19 de noviembre de 2014

Interstellar

Hasta hace unos días, no era capaz de identificar la cara de Christopher Nolan en una foto a no ser que un pie de foto me indicase su nombre. Hoy no es que la cosa haya cambiado demasiado, pero me he dado cuenta de lo que este hombre significa para un ejército de adolescentes irredentos y un subgrupo de seguidores fieles capaces de identificarse con las propuestas de los hermanos Nolan y al tiempo con los personajes poco fascinantes de Big Bang Theory. Christopher director y Jonathan guionista, son artífices de un cine tan posmoderno como entretenido, el cebo perfecto para una generación desencantada,  asombrada con los simpáticos antihéroes que nos muestran en sus historias.

Practica y tecnicamente perfecta, Interstellar hace uso de la imagineria kubrickiana principalmente para retar al espectador con el siempre atractivo viaje a lo desconocido, con intenciones ciertamente heróicas y exceso de emociones, siendo estos dos últimos, elementos con los que el  director de la inigualable 2001, apenas mostraba  interés más allá de lo anecdótico a lo largo de su filmografía.

Con todo en contra aqui en la Tierra, un grupo de científicos liderados por Matthew McConaughey, -un nuevo Cruise ha nacido- son enviados a los confines del universo con el objeto de localizar planetas donde sea posible la habitabilidad y supervivencia de la raza humana. Las dificultades científicas, físicas y técnicas son minimizadas y cuestiones derivadas de la capacidad emocional humana van marcando el ritmo de la película que se mueve entre una asumida ciencia ficción -no tan ficción- y el drama filosófico más clásico. El afán por la supervivencia, y la fé en la capacidades del ser humano, hacen superar según Nolan, las adversidades que suponen los años luz, la relatividad - que no relativismo-, los agujeros negros, tuneles de gusano y demás complejidades físicas. En su contra, todo ese excesivo tejido dramático que de alguna manera empapa las historia de los Nolan y le confieren a su cine ese toque blandengue que tanto daño le hace, cristaliza en que solo hay algo peor que ver a Michael Caine gimotear en alguno de los shakesperianos  Dark Knight, y es volverle a ver haciéndolo de nuevo en Interestellar. Si Interstellar fuese obra de Spielberg, probablemente no habría motivo para tanta euforia.

El verdadero fenómeno que está aconteciendo no es la película en sí, si no la puerta que vuelve a abrir Nolan después de Tarkovski, Kubrick... con un lenguaje renovado, comprensible y en resúmen  cada vez un poco más vulgar, pero capaz de divulgar, entretener y hacer pensar al menos más allá de nuestro ombligo. Al margen de sus aciertos, fallos y demás discusiones científicas,  la película, lejos de ser el acontecimiento que los devotos de Nolan presúmen, es recomendable, mantiene en tensión durante buena parte del metraje, siempre con la ayuda de un Zimmer en estado de gracia, cuando no del acertadísimo silencio voraz que habita el espacio exterior.

Los finales que van adornando los últimos minutos de la cinta, parecen las guindas que Nolan coloca cuidadoso, milimétrico y sabedor que sus cientos de miles de apóstoles le examinan con lupa. Pero más allá de un público que se bebería hasta su última gota de sudor, Nolan coloca esas guindas ante todo convencido y gustoso, por que este hombre, que no es perfecto, es un perfeccionista adorador de los pasteles totémicos algo pretenciosos y las guindas bien puestas. Le queda mucho por hacer. Como a todos.

"Si algo puede ourrir, ocurrirá."




8 de noviembre de 2014

Coherence

Y por fin, surgió la oportunidad de ir a ver Coherence. Uno de esos estrenos milagro, por los que deberíamos dar las gracias a la deidad responsable de que todavía se puedan exhibir en circuitos más o menos comerciales títulos como éste.


Coherence hilvana un inquietante relato sobre los universos, realidades y dimensiones paralelas, sostenido todo ello por la siempre ingeniosa, teórica y muy literaria física cuántica. Fascinante aprovechamiento de un presupuesto si es que lo tuvo, que da veracidad y sentido a un delicado guión cuyas divagaciones me recordaban a las entretenidísimas películas de Monsieur Poirot, con colmadas dosis de metafísica todo lo bien explicadas que se puede, aunque el todoterreno detective de Agatha Christie nos hubiera dado una explicación más sesuda y certera.


Más que un acierto, una imperante necesidad, pero acierto igualmente no andarse por las ramas de lo colateral y accesorio, y centrar la trama en apenas un único espacio repleto de individuos que se conocen entre si, aunque al mismo tiempo no dejen de ser perfectos desconocidos, acuciados por un fenómeno físico de dificil entendimiento. Al menos, a mi la cabeza no me da. Sin el pretexto cósmico, las complejas teorías físicas y un poco de acento mexicano la cinta podría ser deudora del gran Buñuel, más cerca del absurdo que de aquel surrealismo que tanto le costaba comprender. Pero hoy todo tiene una explicación. La explicación hoy, es el final feliz de ayer.

Las reacciones ante lo aparentemente inexplicable son desencadenantes del modelo de ansiedad que rige a día de hoy las vidas de millones de personas que habíamos sido colmadas de la tranquilidad de un sistema conocido y estable. Naturalmente, y al hilo de aquello que decía Hitchcock, hasta la existencia más plácida tiene su reverso tenebroso, y la otra verdad no tarda en hacer de las suyas, como apunta la agenda del destino, quizá confabulado con el azar. De repente todo se vuelve negro y la tranquilidad de aquel sueño anestésico desaparece, abriendo las puertas a cualquier comerciante de esperanzas y modelos sociales de pesadilla, cuyo descaro, además de oportunísimo, es proporcional al clima hartazgo y manifiesta ignorancia que en caliente suele mostrar una sociedad noqueada y cuyo reloj de la paciencia hace rato agotó el último grano de arena.

Vivimos en un mundo en que la cultura del sufrimiento basicamente ha desparecido, y esperamos que nuestra vida sea plácida y tranquila, como un conjunto residencial en Bohadilla del Monte, cuando en realidad está más cerca de Twin Peaks. Pero el mundo no es así, ni el conocido, ni el desconocido. Afrontémoslo y desaparecerá la neurosis colectiva que parece afectar a una población desencantada y con síntomas de enfermedad mental leve pero imparable. Demostración de ello es al abatimiento generalizado y falso sentimiento de euforia al creer ser escuchados por una formación política de corte demagógico cuyo propósito es sencillamente tumbar el sistema sobre el que se asienta nuestra joven democracia.

