad. Y gracias. Con estas características podría estar refiriéndome a casi toda una generación de olvidados, pero se trata de una mujer, de nombre Maria de los Angeles López Segovia, conocida y reconocida por su nombre de guerra y risas, Lina Morgan.  En realidad de orígen no tan desconocido...

Una sucia tarde de lluvia navideña, paseaba por los aledaños de una bulliciosa Plaza de España sin objetivo claro, por el placer de pasear bajo la llovizna que engrasa el pelo y mancha las gafas. Acabé haciendo una visita a la librería Ocho y medio. Mareado de títulos y vino, presté atención a un coleccionable de pelis de Lina Morgan. Sin dudar eché mano a uno de los abundantes ejemplares, y a punto estuve de sacar pasta del bolsillo y hacerme con uno, pero me lo había fulminado en Gary Coopers, o sea, en lenguaje ochomediano Ribera del Duero, templado pero pasable.
 La abuela que está como una tapia, le regala a la nieta de turno sus gafas de pasada chica yeye. La abuela se quita un trasto y la nieta encantada con su retro look de putilla de tercera. El baúl vintage de la abuela, hace las delicias de los hijos de sus primogénitos. Que vaya preparando los dientes, que como broche en la solapa de una chaqueta mona no tendrá precio. Saquearán los que han tenido todo, por que saben, que no conocen, esa cosa del valor emocional. Asignatura pendiente. Así que volvemos la mirada hacia atrás y nos quedamos con las gafas de sol, símbolo de una época como lo es un determinado tipo de humor. Pero éste, por poco estético y esperpéntico se entierra bien profundo, por que en el fondo produce vergüenza y sonrojo. Esa extraña maraña de complejos patrios...

España antropológicamente ha sido siempre un país muy jodido. Gente dura y recia,  haciendo gala de un marcado gusto por la sátira, el humor negro, la ridiculización... vamos, que nos reímos o nos matamos, porque a nadie se le ocurre coger un libro. Las masas enardecían con Manolete, mientras Ortega postulaba sobre el hombre masa y la minoría selecta. De la posguerra, surgieron muchos talentos interpretativos y existía entre ellos una comptetitividad feroz, quizá por que la mayoría -minoría- venía del mismísimo infierno. Hoy, cualquier hijo de vecino puede incorporarse a patéticas lecciones de humor, que lo despojarán de toda dignidad al entregarle su correspodiente diploma de gracioso sin gracia. Romperé una lanza en favor de una graciosa natural de nombre Eva Hache. Y es que me recuerda tanto a Lina...

La generación de actores nacidos en pleno fratricidio español, poco antes o poco después, por contra, se esforzaron en superar las estrictas barreras de la época, -no quedaba otra historia, ni otro paro- lo que les brindaba una fuerza personal que junto a su vis cómica, les preparó para competir, triunfar, hacer reír y hacer llorar. Hoy, es más facil ser cualquier cosa, incluido ser mujer. Clark Gable casi pasó más tiempo bajo los escritorios de los despachos ovales hollywoodienses que frente a una cámara. Ser mujer y además cómico, no tanto. Hoy, frente a esa dura lucha de muchísimas mujeres, parece existir una tendencia hacia el cliché más pueri, solapado de feminismo autosuficiente. Verbi gratia, http://www.enfemenino.com/

Lina Morgan, supo lidiar con los gustos de su tiempo, emulando -por ejemplo- hasta la exageración más desternillante, muchos de los tópicos gestos masculinos con el mero propósito de hacer reir. Lina, sabía quien era, lo que quería y sobre todo lo que hacía; revista musical y comedia musical. En su eterno teatro La Latina, arrancó sonrisas a un público con caídas o certeros tropiezos, monólogos delirantes, andares ridículos y muecas histriónicas, que aún siendo los resortes atávicos del humor mismo, Lina Morgan los hizo suyos. Lo actualizó y de alguna manera lo institucionalizó como lo hacía el landismo o el lopezvazquismo pues los roles de catetos y patanes, solían estar reservados a hombres, como Landa, Ozores, Saza, Gómez Bur, Martínez Soria, López Vázquez, Cassen, etc. Interpretaban todos ellos al prototipo español dominante que se reía -y sufría- de eso mismo y todo lo demás. Sanchos quijotizados, embarcados en algún tipo de aventura, la de ser testigos del despegue -muchas veces propagandístico- de una España asediada de adelantos tecnológicos, puesta al día en lo social, remodelaciones intelectuales y redecoración política en general. -¡Cuidado con no olvidar nuestras películas!- advertía un Saza educadamente mordaz, con motivo de una mini entrevista que concedió a la televisión con López Vázquez de cuerpo presente. Si, muy Berlanga.