La diferencia estriba en que estos podemonios prometen cumplir el sueño de quienes prefieren delegar su vida en  un todopoderoso Estado diseñado por las emergentes fuerzas malvas de la postdemocracia. Embaucadores con un propósito claro, aunque sus explicaciones sean tibias para no asustar a un individuo exhausto de malas noticias y peores expectativas. Las recetas del poder entran mucho mejor que las del deber. Muchos se rinden, otros simplemente acoplan sin darse cuenta un mensaje día tras día, que aprovecha ese estado de bloqueo, agotamiento e impotencia y sugiriendo que la voluntad popular tiene el mismo valor que la voluntad de la neurosis.

Ayer el Ebola ponía en evidencia cierta naturaleza humana, al considerar que al religioso infectado del virus, no debió haber sido repatriado. Cuando el mundo nos enseña sus dientes, echamos balones fuera y el paisano medio, el hijoputa estándar surgido de la masa madre neurótica e hipersexualizada, con su ideario rebosante de principios sociales y valores humanos progresistas  no dudaría en dejarle tirado a merced de la soledad terminal, sin derecho a la piedad y la atención médica que a él nadie le negaría. Su boca se llena de inoportunas necedades y escupitajos reivindicativos, mientras los pulmones de aquel se inundan de sangre virulenta. Como si la muerte mereciese más la vida del que se la jugó en Sierra Leona, que del que participa desde la comodidad de su vida muelle con sobresaltos de chaise longe, en ritos asamblearios, y demás futuras semillas parasitarias, alentadas desde el averno mediático ni intersante ni divertido.

Que no se engañe nadie, lo único que moviliza a la población es el miedo. En este caso, miedo a la injusticia. No a que exista, si no a que nos toque a nosotros. Las imposturas morales y poco sutiles de esta suciedad podemoñosa de corte fascistoide, dejan al descubierto que si una vida no importa, menos aún un sistema institucional con posibilidad de recuperación. Propagan el miedo y la ruina, en lugar de inculcar principios éticos y valores ejemplares, único camino para una sociedad justa, y no equitativamente injusta.

Coherencia o decoherencia de hombre y mujeres desbordados de neurosis por desentramar el aparente absurdo de sus vidas. A cualquier precio??



24 de octubre de 2014

Utopía

 

Utopía: Plan, proyecto, doctrina o sistema optimista que aparece como irrealizable en el momento de su formulación.
Distopía: Sin definición en la RAE

Lo quiero entender bien. España se deja llevar por sus audiencias, tejiendo una programación a medida de los gustos y preferencias -tirando a chuscos- de la mayoria. Respetables? Sin duda. Que lo vea el que quiera, o el que pueda. Yo, necesito un cubo cerca.

Por otro lado, los mismos formatos en otros países de la Unión, se aproximan certeros a aquel objetivo primero que arropó por unos instantes al primer Gran Hermano español allá por el siglo pasado. El reality patrio contó con un padrino de lujo, más bien como protector intelectual que justificaba un formato tan novedoso y posiblemente polémico, que la general y engarzada visión católica española consideraría obsceno. Juicios al margen, lo destacable que reseñaba Gustavo Bueno, era precisamente eso; los concursantes mostraban alejarse de la concepción protestante del individuo europeo donde el programa ya había dado sus primeros resultados, de acuerdo con sus respectivos pilares culturales, algo que al parecer la cadena responsable, telecinco, trató de ocultar por un tiempo. 

El experimento no salía como ellos pretendían, al agruparse los participantes y decidir que aquel premio gordo se destinaría a ayudar a la hija discapacitada de uno de los concursantes. El objetivo estaba claro; el dinero pasó a ser un argumento secundario dándole mayor importancia a las relaciones interpersonales. Telecinco tomó conciencia, de la situación y el resto ya es historia. Dentro del amplio y oloroso espectro de la telebasura, se mueve el Gran Hermano español, orgulloso de sus concursantes, que no hacen sino ser tal y como ellos son. Como la España que los parió. Sedientos de sus quince minutos de popularidad. Algunos luchan como bestias fascinadas por los destellos de unos focos que son los del infierno yy por estrechar manos sudadas de afecto pueril.

Cuando he tenido oportunidad de charlar sobre el tema, el debate se resume al pez que se muerde la cola, y me imagino a una merluza o a un besugo en la actitud, y llego a la conclusión de que esa intensa -quizá entrenida como lo es para el perro, aunque no viene al caso hablar de rabos- actividad del animal denota cierta estupidez. Muy similar a la de los espectadores besugos, o incluso a quienes maquinan parrilladas televisivas, calculando cuotas de audiencia y demás datos pagados. Detrás de eso, no hay nada. Cutrerío y horterada como seña de identidad que lideran opiniones con criterios aquejados de carencias vitamínicas. Fue Jiménez Losantos, responsable de un resúmen semanal en El Mundo sobre lo que acontecía en la famosa casa de Guadalix de la Sierra. Losantos comenzó su tarea a regañadientes cuando pasado un tiempo afirmó preferir el 24 horas de GH, que ver CNN+. Para quienes no frecuenten sus emisiones, y prefieran el linchamiento, ruego terminen el artículo y en comentarios, dejen una impresión, aunque sea medio decente.

Pues bien, todo venía por el estreno en Holanda de un nuevo reality, de nombre Utopía. Comenzó a principios del 2014, y el sugerente título, que vuelve a las andadas del terrorismo sociológico con la siguiente puesta en escena; como siempre, los concursantes de turno, en este caso deslocalizados del centro urbano, incomunicados, y -aqui viene lo interesante- con el objeto de consolidar una nueva sociedad, edificar la convivencia a partir de unas normas que ellos mismos tendrán que crear, durante un año. Así abría bocado la audiencia, con esta excitante campaña publicitaria:  

“Sin previas estructuras de poder y recursos limitados, estos pioneros se enfrentarán al desafío de reescribir las reglas. ¿Escogerán democracia o dictadura? ¿Fidelidad o amor libre? ¿Castigarán o perdonarán? ¿Elegirán religión o racionalismo? ¿Compartirán con los otros o acapararán para ellos mismos? ¿Qué conflictos surgirán, qué líderes se afirmarán?”.

Con premio de por medio y con las habituales expulsiones del formato, la utopía nos revelará la necesidad de vivir explotados y en guerra. Por exceso, la distopía pone contra las cuerdas  toda esa acumulación de frustraciones, crimen y conspiraciones en la que el mundo vive desde que el hombre se siente inseguro, desprotegido y con el azar casi como único arma. Y la televisión. Para qué perseguir una utopía si la podemos ver por la tele mientras suponemos que habría sucedido si la guerra contra los franceses la hubiese ganado le petit cabrón.

Por suerte o por desgracia, de llegar a España, lo que ha desbordará son los programas rosa que se alimentan paradojicamente de la mierda, primer y único plato que parece degustar una exquisita audiencia atiborrada de malas noticias y redes sociales, que reivindica  al tiempo que enciende el televisor como evasión. Pretendemos rebelarnos contra un supuesto sistema demoníaco, pero seguimos asistiendo a los mismos medios ponzoñosos a través de los que unicamente se alimenta la necendad. Algo parece fallar, decimos, cuando en realidad todo es coherente y lógico como la misma locura.



22 de octubre de 2014

Festival de series 2014

Lanza Canal + Series como cada año su órdago como plataforma de representación y empuje al panorama serial  y a sus múltiples y sobreexcitados seguidores en el Festival de Series y que tuvo como fondo el mítico cine Proyecciones. Tuve el honor de acompañar a una figura entendida -no confundir con aficionado- en la materia, cuyas intervenciones me hacen comprender y reestructurar con acierto algunas de mis equivocadas y escoradas hacia el sarcasmo opiniones sobre el tema. Para no perderse por el abotargado universo de las series, o para todo lo contrario: www.conejitozombie.com

Tres días de Festival en que se dan la mano producciones de toda clase, así como personas, personajes y demás experimentos más cósmicos que cómicos. Productos consolidados por lo atrevido de la propuesta, por la calidad y claridad de su ejecución, y en otros casos por que existe una audiencia desbordada de tiempo libre y neuronas ociosas que recurre a la televisión para evitar el pensamiento crítico y otros asuntos jodidos mientras los chicos de pablemos planifican sus futuras vidas. Se agradecía desde un principio que el festival fuese monotema y ninguna estructura política o empresarial  metiese sus zarpas en tiempos de precampañas y mamoneos ideologizantes con la siempre perversa capa del patrocinio desinteresado. Quizá me pase de ingenuo, pero el eslogan del Festival era suficiente; "Después del Homo Sapiens llega el Homoseries". La tabla cronológica de la humanidad rota en mil pedazos. Punto para Sartori.

El valor del poder audiovisual es, como lo ha sido siempre, ilimitado. Nada como la imagen en movimiento, a través de cine, series, documentales y demás para influir en el pensamiento de un individuo cuya seña generacional es el elemento audiovisual. No hay un mal producto por estúpido y redundante que se vuelva su idea si obtiene la audiencia deseada, y un ejemplo de ello puede ser la aplaudida muy premiada Modern Family. Una audiencia con supuesta capacidad subjetiva, anhelos y deseos de ascensión a través del irreal? mundo de la televisión. El trabajo está hecho. Blade Runner tuvo capacidad de influir en casi todos los ámbitos de la cultura, desde fotografía, arquitectura, pasando por el mundo de la moda, la música y el pensamiento. También lo haría Matrix tiempo despues a pesar de sus excesos, sus defectos y gafas de sol un poco horteras, donde el inexpresivo rostro de Keanu Reeves se disimulaba con el gesto serio de todos sus compañeros, como si no les estuvieran pagando por el trabajo.

El objetivo es mantener la cuota de fidelidad en un ambiente jovial, desenfadado y ciertamente divertido. Cervecita y estupendos medios Gintonics para amenizar la velada entre proyecciones, animadas charlas con desconocidos o huidas de puestas en escena como la que proponían los chicos de Venga Monjas

Me decanto por otro tipo de iconoclastia, cuyos exponentes se localizan en un pueblo llamado South Park,  o en cualquier parte del universo que es donde transcurren las bizarras y divertidísimas aventuras de Rick & Morty, serie de animación para niños adultos con predilección por el antihéroe -en este caso hombre de ciencia- en una original vuelta de tuerca al carismático y heterodoxo científico  de Regreso al futuro -inolvidable y grimoso Christopher Lloyd-, repleto de guiños a todo material susceptible de las etiquetas ciencia ficción, terror, y serie B. O sea, Futurama sin la finura de espíritu de Gröening, y más hardcore.


Resultó sorprendente el trabajo de Ignatius Farray en  El fin de la comedia, título que se mueve entre El rey de la comedia de Scorsese y Viaje al fin de la noche de Celine y vista en otras ocasiones como la vida, obra y miserias del cómico. El hombre que por diversas razones entrega su vida a hacer reír a los demás, recreando su propia verdad del mundo y transmitiéndola con bastante acierto. A través de sus conjeturas, anécdotas rutinas, vemos al cómico vivir y morir constantemente, tratando a través de sus necesidades de explicarse a sí mismo como lo haría un Woody Allen malasañero y con un punto de troll. De lo más recomendable.




 

American Horror Story: The Freak Show, para terminar rindiendo homenaje a la estupenda Jessica Lange, actriz revelación para las nuevas generaciones y cuya trayectoria cinematográfica en los ochenta y noventa la condujo hacia un éxito amparado sobre todo en su sensual belleza. En esta cuarta temporada de siniestros relatos, Lange aborda un perfil con personalísimos matices, algo que solo puede ser obra de un mitómano, ya que no son adornos excéntricos sino plena y madura construcción de personajes para la que será según palabras de la propia actriz, su última temporada. Esbozo a modo de Historias de la cripta con mayor presupuesto, de una norteamérica dueña del mundo y orgullosa de todos sus valores y principios que se declaren contrarios al horror. Bajo esa sombra de sueño americano post parto se cierne otra sombra con las formas caprichosas de la naturaleza a mayor gloria de Tod Browning y su inmortal Freaks. Cada sombra que se cruza se vuelve fatalidad con las hechuras de una Dietrich descarrilada o la sádica sonrisa de un payaso buscando amigos con los que jugar. Música de Trent Reznor y una intro que hará las delicias de los Burtonianos más granujientos.

 Y finalizó el Festival de series 2014 con una apuesta por la que se consideraba la mejor serie actualmente en emisión. Como todo apuntaba que Sánchez Dragó declinaría la oferta de presentar el concurso, cerré los ojos mientras imaginaba un debate entre el Honorato de Javier Gurruchaga, Maria José Cantudo y la mona Chita. La vencedora, Arrow. Bravo Fräulein Mars. Gracias D.


Sailors fighting in the dance hall
Oh man! look at those cavemen go
It's the freakiest show



9 de octubre de 2014

Y el hombre más buscado es...


...Seymour Hoffman sin ninguna duda. Él es el auténtico reclamo de esta cinta que adapta al célebre novelista inglés John Le Carré en uno de sus últimos trabajos por el equívoco mundo del espionaje, aunque en este caso la trama queda desprovista de ese eterno encanto que la Guerra Fría procuraba al relato, al deslocalizar el legendario conflicto y traerlo a tiempos, escenarios y acciones más reconocibles y probablemente innecesarios.