Demostrado queda, que además de la comedia frívola con las suecas en bikini de fondo, todos recolectaron ovaciones cuando sus papeles derivaban a historias más serias y dramáticas. Cumplían así el más viejo y verdadero anhelo del cómico; interpretar la tragedia. Landa en el "Crack", o López Vazquez en "Peppermint Frappe", por sacar a relucir un par de títulos ilustrativos. Saura, Mercero, Armiñán, Berlanga, Olea... les dimensionaron como auténticos fenómenos interpretativos, con muy poco que envidiar a los guaperas del cine americano, que eran por otro lado inimitables.
El personaje de Lina Morgan, histriónico reflejo del costumbrismo local, se desenvolvía en enrevesadas tramas domésticas, en las que arremetía, a través de su soltura y capacidad de improvisación, contra el orden establecido, poniendo todo patas arriba a lo spanish way, evidenciando el deseo de amor y felicidad que consciente o inconscientemente todos los personajes obtenían al desenlace. El reparto mantenía el tipo frente al torbellino de Lina que, pisaba textos, improvisaba, cantaba y bailaba con una fuerza cómica que chocaba con los demás actores. El público, se arrancaba los huevos de la risa, identificado con los fragmentos de interpretación excesivos de esta humilde e inmensa acriz madrileña.

Supongo que a estas alturas, para poder apreciar el trabajo de Lina Morgan, parece necesario haber compartido con ella algún tiempo televisivo, cinematógráfico o teatral, o sea, algún tiempo pasado que nos llame a la nostalgia familiar o de nuestra propia infancia, pues los cánones que rigen el humor de hoy en cualquiera de esos ámbitos difieren mucho de los de hace treinta o cuarenta años. Es más que interesante mirar atrás desde una óptica que no sea  la del vintage decorativo o su radicalización freak hipster, y hacerlo sin complejos, fusilando la sofisticación irreal impuesta, aunque acudir a lo más simple resulte siempre lo más complicado. Pero a los hipseter les falta alma.


El pretexto del vintage, es el hecho de recuperar cosas que de otra manera nadie querría, principalmente por viejas. La etiqueta hace mucho, a veces bueno, a veces malo y viceberzas. De la purga al pasado, a veces se redescubren sensaciones, olores, miradas u horrores. La catalogación de lo que se recupera es arbitraria, o basada exclusivamente en ideales estetas para mayor placer de la vanidad tocada del ala.  Por una necesidad de diferenciación urbana y local, visual y un poco radical. A juego con ello, el humor del monólogo de cajera de supermercado.
El humor inteligente está muy mal entendido. Si lo intelectual arroja luz sobre algo y el humor hace reir, veo más lógico denominar humor inteligente a lo practicado por Barrio Sésamo, los Muppets, o Fragel Rock, cuyo afán didáctico y divertidas situaciones nadie pone en duda. Que un humorista sea inteligente en su ámbito privado, en su casa, o mientras va a comprar el pan, no quiere decir que tenga gracia y mucho menos que su humor lo sea. Petulante me parece más acertado. Son muy pocos los cómicos que permiten que el verdadero artista salvaje salga a la luz. Disfrazarse o no disfrazarse parece ser las dos únicas opciones que hay. Hay sin embargo, honrosas excepciones con las que poder descojonarse. Queda pendiente una lista.

En recuerdo de aquella generación, va por todos ellos, presentes y ausentes. Sr. Panero, ¿Qué tal la vuelta a casa? Dicen que el infierno está lleno dolor. O de risas.



20 de marzo de 2014

Jaime Urrutia



La fuerza de la costumbre



Groucho Marx opinaba que lo bueno tarda en llegar, y con una demora que no ha hecho si no agigantar el deseo y la expectación,  se ha puesto a la venta un documental que recopila la vida y obra del inconfundible Jaime Urrutia, artífice de un grupo musical, Gabinete Caligari, que representaba uno de los lados más interesantes del nuevo panorama artístico nacional desde finales de los setenta, colaborando a reventar los rictus de una españa anestesiada por años de calambrazos moralistas, patrioterotas y un poco cursis en la cosa melódica. Igual en lo demás. "La fuerza de la costumbre" uno de los temas en los que su talento compositivo se da la mano con sus personalísimas reivindicaciones, da título al documento. Aprovecharé esta ocasión para, desde mi particular rol de fanboy y con el objetivo divulgativo poco ortodoxo y algo melancólico, dedicar unas líneas a tan singular persona y a su obra.
 
Jaime Urrutia, pertenece a esa particular especie de artistas que comenzaron a ensayar por el deleite y el gusto de hacerlo, y que con el tiempo, materializándose cierta popularidad se veían empujados a una aventura tan atractiva como desconocida e inesperada. Así, cantar o tocar la guitarra se va apuntalando con la misma improvisada fruición con que su mundo musical crece. El éxito no se puede planificar. Tampoco es necesario el parvulario para empeñados y supuestos talentos. ¿Tiene valor de verdad, cantar con gran voz temas que no han compuesto ellos? La Voz no es lo importante, señores del jurado. Jamás lo comprenderán quienes son simples intérpretes, excepto Sinatra. https://www.youtube.com/watch?v=vPcnWnC8lz0

Los grupos en los que Jaime participa en aquella primera época, Rigor Mortis, Ejecutivos Agresivos, y los primeros años de Gabinete,  permanecían influidos por el corolario new wave, fruto de la antiesencia punk y que protagonizaban personajes retorcidos y atormentados, lúcidos alucinados que sumada la explosiva tralla de drogas y espirituosas,recuerdan a algunos de los personajes de Poe -o a él mismo- y que harían vibrar las bases de lo establecido, ya no desde el limitado incorformismo sino desde el placer de hacerlo todo arder con una canción de fondo, y ni siquiera mirar. Nerón debió haber nacido obrero en la Inglaterra de Tatcher. https://www.youtube.com/watch?v=lIQb6e-3Jhs