El hombre más buscado (A most wanted man, 2014), carece en parte de la sensibilidad noir de la que están plagados infinidad de títulos memorables como Cortina rasgada, Con la muerte en los talones, Las sandalias del pescador entre otras, que, a excepción de Teléfono Rojo, cuya atemporal y sarcástica visión de los acontecimientos le hace merecedor de ser el título que confirme la regla, se regían por aquel patrón fordiano con vuelta de tuerca, basado en hombres buenos y malos y viceversa, con el consiguiente juego de engaños propio del género. Aún así, la película de Anton Corbijn, hace pasar un buen rato sin aburrir casi en ningún momento.

Los espías, como los actores juegan a ese engaño tan provechoso, por lo que para cualquier actor reseñable el trabajo está medio hecho. Una  partida de ajedrez que hace relajarse a los grandes jugadores/actores y  brillar a los medianos. Incluso aquel Russel Crowe, dejó de parecer el proteico héroe al que acostumbra dentro y fuera de la pantalla, para adentrarse en la espiral esquizofrénica con que Una mente maravillosa homenajeaba el periodo en que los USA caía víctima paranoica en su lucha contra el orden comunista.

Aunque espías como las meigas, haylos, ha sido el periodo conocido como Guerra Fría el que inspiró a una generación que aprovechó para complementarse y dignificar el popular género detectivesco, a través de una historia que busca reacciones mayores con naciones enfrentadas y la seguridad ciudadana a gran escala en peligro. Coincidió este periodo con una manera de hacer cine más a la medida de sus necesidades. Quizá 007 sea el que se actualiza con más acierto manteniendo al arquetipo Bond casi intacto, a pesar de Craig y su incontrolable y en ocasiones irresistible testosterona. De Bourne y sus cosas no voy a pasar ni de puntillas.

Mención aparte la doble lectura que se hace sobre las películas de ciencia ficción americana y japonesa de los 50 y 60, en las que invasiones marcianas, o apariciones de grotescos montruos imposibles del fondo del mar alimentaba la propaganda anticomunista y el miedo a un ataque nuclear, honrado todo ello por la obra magna de Moore y Gibbons en Watchmen, y cuya adaptación al cine en 2009 se saldó con críticas de tan escasas miras.

Corbijn, rescata algunos recursos de aquellos filmes, tratando a duras penas de que los sentimientos fluyan al servicio de una historia de espías, cuyo valor real reside en las más que eficaces interpretaciones de un reparto intenso, al que propondría como casting fundamental para una futura versión de Falcón Crest.

La película avanza taciturna y escrupulosamente flemática, como su protagonista, un desencantado y aparentemente desaliñado Hoffman, -cuya peor interpretación, siempre será una de las mejores- que economiza todo esfuerzo en un objetivo demasiado humano para un mundo de tan sucia traza como en el que se desenvuelve. Hoffman en shock -yo también por unos minutos- y Hoist that rag de Waits para los afectados.


3 de octubre de 2014

El planeta salvaje

En más de una ocasión se nos antoja al calor de unos coktails y en el placer de la conversación, algún tema elevado de carácter pedante y embriagador. La aureola de superioridad intelectual con que el individuo expone sus argumentos contra la pena de muerte por ejemplo, tiene la peculiar quietud de un mar vaciado de agua y peces, pero lleno sangre y huesos con porciones de carne rancia adherida todavía a ellos. El inmenso coral de Manolo Escobar, son hoy miles de millones de calaveras que sonríen sardónicos con mirada sorprendida como diciendo: "Ahí os quedáis monstruos." 

Durante la década de los treinta, mientras el mundo recibía las noticias -no a tiempo real- del hundimiento de la bolsa americana y sus desgraciadas consecuencias, la China revolucionaria asesinaba en regiones casi inhóspitas de su geografía a cientos de miles de personas como preámbulo de un plan revolucionario. Aprovechando un enigmático y recóndito paraje, antes incluso de que aquel aprendiz de carnicero Mao comenzase sus pinitos en esto de la carne amarilla, se fundaba uno de los primeros Soviets chinos que decretaba crueles leyes anti-contrarevolucionarias -toma ya- cuyo incumplimiento o menor atisbo de anti-contra, las autoridades del Soviet premiaban con linchamientos, descuartizamientos, e insufribles torturas chinas siguiendo con una milenaria tradición imperial. Todo ello en un lugar concurrido con espléndidas vistas para todos los públicos. Traigan a sus chiniños, por que las clases acaban de empezar.

El responsable de aquellas sangrientas matanzas, un tal cabrón P’eng P’ai fue fusilado por las fuerzas nacionalistas que también combatía Mao. Despues vendría lo duro, y resumiendo, hasta hoy. Suponiendo que lo esté, China lleva relativamente poco o muy poco tiempo abierta al mundo, el tiempo necesario que ha necesitado el mundo para saber de qué va aquello. Tiempo suficiente para tener la certeza de que el cielo también está atiborrado de chinos.

 Hong Kong parece haberse reinfectado de ese virus de las democracias y protesta bajo miles de paraguas anti bombas de gas por que el Gran Hermano Chino quiere apretar la correa. Me recuerda "El planeta salvaje" (Le Planet sauvage, 1960), un planteamiento parecido con toque de psicodelia sesentera añadido. Aquel planeta salvaje estaba habitado por una raza de azuladas criaturas inteligentísimas y  adoptaba humanos como mascotas, practicándoles el mas perverso y sádico sentimiento maternal, y privándoles de su libertad por encima de todo. El surrealismo sucio, el humor negro el punto psicodélico francés y los dibujos de Topor  la convierten en una película imprescindible junto algunas de las obras distópicas más representativas del S.XX.

Volviendo al tema, veremos que aquella dicotomia de un país, dos sistemas no cuadra con las expectativas del todopoderoso control del PCCh sobre mil millones de chinos a los que no desean correteando por las calles poniendo en duda lo afilado de su hoz o la dureza de su martillo. Como en Tiananmen, correran rios de tinta sobre los ríos de sangre que fluyen rabiosos e inexactos por las cloacas del gigante asiático. Sangre desbordada de cientos de generaciones que educadamente clama por la libertad, mientras en el resto del mundo, la libertad naufraga.

¿Dejará de llover en China, o simplemente se cerrarán los paraguas para dejar que el aguacero enardecido caíga con más fuerza sobre sus cabezas?

26 de septiembre de 2014

Vampiros sapo, un chef, Charlton Heston y un jinete sin cabeza

Apareció en algún momento del agosto pasado "#Chef" (Chef, 2014), uno de esos proyectos ilusionados e ilusionantes, lleno hasta los topes de mensajes y valores positivos sin caer en el exceso sentimental de la peor calaña, algo a lo que suele acostumbrar el género. Jon Favreau, el artífice de la suculenta cinta, escribe, dirige y protagoniza una historia de superación, evolución y adaptación donde lo personal y lo profesional, lo cinematográfico y gastronómico, se funden como la mezcla de quesos de su extraordinario sandwich.

 Otra agradable sorpresa fue la adaptación televisiva del célebre relato romántico de Washington Irving, "Sleepy Hollow", cuya primera temporada engullí sin ningún tipo de reparo, acertada recomendación de www.conejitozombie.com. Los míticos personajes se acoplan sin complejos a la actualidad, aportando superstición y fantasía pura y dura a una trama en principio de tintes policiales, resultando un producto de entretenimiento con brochazos -a veces acertadísimas pinceladas- de creencias populares, folclore satánico y brujería.

Por un sendero muy parecido irrumpió "The Strain" intento de refundación del género vampírico traído también hasta nuestros días de la mano de Guillermo del Toro, aprovechando la pasión desatada por el género Z, y su éxito en los diferentes formatos de entretenimiento. La serie ofrece un detallado desarrollo de los acontecimientos previos a lo que se intuye como una de esas pandemias que estimulan un singular interés y apetencia por el sistema circulario del prójimo. Goza de puntos positivos siempre que se abstenga de caer en el aburridisimo manierismo zombie, y no trate de convertirlo en excusa para hacernos tragar una vez más que estupidez y nobleza son inherentes al humanoide cuando el mundo se encuentra, como el espectador medio, al límite del empacho.

Y para terminar con tan poco inspirado y autoimpuesto articulo, reivindicar un título tan apropiado para el verano como los polvorones de almendra. "Ben-Hur" de 1959, mítico título del género épico recordado sobre todo por aquella escalofriante carrera de cuádrigas y los doce oscars que le birló a la academia. Amor, amistad, odio y venganza, se encierran con sus protagonistas durante más de tres horas en una fatídica historia de dos amigos de infancia enfrentados, y cuya enemistad además de adquirir tintes freudianos, personaliza el conflicto entre Roma y los habitantes de Judea, pueblo conquistado y cruelmente gobernado. El componente religioso apenas llega a los veinte minutos de metraje, pero al final de la película la cosa de desborda, cerrando con broche cristiano, mensaje de perdón, amor y espectaculares planos un título que pasó a formar parte del Registro Nacional de Cine en USA junto con aproxidamante escasos seiscientos documentos audiovisuales más. Entre ellos, "Toro Salvaje" (Raging Bull, 1980) y "Fargo" (Fargo, 1996).

Charlton Heston habría sido un excelente Ichabod Crane.
Heston, instantes despues de aterrizar en la luna de la serie B


23 de agosto de 2014

Macarras de la galaxia...

Tras obligado y placentero exilio estival en que me dejo devorar por las tibias aguas mediterráneas, tragar por sus cenicientas arenas y machacar por las cervezas marcianas y chupitos de colorines que ofrece la tierra, me disponía a recapitular sobre la cosa audiovisual, a la que he prestado poca, poquísima o nula atención. 

Visto el panorama, parece que no me he perdido absolutamente nada. Si acaso, combatir desde mi bronceado atril de emboscado alguna que otra opinión incauta, correosa o del género más pelotero a algunos de los super hits veraniegos. Para qué mentir, vaya la basura por delante; Marvel -exceptuando "Iron Man" (2008)- sigue en esa línea insoportable y cabreante que tanto dinerito, admiración y seguidores le proporciona. No conforme con perpetrar petardo tras petardo con alarmante regularidad, la amenza de estrenar pelis a porrón hasta no se qué año del presente siglo, parece una inevitable realidad. 

"Guardianes de la Galaxia" dicen, es puro entretenimiento. Estaría de acuerdo incluso con tan resignada percepción, si no me hubiese dormido en la sala convencido de que ese halo inconformista y rebelde que vendían los trailers y demas descontextualizaciones gráficas, era solo una ficha bien jugada de la industria. Una más. Entretenimiento soso, como poco. ¿Fondo? El arroz abanda tiene fondo. Los efectos especiales al servicio de un pésimo guión, personajes vacíos, paupérrimos -¿una negra pintada de verde?- o desaprovechadísimos. Los actores no hacen milagros, y menos si se pasan la totalidad del rodaje mirando un puñetero croma verde -por muy inspirador que sea una colchoneta de gimnasio- o dando la réplica a un tío disfrazado de teletubbie cabreado. Convencido estoy de que la editorial es la principal culpable, no por alimentar páginas y páginas con intensa actividad explosiva, argumentos intrascendentes, personajes irrelevantes, si no por permitir y alentar versiones cinematográficas tan pobretonas y bochornosas de un género que no siempre lo permite.

Suelen justificarse estas primeras partes, en un intento imposible de salvación divina, con que la presentación de los personajes..., que si la segunda será más "película"..., Nada de nada. Todo, absolutamente todo, está vendido. Padres del mundo, ahorrad a vuestros hijos este dolor de muelas -ojalá, mucho más divertido-, pero si la decisión está tomada, entonces preparaos para criar futuros aspirantes a telerealidades emtivinianas o mediaseteras.

De enmendar tanta perversion creativa se encargará la maquinaria lobotomizadora del marketing, pero lo complicado será corregir la nefasta tendencia del cine de acción o aventuras normalmente asociada a generaciones enteras de tiernas psiques, entrenadas para elegir lo malo entre lo peor, sin opción alguna a retractarse. Tan malo es no ir al cine por que es demasiado caro como acudir a él por todo lo contrario a ver lo que sea. Y ahi, en ese terreno laxo, poco exigente y lleno de lagunas técnicas lo mismo que de somnoliento efectismo andan esos guardianes de la mediocridad aplaudida y celebrada por la crítica atwiterada, interesada, perezosa, agradecida y sudada, o sea, los verdaderos guardianes de la galaxia.

Creo que la tal película habría estado mucho mejor interpretada por los Muppets de Jim Henson.

Aquí la muestra de que el reciclaje es a veces innecesario.


16 de junio de 2014

Jimmy Scott

 



 (1925-2014)

Adiós a una de las figuras más brillantes y enigmáticas del jazz. Jimmy Scott, cuya voz dio vida a uno de los estilos más inclasificables y sugerentes de la música del pasado siglo, fue el responsable de entonar con arrebatadora melancolía y tristeza, la canción que ponía punto y final a aquella crónica hermosa y oscura del asesinato de Laura Palmer en Twin Peaks.


https://www.youtube.com/watch?v=IP5KQrdiFrk

3 de junio de 2014

Snowpiercer Cocktail

 


Para la elaboración de un cocktail más o menos decente, suelen ser indispensables tres elementos: Buenos destilados capaces de hacerte sentir lo que una bala acariciando tu boca, el hielo adecuado para que la fase de enfriamento no convierta el preciado líquido en una charca, y un barman con dos manos y el pelo encerado, muestra de pulcritud y precisión. Snowpiercer parece tener dos de los tres elementos requeridos; excelente materia prima, hielo abundante, pero Boon Joon-ho no es un buen barman. Probablemente tenga dos manos y su pelo sea denso y brille como el aceite de automóvil, como también hay estupendos camareros que te preguntan si quieres la leche fría o caliente. El surcoreano la sirve templada.