Salvo la etiqueta y el acto de componer, Jaime Urrutia se observa como un dandy dentro del mundo cantautor, un concepto que ha pasado de la reivindicación política, presumible o descaradamente de izquierdas, a todo un catalogo repleto de niños y niñas Pop, de todos los colores y sabores desnatados. En el fondo todo sabe a lo mismo, y suena igual. https://www.youtube.com/watch?v=lElG9ncnp8I




Dogmatismo temático, circunscrito en la mayoría de los casos a las relaciones afectivas desde una infantil subjetividad con más de naif que de auténtica cultura popular. Quizá, siendo sus productos, los resultados de elaboradísimas y tediosas investigaciones de mercado, el tirón de orejas, colleja o guantazo en la boca habría que dárselo al público al que se dirige, que es legión. Lección de romanticismo noir:  https://www.youtube.com/watch?v=2V3bAoVE1uY


En el forzado e inesperado regreso de los ochenta, se dejaron olvidados a Gabinete en el canalillo sudado y feo del favoritismo. Jaime no inspira ninguna falsa simpatía. Hace su música. Haced la prueba, si preguntas por él a un hipster, te dirá que el de Martes y Trece. Lo de los chanantes ni les suena. En 2007, se grabó un directo del madrileño. Un séquito de nuevos y viejos vocales le acompañaban cantando y refrescando junto a él,  muchos de sus temas más significativos. Ariel Rot, Eva Amaral, Ivan Ferreiro, Leiva, Bunbury, Loquillo o un Calamaro en diferido, entre otros, participaron en una tarde que comenzó sorprendiendo a todos los modernos con un pasodoble bello y eterno que podría ser el himno de España. https://www.youtube.com/watch?v=gN3oFNhhwT8
 
El universo de Jaime Urrutia es ecléctico y muy intenso. Se reiteran sus gustos, y sus obsesiones, como un Woody Allen sin clarinete. Voz profunda, grave, se regenera y templa con cada nuevo disco, cuyas canciones son trajes a medida en que cada signo solo puede vestir su canto, su tono, su concretísma dicción y la característica acentuación del rockero, que como el buen torero adorna poco de postín y se deja llevar más por su profundo sentir ajustando melodías a un género ya propio. Hoy lo suyo es mimetizar un personaje habitualmente vacío y hacérselo tragar al respetable. Jaime carece de vacío. Su universo interior es el de un apasionado forofo de la música y de la vida. https://www.youtube.com/watch?v=xWrskolDc9U

Su libertad temática y capacidad para convertir lo prosaico en  descomunal epinicio le permite concebir el monumento construido a Belmonte con cada una de sus palabras, el enaltecimiento  del bar como casi de un estado del ser se tratase, abandonarse a lo melodioso de lo trágico, a la ternura materna, a la lascivia, a honrar el cha cha cha, al fetichismo, y según Loquillo, a la lujuria más desenfrenada. En alguna ocasión he oído por ahí que en Soría querían cambiarle el nombre a la renominación Ribera del  Duero por la de Ribera de Urrutia A todo esto, el lenguaje y simbolismo que acompaña a cualquiera de esos mundos, en uno solo. No conocemos Soria, pero pensamos en Japón. https://www.youtube.com/watch?v=6dhcCmMFZPU


Si hace veinte años, ni Dios sabía quién era Juan Belmonte o lo que suponía su figura, en 2014 la cosa no ha progresado adecuadamente en cultura general, añadido además el principio del fin del mundo taurino, es casi imposible sonsacar el dato. Es como McQueen, no solo está muerto, si no que además un director le birla el nombre. Incluso siendo así, merece la pena escuchar de vez en cuando algo como esto. https://www.youtube.com/watch?v=C5QLgiVO0iE


El panorama musical patrio, no es alentador desde el punto de vista comercial, y hay que moverse como se empezó haciendo. La radiofórmula no tiene alma. Es una máquina de hacer dinero a lo bestia, y no hay demasiado lugar para todos los talentos, el don de los hondos himnos que salen del interior de su lado oscuro al artesano creador. Aunque sean los mejores. Será un asunto de marketing al fin y al cabo. Estupenda herramienta de masas que suele arrastrarlo todo por los mismos conductos por los que evacúa el Cardenal Rouco, por ejemplo. Sí, todo se va al mar, menos la barca de Remedios Amaya que a la deriva me lleva. ¿Dónde está ese lugar?  https://www.youtube.com/watch?v=6lCUD_yVuU0

Del documental echo de menos alguna voz discordante, alguien que diga así en plan general que este tío es un pedazo de cabrón. ¿Los amigos se muerden la lengua? O sencillamente Jaime es Jaime Urrutia. De Roy Orbison tampoco se podía hablar mal, ni de Elvis. De Dylan se sigue haciendo. Quizá alguien se ha quedado con las ganas. A su director, solo le falta echarse a la Puerta del Sol con cámara en mano y preguntar al tuerto de la lotería, al rumano que te chora la cartera, o a los polis mastodontes que por ahí se apostan. ¿Esto le ha llevado tanto tiempo? La imagen de Urrutia compuesto por la opinión de los demás del gremio, es un ejercicio de vaguería monumental, aunque admirable en el fondo. En realidad lo mejor y más interesante del tema es hacer un recorrido por su excelente trayectoria musical, conjugable en  todos los tiempos verbales. https://www.youtube.com/watch?v=uMbJVq68ZOY