La película arranca siguiendo el camino que trazan los cánones de buena parte de películas del género, incluso con algo más de intriga, que quizá fuese expectativa. Pero en esos minutos iniciales, la impresión es de que algo falla, y será una premonición certera. El excesivo afán por redondear su sentido, le hace alargar  innecesariamente desde el principio subtramas y secuencias que redundan en ornamento, aburrido o blandito, columpiándose insensatamente -esos varios desenlaces a cada cual más desconcertante-  en la delgada frontera entre la aceptable sensibilidad transemocional y la cursilería mesiánica más desesperante, tratando de sumar a su discurso un susurro de carácter ecologicoplanetarioeducativo que quedaba sobreentendido de corrido, subiéndose por las innecesarias ramas de las genealogías, los flashbacks, orígenes y luchas internas, demorando un clímax que podría haber resultado más impactante y discursivo que el producto -excesivamente explicativo- resultante. Sé lo que quieres decirme Lauren, pero no te entiendo ná.

 No nos resulta extraño elucubrar sobre infinitas posibilidades acerca de nuestro futuro, de la misma manera que abundan las teorías conspiracionistas sobre nuestro presente e hipótesis que tratan de ajustar cuentas con el pasado divulgativo oficial. La obra distópica, debería resultar suficiente en si, para hacer reflexionar al personal.

Snowpiercer se mantiene como propuesta de cine postapocalíptico oriental que no solo no consigue romper el hielo si no que en mi caso particular, me crea una barrera más y más infranqueable a medida que avanza la pelicula. Snowpiercer, transitando un género tan agradecido como este debía haberse nutrido de referentes como K. Dick, Orwell, Zamiatin, e incluso Gilliam..

Como punto de partida un mundo postapocalíptico, una historia basada en el cómic francés "Le Transperceneige" (1982) de Jean Marc Rochette y Jaques Loeb, cuya fuerza reside en la casi siempre apasionante vísión desesperada, hiperbólica y terminal de nuestro bendito mundo. Un mundo, en este caso, sin pasado ni futuro que ve pasar constantemente un tren repleto de supervivientes avanzando hacia ningún lugar. Orden social enfermo y gris, superestructuras imbatibles, lucha por la supervivencia, incoherentes llamamientos a la insurrección de manual como respuesta a las plegarias lógicas de quienes sueñan -ingenuos o no- con un mundo mejor y propuestas gastronómicas menos proteínicas. El sentido de la existencia recorriendo la espina dorsal del tren cósmico, escenario del gran teatro humano.

Chris Evans, secundado por John Hurt, Tilda Swinton y Ed Harris, soportan estoicamente el peso de una película que acaba haciendo aguas por capricho del director y guionista. Mi cabreo es formal, pues lo imperdonable es que cuando has conseguido introducir al público por los atractivos e identificables vericuentos sociales, existenciales y reivindicativos de ese tren eterno y jugar con la ilusión de la farsa reflejada en los necesarios y grotescos golpes de humor (Tilda Swinton y Alison Pil, la sección cocina y el sushi-bar), decides que que vas a hacer otra peli totalmente distinta, despeñando el relato por los acantilados del pseudo drama minimalista oriental. ¡¡Pero a quién se le ocurre!!

A mi incomprensión quedan secuencias enteras de la cinta -personajes que desaparecen también- y explicaciones -excusatio non petita accusatio manifesta- que alejan al espectador del desarrollo saludable de la película, y deja regusto a incompetencia. No haber trasladado la intensidad de la historia original al dinamismo que requería su versión cinematográfica, hace de Snowpiercer un quiero y no puedo, por que no es género que acepte camareros serviciales, si no auténticos barmans.

Desahogo tardío, aunque recomiendo la película en general, por que siento lo mismo cada vez que piso el  Metro. Húmedo y desinfectado lo transitamos algunos dormidos, otros soñando con no equivocarnos de estación o de sueño.

Decía Umbral, que la ciudad no existe, la sueña un hombre silencioso que va en el Metro. Un hombre que sueña con calles, cafés, cócteles y el Teorema Zero.

Lección en un minuto de parte de Mr. Scott.

Joker Gabinetísimo


31 de mayo de 2014

Psicópata busca serie



 
Suenan rumores. Psicópata busca serie. La cadena estadounidense responsable de "Gotham", la FX, ya ha pronunciado las palabras clave. El Joker, estará presente en el proyecto. El globo sonda está en el aire y yo voy a picar como un capullo de rosa. Sería por otra parte un grave error no incluirlo, desde el siempre desagradable punto de vista del marketing. La retaíla de personajes ilustres que sufren la degradación televisiva parece no tener fin. Supongo que es el sentido de vacío al que están predestinados los iconos postmodernos que gozaron de importancia entre minorías selectas en su oportuno momento. Llevan tiempo cargándose leyendas bajo el pretexto de darlas a conocer al nuevo público. Si es cultura lo que buscan promover, que cesen sus emisiones. "La televisión me resulta de lo más interesante y cultural que hay, siempre la apago y me leo un libro" decían por ahí.  Estas industrias televisivas solo saben hacer una cosa con tan valiosos objetos de referencia, empanarlos y freirlos. Ya habrá alguien que se lo trague. Y cuando el hambre acecha...


 

Hecha la introducción, quería desquitarme un poco con el personaje sin someterlo a una interminable parrafada que dudo interese a nadie, pero si comentar un par de impresiones a  favor de tan ilustre personaje cuya trayectoria ha sido tan longeva e inspiradora. Las inciertas noticias me sirven de excusa para ello...


   
Si, nos encontramos de nuevo ante un psicópata de raíces tan americanas y terribles como Ed Gein, Henry Lee Lucas, o Charles Manson, solo que en esta ocasión, tan demente y lúcido    personaje fue alumbrado por uno de los ayudantes de Bob Kane, Jerry Robinson, quien había formado parte durante los años cuarenta de la Asociación Americana del Cómic, que hoy es como hablarle a los muñecos de José Luis Moreno de los contratos que nunca firmaron, pero ahí queda la institución, y el obituario.

 
La principal influencia de Robinson, fueron unos fotogramas de la película "El hombre que ríe" (The man who laughs, 1928) exponente del expresionismo alemán, cuyo protagonista exhibe una atroz sonrisa que lejos de los ideales que originariamente motivaron la creación de este personaje de Victor Hugo, su aspecto resultaba lo suficientemente inquietante y aterrador para quien andaba tras la pista del que sería sin proponérselo el malvado más cabrón, feliz, esquizoide, escurridizo y rentable de cuantos han pasado por los puños de los demás ídolos de la casa DC.


Si el aspecto era atractivo, su personalidad resultaba arrolladora. Un perfecto maníaco homicida al que la  voluntad de muerte tipicamente gangsteril le venía pequeña. Sus asesinados llevaban la macabra firma de una sonrisa en el rostro. Muertos y desfigurados con una mueca que helaba la monocromática alma estadounidense, llegando al punto de censurar varios números, en tiempos de presidencia del héroe de guerra Dwight Eisenhower.

La experiencia televisiva de los sesenta, que asumió el mexicano César Romero, transformó al Joker en una mezcla entre Daniel el travieso y Ronald McDonald con bigote. Muy a tono con la producción, hoy objeto de culto por que entre otras cosas podemos ver a un Batman entrado en carnes bailando rockabilly en la playa.

Durante esa época las apariciones del Joker en cómics trataban de imitar esa popularidad televisiva, rebajando al personaje a la categoría de merchandising de carretera durante algunos años. Ya en los setenta algunos ilustradores y guionistas se mantenían firmes como Bob Haney, Jim Aparo en "La muerte tiene la última sonrisa" (The death has the last laugh), o Denny O´Neil y Neal Adams, artífices de "Las cinco venganzas del Joker" (The Joker´s five-way revenge) salvando al Joker del ridículo, y a los seguidores de su monumental cabreo, y anticipando la obra cumbre que ya entrados los ochenta removería los cimientos del comic y devolvería la dignidad al clown asesino.


En 1986, un incipiente Miller, publicó el tan mencionado como recomendable, "Batman: El regreso del caballero oscuro" (Batman: The dark knight returns, 1986). En el citadísimo volumen, el Joker es un sombrío asesino de masas, cuyos crímenes ponen en jaque moral a un batman retirado del tema desde hace una década. Dos años después, Alan Moore y Brian Bolland, retratarían en "La broma asesina" (The killing Joke, 1988) al Joker más enfermizo y sádico, entusiasmado con la idea de que su eterno enemigo enloquezca, al tiempo que nos muestran mediante flashbacks sus enigmáticos orígenes de aspirante a cómico con serias dificultades y peores amistades, retomando el caso del hombre de la capucha roja con que ya especulase Kane.  Dos obras maestras.

Mención aparte, otro grande que le tiene bien cogido el pulso al Joker es Simon Bisley, experto en desaliñarle con una estética punk, a juego con su deformada psique, y con la violencia que emanan todos sus trabajos.  Indudable que sus desvaríos formales influyeron en Nolan para reinventar al personaje de carne y hueso.
 Las adaptaciones a la gran pantalla, evidencian una querencia del personaje por adaptarse a los tiempos, tomando influencias de aquí y de allá, pero sin variar lo más mínimo su esencia. Como los arquetipos clásicos, el Joker es una figura universal y facilmente identificable del horror y la locura de este mundo. Su facil conversión al discurso más desquiciado y destructivo, le supuso un Oscar póstumo a su intérprete Ledger, tras el estreno de "El caballero oscuro" (The dark knight, 2008). Olvidada quedaba aquella sofisticación kitsch del Joker de Burton/Nicholson que mientras asesinaba ciudadanos con productos smilex, se hacía con el control del hampa y se merendaba a la señora de Jagger, le sobraba tiempo para irse de museos, escuchar a Prince y organizar la cabalgata más freak del mundo. 
 

Seguimos esperando...




24 de mayo de 2014

Terry Gilliam





"Pensar que la vida es fácil, es lo más parecido a morir"
- Terry Gilliam


Terry Gilliam, único miembro americano del corrosivo grupo británico Monty Python, siempre lo tuvo claro, lo suyo era la animación. Los puentes de short cuts que enlazaban los sketches del afamado e inolvidable show The Monty Python´s Flying Circus, hablan por si mismos. Gilliam adora distorsionar la realidad con simples y oscuros planteamientos que referencian desde el mejor humor negro al amor por pequeños fragmentos de surrealismo sublimado, sin importarle demasiado si se trata de un personaje animado o uno de carne y hueso a la hora de retorcerles e introducirles en un mundo cuya desmedida capacidad visual  será uno de los sellos indiscutibles que lo acompañarán durante toda su brillante obra.


Potentísima y concisa filmografía, que amplia batallando con estudios, productoras, actores, localizaciones hostiles,distribuidoras, crítica y taquilla. Las dificultades a las que se enfrenta Gilliam con cada proyecto, se mide en titulos abandonados, metrajes amenazados, encarnizados enfrentamientos personales y presupuestos excedidos, que muy pocos están dispuestos a asumir en ese sistema de Hollywood que focaliza la importancia y calidad del cine en rentabilidad económica y finales felices.
 
En su cine, predominan los personajes bizarros y alucinados, héroes románticos o drogados hasta las cejas, al borde del abismo o de la mismsíma locura, producto consecuente de su ingenua capacidad innata para soñar, amar, imaginar y fantasear. Sueños y fantasía estarán presentes en cada gramo de celuloide, como solución a una realidad obstinada, decadente y mediocre. Soñadores irredentos que se enfrentan casi de manera enfermiza a todo cuanto se cruza en su camino hacia un mundo hecho a la medida de sus ideales. La búsqueda del Santo Grial, presente en algunas de sus películas como "Los caballeros de la mesa cuadrada" (Monty Python and the Holy Grail, 1975), materializa ese seguimiento hacia lo universal, hacia la existencia plena y ansiada felicidad frente a un mundo gris que claudica ante los valores dominantes impuestos.

También en "El rey pescador" (The fisher king, 1991) el Grial es el leit motiv. La película más clásica de Gilliam hasta la fecha de acuerdo a los canones hollywoodyenses; historia de amor, roles enfrentados, amistad fraternal, lucha contra la muerte y final feliz. Cinco nominaciones a los Oscar, y estatuilla para su secundaria de lujo, Mercedes Ruehl. Figura entre mis películas favoritas por mimetizar con más sutileza e inteligencia toda esa inteligencia plástica y barroca en una fábula apta para todos los paladares.


"Brazil" (Brazil, 1985) la pesadilla kafkiana de Gilliam, aborda ese desencanto categórico desde la óptica de  un funcionario (Jonathan Pryce) del todopoderoso Ministerio de Información, enfrentado a toda una superestructura por un sueño -y por un error, tambien de tintes Orwellianos-, que se acabará convirtiendo en su única salida posible. La película ejemplificaría la relación del cineasta con los estudios, quienes apostaban por recortar su duración, acotando su vasta y desbordante imaginación. Curiosamente el apoyo de Robert DeNiro -misterioso héroe/fontanero en la película-, y de Steven Spielberg resultaron cruciales para sacar adelante Brazil. Spielberg ya se había enfrentado a las mismas voces dentro de la Universal, por el control total de E.T. (E.T. the extra-terrestrial, 1982), y no dudó en apoyar a Gilliam y su genial película, a pesar de su "desolador" desenlace.