Bienvenido un merecido documental, necesario reconocimiento a uno de los protagonistas del sector más auténtico de aquella mugrienta y creativa Movida, tan local y cósmica como cierto hidalgo manchego de nuestra literatura. Bravo por el equipo de Cameo, desde suis inicios siempre al tanto de las inquietudes más esenciales y  outsiders. Aunque siempre es buena ocasión para dignificar la estantería del DVD, el documental no hace falta recomendarlo, por que entre otras cosas, de lo que hablo está en su discos.   https://www.youtube.com/watch?v=Z4PYo3QHn0w

19 de marzo de 2014

Dallas buyers club


Feliz triunfadora en los oscar, dado lo escaso de sus recursos, llega con algo de retraso a nuestros cines "Dallas buyers club", una de esas películas cuyo sorprendente regusto permanece con el tiempo, pues lo atractivo del relato es que aprovecha con bastante inteligencia y talento los acontecimientos, más allá de lo anecdótico, para componer un discurso universal y redentorio. 

La atractiva interpretación de Matthew McConaughey, literalmente en la piel de un arrojado y temerario antihéroe, toca directamente la fibra, y lo hace a través de una historia real, la de Ron Woodroof (interesante apellido), quien tras ser diagnosticado con SIDA, asume la necesidad de algún cambio en su vida. Woodroof, carismático y despreciable al tiempo, reúne los clichés suficientes para que junto a su pasión por algunos de los vicios terrenales con que el individuo parece sentirse mejor y más agusto, identifiquemos al instante una persona  nauseabunda, odiosa y ciertamente arrebatadora.

La noticia de su enfermedad, la adversa y execrable reacción de su entorno y el escaso tiempo de vida que se le calcula, no convence demasiado a un ego acostumbrado a la golfería y el escapismo con mayor o menor fortuna, y empleará, pasado un tiempo de "reflexión", la misma arrolladora energía con que se iba de putas o esnifaba coca, al improvisado proyecto de erradicar la enfermedad de su vida, y por exceso, de la de algunos miles, enfrentándose a las omnipotentes esferas farmaceúticas y burocracias varias made in USA, cuya prohibición de medicamentos en principio más eficaces en dicho territorio, constituirá la base de la incansable guerra sucia de Woodroof y su progresivo y loable apego a la vida, y en ocasiones a la de los demás.

 McConaughey se esfuma de las producciones blanditas y sonrojantes -aunque sumamente rentables- a las que nos tenía acostumbrados, para mantener con impecable profesionalidad un asombroso increscendo interpretativo. Woodrof no fluye por los cauces establecidos prestándose a significar un drama humano más -cinematográfico tambien-, si no que los cubre de dinamita mientras les mira y les escupe en la cara.  Autoridades que de alguna manera sugieren  negarle el derecho a la vida tal y como él la entiende. Una actitud egoista, constructiva y violenta, que nos permite divisar con la enfermedad en los ochenta como complicado escenario, que las emociones de Woodroof no tienen tiempo ni de estornudar, alejándose en la medida de lo posible -petaca en mano- de los tópicos dominantes que dicta el morbo, centrándose en el ejercicio del cumplimiento de su propósito, sobrevivir -y sacar pasta del tema, mientras sea posible-  sin cambiar un ápice su urticante temperamento. Y el desacostumbrado y agradecido público termina haciéndole una ola, sin ningún tipo de duda.

Y es que revisitar aquellos años en que, en imparable expansión el virus y con un comunidad científica en pañales, el SIDA era un sentencie de muerte parecía no dar más de sí. Pero la inteligente vuelta de tuerca que ofrece su guión, la convierte en una de esas pequeñas grandes películas, más acorde con los tiempos, valiente en la apuesta personal de McConaughey en un papel que lo podía haber abrasado y que permiten ya el tratamiento de la enfermedad como algo contra lo que se puede y se debe seguir luchando. Su compañero de aventuras, Leto, estuvo tentado de visionar algunas de  las películas de nuestro Almodóvar como método de inspiración, pero lavarse y teñirse el pelo con mechas californianas le dejó sin tiempo material, y así  pudo ser agraciado con el trofeo de la academia por su -distante de los histrionismos recurrentes- sorprendente , tierno y sórdido trabajo.

Homenaje particular a aquel  De Niro que encabezó el arte de la caracterización traducido en kilos, y que también le granjeó su merecido reconocimiento.


13 de marzo de 2014

La Venus de las pieles inspira a Polanski

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Se abrió con "Un Dios cruel" un nuevo ciclo en la filmografía de Roman Polanski. Un solo escenario, pocos personajes y un objetivo principal, desenmarañar a través del lenguaje y reveses psicológicos alguna agria realidad -simple realidad-, tapizada normalmente de descabellados convencionalismos e hipócritas normas sociales, aunque solo sea por poner el dedo en la llaga, o subrayar perspectivas psicológicas poco habituales, que siempre se agradece. Una constante en su filmografía, a la que ha dotado de cierta actualidad para mostrarnos con la eficacia de siempre y desde su particular piedra filosofal del absurdo, lo disparatado e irracional del ser, sobre todo cuando nos ponemos lógicos.

Su cine está plagado de icónicas parejas antítesis de si mismos, o de individuos desdoblados, que irán desvelando su locura al mundo, normalmente recluidos en algún espacio cerrado y claustrofóbico como metáfora de su propia mente. Los espacios cerrados, decía Beckett dejan en evidencia los más delirantes conflictos, y son escenarios perfectos para el desarrollo de algún transtorno mental de los que suelen padecer sus protagonistas. El proceso de descomposición de la mente, como reacción al entorno que nos hemos proporcionado. Un acceso de salida al verdadero vacío de la razón. En la denominada "trilogía de las habitaciones", Polanski retrata magistralmente esa angustia del individuo mediante cámaras subjetivas que incluso nos hacen comprender lo inexplicable que pueda estar pasando por la cabeza de la frágil Rosemary, la joven Carol o el prudente Trelkovsky.

Entusiasta voyeur de situaciones insólitas y kafkianas, nos aborda en su última película, "La Venus de las pieles", con una discretísima puesta en escena, aliñando una extraña y aparente historia de amor, con un ingrediente principal:  el de la obsesión por la dominación sexual. Un concepto el del amor, terriblemente idealizado, y que en realidad puede experimentarse a través de las complejas necesidades de la psicología humana, aunque para ello haya que renunciar a un final feliz, como también nos señalaba el director de orígen polaco en "Lunas de hiel".

Polanski se sirve de una adaptación teatral del libro del austríaco Leopold Sacher-Masoch, para subrayar cierta supremacía del factor sexual, del deseo y las fantasías en la vida del individuo, en consonancia con las teorías de Freud, y otros autores como Arthur Schnitzler, cuya "Traumnovelle" o "El relato soñado", fue la novela elegida por Kubrick para, a título póstumo,  firmar su incomprendida "Eyes Wide Shut".

"El cuchillo en el agua" y "Cul de sac" sugerían también que aquella fascinación erótica provenía de un elemento externo, primitivo, extraño y malévolo. En la primera, la tensión sexual  incrementaba al tiempo que el poder del valor dominante se desvanecía y cuyo clímax, aterró a los jerarcas de la cosa moral más allá del Telón de Acero, llegando a afirmar tras el estreno de la película que esa no era la Polonia del paraíso socialcomunista que se debía predicar. Tras lo cual Polanski se largó de allí. Un largometraje brillante, incluso a pesar de las limitaciones que la autoridad soviética imponía.

Con tan solo dos personajes y durante hora y media, "La Venus" consigue captar nuestra atención y llevarnos a un delicioso terreno donde los roles se complementan, confunden e intercambian bajo planteamientos platónicos nada sensibleros, y sumergiéndose de lleno en el lago subconciente donde los traumas anidan y los deseos más oscuros y perversos cristalizan. Realismo oscuro, con mucho de lúcido. Un punto de partida insuperable para un autor acostumbrado a retorcer la psique de los personajes , a confundir con angustiosa maestria la realidad con la ficción aprovechando hasta la raspa de sus claroscuros, y todo esto a estas alturas y sin aburrir.

La película se sustenta en dos interpretaciones sobresalientes, Emmanuel Seigner -o señora de Polanski- y un carismático y magnificamente doblegado Mathieu Amalric, que nos recordará en más de una ocasión al Polanski actor. Alexandre Desplat, acompaña magistralmente la puesta en escena con una partitura delicada y sinuosa, a juego con el tono erótico y sobre todo satírico del relato, llevado con el talento y humor sutil y oscuro, con que la vida y su impagable trayectoria parecen haber agraciado al ya octogenario -y libre- Polanski.






12 de marzo de 2014

300 El orígen de un imperio


Racista, fascista, homófobo, misógino, bla, bla, bla... Frank Miller no se corta un pelo. Sus detractores tampoco, aunque deberían centrarse más en su obra que en sus afirmaciones, a no ser que lo que anhelen sea pedirle matrimonio. Cierto que en los últimos años Miller ha pasado de un discreto segundo plano a ser protagonista de numerosos titulares, y eso tiene un significado: su obra es influyente. Desde sus facetas de dibujante, productor  y guionista Miller redunda en su libertad de expresión y utiliza los recursos que mejor encajan con su visión de la realidad para dar forma a su obra, que con el tiempo parece volverse más salvaje y feroz.

En el nuevo Miller se evidencia una absoluta falta de interés por andarse por las ramas de la moral y la retórica, elementos estos, que le consituirían junto a Alan Moore ("Watchmen", "V de Vendetta", "From Hell") en uno de los padres del nuevo cómic allá por los ochenta. Asomarse a muchas de sus páginas, es divisar a veces con vértigo cuestiones y dilemas filosóficos, traducidos a la iconografía pop ("Batman: El regreso del señor de la noche" y "Año uno").  El desarrollo de la acción se intercalaba con la introspección de los personajes, y la constatación de sus propias barreras -fisicas o metafísicas-, lo que enseguida captaba la atención del lector, mucho más identificado con el héroe humanizado que con los graciosos, hábiles y perfectos superheroes con los que las diversas editoriales norteamericanas insuflaban de valores a sus cachorros, dando un giro de madurez al panorama de una buena parte del cómic que hasta hoy nos llega.

Negar la importancia de Miller en el género y elevar sus consideraciones a tácitas sentencias de muerte, se me antoja desmesurado. "Holly Terror" no es tanto un alegato racista o bélico como un coherente desahogo de un autor con bastante de misántropo. El planteamiento no gozó de aceptación entre muchos seguidores, que lo consideraron panfleto pro Bush tras los atentados del 11-S, aunque lo jodido realmente hubiese sido que se posicionase al lado de quienes planearon estrellar los putos aviones, supongo yo. Si bien Miller nunca había sido especialmente moderado ni politicamente correcto, ni siquiera DC se atrevió a prestar su personaje principal a las diatribas del autor, tras conocer la línea argumental; Un Batman muy cabreado enfrentándose a los muchachos de Al Qaeda. Cierto que se podía haber planteado desde la deslumbrada e irónica visión a la que nos tenía acostumbrados en gigantes obras anteriores (Elektra), pero los años pasan y a los artistas les suelen aquejar dos males la radicalización de sus obsesiones y la impotencia creativa.

Al greñudo de Moore, le disgustan las afirmaciones de Miller, casi tanto como las adaptaciones que hacen en Hollywwod de sus propias obras. Si bien sus viñetas son dignas de un altar junto con las de Miller, las de aquel parecen no soportar el salto a la gran pantalla, destrozando auténticos tesoros. El "From Hell" con Johnny Deep debería arder en el mismísimo infierno, al igual que "La liga de los hombres extraordinarios" o "Vendetta".

Miller evoluciona y se posiciona, al menos como apreciado guionista y co-director en Hollywood, donde se pirran por sus historias e impactante grafismo de su violencia.  Al público del cine esto le gusta, por que en el cine todo es falso incluido el espectador que se encaja en su butaca y contempla las mayores atrocidades sin que se atraganten palomitas, los perritos calientes, o la cocacola les salga por la nariz.

Supongo que incluso a estas alturas, habrá personas humanas que desconozcan que "300" es la magistral adaptación del cómic homónimo de Miller, que porsupuesto fue un éxito editorial y posterior taquillazo. Su secuela "El orígen de un imperio" se basa a su vez en "Xerxes" el segundo volumen sobre su particular y libre versión de los hechos acontecidos durante el periodo de las Guerras Médicas, y cuya edición lleva posponiéndose bastante tiempo.

Si "Sin City" demostró ser capaz de trasladar los atractivos juegos de blanco y negro, herederos de aquellos personajes de luces y sombras del noir de los años 40 y 50, al diseño de producción en su adaptación a la gran pantalla, "300" reproduce la estética y el planteamiento general del cómic con bastante retoque e ingenio. Absoluta fidelidad, casi calco. Miller y Snyder parecen tan seguros de la ejecución que se le puede pasar por alto todos los peros. Quizá lo peor del tema sea la macarrónica obsesión de Snyder con la cámara lenta, por que el toque un poco kitsch de la soldadesca espartana medio en pelotas, hizo que muchos se volviesen a interesar por la historia. Muchos parecían empeñados en ver en "300" una tesis universitaria tratando de ponerla contra las cuerdas de la veracidad histórica. Y eso es lo que pasa cuando al Tebeo o al cómic se le empiezan a llamar cosas como novela grafica. Miller no es Herodoto.

La secuela "El origen de un imperio" fagocita a su antecesora en un intento un poco pretencioso e innecesario de contener una película redonda en sí misma. Visión paralela y general de ese universo que se expande más allá de las Termópilas y en la que nuevos personajes no hacen si no recordarnos y hacernos añorar una y otra vez al maravilloso Leónidas y su fiero coro de trescientos. Honor, valor, lealtad, traición..."Paranoia y dolor". Una historia de buenos y malos, como en las pelis de John Ford, pero sin ninguno de los Johnes.  Una mirada simplista y sesgada al pasado que apela a los resortes más discutibles del cine de hoy, y en concreto de Snyder. Esa maldita cámara lenta nos priva de la belleza del caos, aunque por otra parte, nos muestra de acuerdo con el estilo de toda la película, a los expertos luchadores espartanos bailando una danza de la muerte, ejecutada sin tregua, remarcando la idea de la defensa con sanguinaria precisión  de las bases que asentó Grecia en el mundo para construir una sociedad de hombres libres -¿libres y débiles?- organizados e integrados incluso en la diversidad contradictoria de sus fuerzas interiores. Casi nada.

(Me recuerda esa cámara lenta, a la empleada en alguna conocidísima secuencia de alguna parte de la insoportable trilogía de Matrix. Reconozco que el método funcionó, y hoy Keanu Reeves esquivando unas balas en actitud de bailar el calipso es una representación casi tan famosa e influyente como las serigrafías del bote de sopa Campbell de Warhol. Famosa e influyente y tampoco necesaria fue la herencia que desde Taiwan, y bajo el título "Tigre y dragón" lobotomizó a un George Lucas que en sus últimas Star Wars, se obsesionó con que los profundos duelos de sables láser se convirtiesen en espectáculos de piruetas y titiriteros.)

Racista, fascista, homófobo y misógino, me recuerda al caca, culo, pedo, pis de antes. Comprendo, con estos argumentos de pedo, digo de peso, que nadie se atreva con una versión del "Lobo" de Bisley.

¿Lo siguiente? "Ronin".


6 de marzo de 2014

Oscars ´14 ( y II)

La gala, tuvo de anfitrión a la presentadora Ellen Degeners, célebre por sus recetas de cochino frito, pichones escabechados, y bacalao ajoarriero. Una suerte de Eva Hache pero con ingenio, y por si alguna señora con tiempo libre se topa con el blog de este humilde servidor, aclarar que el apellido de Eva se pronuncia. Se oye poco, pero se pronuncia.  La broma de Degeners sobre Liza Minelli, le hace merecedora de mi particular retrato. Si a Degeners, Liza le parece un tipo disfrazado de Liza, a mí la tal Degeners me parece un tipo disfrazado de nuestro gran valor televisivo y periodístico Chelo García Cortés, disfrazada a su vez de Pancho Villa. Doña Chelo también es famosa por saltar en enaguas desde el acueducto de Segovia a modo de alegato defensor pantojiano, y por emponzoñar -eso si, con gestos de falsa dignidad- el oficio de periodista. Es difícil ir a otro lugar que no sea al wc con esas cachas. O sea, Tele5.

Por momentos echaba de menos a Billy Crystall.

El oscar a la mejor actriz de reparto se lo llevó directamente el personaje y no la actriz. El premio se lo habría llevado crudo, aunque el insufrible personaje lo hubiese interpretado Leticia Sabater. ¿Qué no haría nuestra pizpireta Leticia en el escenario de los Oscar por un poco de atención y cariño del espectador? Impagable.

Como a Mandela ya se le habían dado los premios habidos y por haber en vida con toda la fanfarria a su leyenda y favor, a los chicos de U2 les dio por el minimalismo, y Bette Midler demostró una vez más, por qué Hollywood es Hollywood. Desconozco si Humphrey Bogart participó en algún musical de gabardinas y pistolas. Lo habría hecho bien. Tambien Cagney. Brando chirriaba como un vaso de agua en Tijuana, en aquella "Ellos y ellas". A Bogart se le echaba en falta en "Chicago", abofeteando preventivamente a alguna rubia peligrosa, por haber dado muestras de zorreo, o por que aquella mañana se había levantado con el gatillo flojo y la mano suelta. Otros tiempos. 

En España, nuestros premios cinematográficos abochornan en la mayoría de los casos a la profesión. No saben interpretar y tampoco cantar, además de ofender la memoria del hombre al que le robaron el nombre y el busto. Enarbolan pancartas, insultos y clichés sin demasiado gusto, a ver si así alguien les hace caso. A muchos, el premio se lo deberían dar en supositorios. Bardem comparte el suyo; una noche mío, otra noche tuyo. La infinita noche de la mediocridad.

Hablando de noches infinitas y decadentes, "La gran Belleza" resolvió sin duda alguna las apuestas que la proponían como favorita en esa reductista categoría de mejor película extranjera. Creo recordar que Sorrentino le dedicó el premio a Fellini, al que le debe todo lo bueno de su película intérprete incluido, que se apostó como un  Mastroianni existencialista y golferas. O sea, Marcelo. La película indaga el misterio de la estupidez dominante, frente a la necesidad e imposibilidad de la vuelta atrás. Las surrealistas ruinas de la vieja Europa tan llamativas en USA.

La alegría de Matthew Mcconaughey al recoger su premio, solo pudo ser comparable al del día que Penélope le dijo que se iba a por tabaco. Se saltó las normas -las politicamente correctas- y le dio las gracias a Dios, lo que en nuestro madrileño patio de butacas pareció no sentar muy bien, pues se hizo un gran silencio en honor al nombre del cine que nos acogía.

No recuerdo mucho más. Mencionar el reconocimiento a Blue Blanchett, que es un tímido reconocimiento más al genio de Woody. Me consuelo pensando que en ocasiones los premios son para los que lo necesitan.

Se suponía que la entrega de premios debía ser introducida y amenizada por un grupo de tertulianos de Prisa y alrededores, y no todo lo contrario. El año que viene que presente el pájaro de Twitter, y nos ahorramos un dinerito y ver gente aburrida y fea.

Por todo ello y mucho más, GRACIAS D.



4 de marzo de 2014

La esclavitud de la gravedad y otras opiniones absurdas. Oscars 2014 (I)

Una tarde soleada acompañaba a la ¿nueva? y eternamente angelical entrega de los premios Oscar de Hollywood. En Madrid, hace frío y llueve, pero una tarde de cine y madrugada de premios, palomitas y cerveza en buena compañía hace de esto un asunto agradable.

Caras guapetonas, luz, color, alta costura y botox se derraman sobre una alformbra roja permeable a las vanidades e inmunizada al taconeo nervioso de las sonrisas huecas y  preguntas tontas o poco ingeniosas.

En España, la mayoría de las aspirantes al aureo trofeo, se han ido estrenando con algo de "que nos pilla el toro", por aquello de nuestro compromiso con el cine norteamericano aún cuando esta industria se suele criticar sin piedad ni pudor alguno, por que, qué duda cabe, "nuestro" cine le da mil vueltas.
Como viene siendo habitual, y salvo contadisimas y honrosas excepciones, las películas nominadas al Oscar son ejercicios de formalismo y autocomplacencia, cuando no bálsamos analgésicos contra las asignaturas pendientes de una sociedad que creció rápido, orgullosa de sus principios abonados con los excesos lógicos de su aparatosa e incuestionable grandiosidad.

Hollywood se nutre de la historia norteamericana, de sus logros y proezas, pero también de sus delitos y faltas graves, y dispensa  de vez en cuando, con el pretexto de mejor película, aspirinas antropomorfas bañadas en oro para heridas abiertas y la mala conciencia. Cuando preguntan a los premiados por el paradero de sus estauillas, la mayoría confiesa no prestarles mucha atención, relegándolos a la vitrina de los viejos trofeos deportivos de su juventud, a la repisa de la chimenea o algo así. Otros imagino, le dedicarán al tío Oscar una utilidad más discreta y traviesa probablemente incluyéndolo en algún juego adulto aprovechando las caracteristicas formales de la figurita. Todo queda en casa.

Y en ese sentido, el señor Steve Mcqueen debe andar que no para. No, no es el original, añorado y genuinamente cool Steve McQueen, que haya resucitado, sino otro. Visto los intereses o capacidades de McQueen para el cine, podría regentar con éxito algún circo de pulgas. Reza el marketing de la producción y los adictos a la metadona que la han visto que se trata de una de las mejores películas de todos los tiempos y que el cine necesita más pelis de esclavos negros. Pues ni una cosa ni la otra. La peli es correcta y poquito más.  Si lo que busca el tándem Pitt McQueen es saldar cuentas con el pasado, que alguien les pase el vhs de "Amistad", de un tal Spielberg, o la colección de aquella "Raíces". Si lo que buscan es emocionar a un público zombie, sin duda han acertado.

Mi asombro reside en el cinismo con que se la condecoró como mejor película, siendo su principal competidora "Gravity", infinitamente superior, incluso siendo ambas dos propuestas muy similares en concepto. La peli de Cuarón nos coloca tambien en el plano de la supervivencia, pero más allá de nuestros complejos como habitantes de este bendito e infeliz mundo. El asunto habría pasado más o menos desapercibido para mí de no haber sido invitado por mi querido D, en calidad de acompañante a presenciar la entrega de premios en directo, cortesía de Canal +.
 
Con "Gravity" paladeamos durante noventa minutos una angustia similar a la que sufre un pez fuera del agua.  La apasionada afirmación de la vida, elemento que se rige por la ley misma del surgimiento sin necesidades lógicas ni pretextos morales o éticos de ningún tipo. Los depuradísimos aspectos técnicos de la película han conseguido que el 3D tenga sentido, consiguiendo que su realismo no trastorne su bella fotografía, la interpretación de la impagable Bullock -a quien casi podemos acariciar-, o el sentido en general de la película, sino que la convierte en ocasiones en una experiencia hipnótica. Los efectos al servicio del guión, y no al revés. Se ve poco, pero se ve y se agradece. Engrandece la historia, y parece seguir la estela planteada por el primer George Lucas, James Cameron, aunque se abran abismos entre todos ellos.

 "Doce años" ni siquiera me posibilitó empatizar con ninguno de los personajes, trazados como engranajes de un reloj que no da la hora. A pesar de la pretendida crudeza de algunas de sus secuencias, de la pedestre maldad de Fassbender, o de la sed de justicia histórica, creo que McQueen en su búsqueda de una mirada lo más directa posible sobre el tema, despojó al guión y a los personajes de profundidad o valor alguno.

La única explicación lógica que se me antoja es desproporcionadamente anticinematográfica. Dudo que este injusto reconocimiento que obtuvo "Doce años" sirva para zanjar los debates sobre la repugnante era esclavista, pero se alzará como monumento a la libertad y homenaje a los seres humanos que vivieron aquel tiempo, el tiempo que les tocó, y que Hollywood -o sea USA- interpretó y se reconoció. Pues Amén.
 
Como dato exótico, el diario de una de las granjas comunistas todavía en pie, Granma, afirma que a las autoridades cubanas la pelicula les ha gustado, pero no tanto el papel de Bullock cuyos grititos y desesperación, deben ser para el comunismo cubano muestra de los efectos perversos de la democracia...

La gala en si, es la misma historia de siempre, pero peor contada. Llevaba años desenganchado del tema por varias razones. Si bien los engalanados alrededores del antaño Kodak Theatre han servido de escaparate al talento interpretativo y creativo, smoking mediante, hoy son solo una pasarela de pretendidas actrices de rostros tan cristalinos que no apetece mirar. Ellos son pasmarotes bien plantados con los recursos interpretativos de una chincheta. Monumentos light.

No me costó meterme en el papel de espectador ilusionado por que lo estaba, de manera que ademas de la demostrada decepción, hubo tambien sorpresas y claro, más decepciones. Haber premiado en cualquier categoría al Lobo de Leonardo Martin DiCaprio Scorsese, habría retratado a la Academia como una panda de grandes profesionales, medio zumbados y apasionados por un cine que se escribe con mayúsculas, desenfrenado y violento, lo que me habría divertido mucho, pues al parecer "El lobo de Wall Street" no deja de ofender a las más diversas sensibilidades.

A Bruce Dern le debió parecer estar viviendo un Déjà Vu. Le imagino abandonando un poco confuso el Theatre como se llame ahora, acompañado de su mujer e hija, ataviado con su gorra "Prize Winner". Una de esas oportunidades despreciadas por Hollywood para reconocer una trayectoria profesional a tiempo, aprovechando su ¿inexpresiva? y genial interpretación.

To be continued...