Gilliam repetiría el trauma de Brazil, con "Las aventuras del Baron Munchausen" (The adventures of Baron Munchausen, 1988), remake de una vieja película de aventuras centrada en un personaje a medida del imaginario Gilliam. Entre aventurero, cuentacuentos, y un poco fanfarrón, el Barón  desafía las normas de la razón establecidas y la mismísima muerte para protagonizar una historia llena de imaginación y lirismo, de manera tan inocente que casi resulta ofensiva. Apasionantes estos personajes, sin cabida en un mundo que avanza a hacía ningún lugar, y progresa liquidando el encanto de lo artesanal. A pesar de sus muchas virtudes, la película resultó un desastre en todos los aspectos. Entre Inglaterra, Italia, España... el rodaje terminó antes de lo previsto, pero la mala organización, el presupuesto desorbitado y la definitiva ruina en taquilla, hicieron a Giliam y a su viejo Barón en pasar a formar parte de las películas más conflictivas que se recuerden en la década de los 80, al nivel de Apocalipse Now o Cleopatra. Para los estudios, Gilliam siempre ha sido una especie de chiquillo caprichoso, incomprensible y empeñado en controlar todos los aspectos de la producción, así como el arte final de cada una de sus películas.
 
Gilliam parecía el cineasta en activo más dotado para adaptar a su universo particular al imbatible Quijote. Personaje soñador y fantasioso no exento de una lucidez apabullante sobre las que nos ofrece una visión -y lección- categórica sobre la vida. En el haber del cineasta, se percibía la predilección por desmontar los mitos más o menos medievales y transformarlos en bulliciosas representaciones brueghelianas, donde todos los estratos sociales conformaban una única realidad, desmesurada, cruel, sucia e irreverente, fiel al espiritu de los Python e influido por el aire que le dio Pasolini a sus recreaciones medievales.

 A todo este cocktel, habría que añadir a Cervantes y su singular talento para deconstruir las historias de caballeria y ofrecernos uno de los personajes más influyentes, anarquistoides y prototipicamente español de todo los tiempos, y nos encontraríamos ante una de las mejores adaptaciones de nuestra obra más universal, si a Gilliam no le creciesen los molinos de viento por las esquinas. A día de hoy se vuelve a hablar de su intención de retornar a la Mancha a terminar lo que empezó, que aunque eso de los proyectos malditos tienen su puntito, el documental que resultó de aquello se quedaba corto, y la inclusión de John Hurt y Ewan McGregor, -un lujo de sustituto para el cada vez más insoportable y repetitivo Deep- añaden valor y sex appeal al tema.

En Los caballeros, firmada al alimón con Terry Jones, junto a "La bestia del reino" (Jabberwocky, 1977) y en cierta medida "Los héroes del tiempo" (Time Bandits, 1981), exhibe esa tendencia opresiva y angustiosa de las anti-utopias medievales, que complementaría años despues con versiones más contemporáneas. "No quiero conocer el futuro. Quiero volver a ser una persona normal" Se lamentaba Bruce Willis en "Doce Monos" (Twelve Monkeys, 1997), su enrevesada y oscura distopia de universos paralelos, con paranoia virulenta de por medio. Willis acuñó un nuevo registro al reemplazar su premonitorio gesto de bomba a punto de explotar, por el de, ataque bacteriológico/qué clase de quión es este/me estoy volviendo loco/voy a matar a Gilliam. Contra todo pronóstico, la película salió adelante. Las superposiciones de historias y su atmosfera inquietante y apocalíptica sumerge al espectador de nuevo por el redentor sendero de la locura, del agotamiento y la desesperación que sufre su protagonista.


En "El sentido de la vida" (The meaning of life, 1983), Gilliam y Jones, volverían a trabajar con su eficaz pero cada vez más desquebrajado grupo por última vez, concatenando sketches que materializaban el espíritu de las animaciones agrupados en capítulos tan absurdos como la vida misma. Premio especial del festival de Cannes en 1982, y uno de mis recuerdos cinematográficos de infancia más recurrentes. Otros acuden a la Biblia.




Un relato demente y muy divertido del  periodista deportivo Hunter S. Thompson, llevó a Gilliam a sumergirse en la complicada traducción cinematográfica del periodismo gonzo con la adaptación de la psicodélica de "Miedo y asco en las Vegas" (Fear and loathing in las Vegas, 1998). Thompson, supuso una vuelta de tuerca subjetivísima y frenética al nuevo periodismo que se venía practicando en los sesenta y que Capote metabolizó a la perfección en "A sangre fría" (1966). Con un disimulado estilo cartoon, la película mueve a dos individuos drogados hasta la extenuación, por un paisaje conocido y retratado en mil ocasiones como paradigma del sueño americano. El sueño, se va tornando acalorada pesadilla paranoica a medida que las drogas abren de par en par en sus quijotescos protagonistas las puertas a la distorsión lisérgica -amenizando con una excelente banda sonora-  visión aclaratoria, subjetiva y crítica con los valores americanos, o sea caldo para todos.




En 2005 Gilliam retornaría tras las cámaras con el relato ambientado en los populares cuentos de los hermanos Grimm, un entorno más que adecuado para su derroche de fantasía. "El secreto de los hermanos Grimm" (The brothers Grimm, 2005), contiene algunos de sus rasgos cinematográficos más discutibles y artificiales, pues  intentaba volver a la descarada frescura iconoclasta de sus anarquistoides visiones medievales, si bien, esto no se puede volver a repetir, y desde luego no con Matt Damon de protagonista. Aun así nos permitió disfrutar de un Heath Ledger que empezaba a desencasillarse, y de los miticos bosques encantados cobrando vida en pantalla grande. Poco más que correcta y muy lejos de ser el excitante delirio infantil que requerían los ya dulcificados cuentos que reescribían los polémicos hermanos, la película fue suspendida una temporada por el propio Gilliam por los problemas de producción, para dedicarse a un proyecto mucho más personal y terrorífico.

Tambien del 2005, "Tideland" es uno de los recorridos más bellos por el enigmático, imaginativo y en ocasiones enfermizo interior infantil. Adaptación del redimensionado mundo de una niña de fantasía desbordante y padres toxicómanos recuerda al personaje de Alicia deambulando por su paradójico país de las maravillas, siendo Tideland una visión infinitamente más sórdida y morbosa. La espectacular ambientación se ejecuta con la mano maestra de quien sabe lo que se mueve por ese jardín infecto que es el interior de la cabecita de una portentosa actriz de unos diez años de nombre Jodelle Ferland, cuyo personaje sigue el camino marcado por el recetario Gilliam, demostrando que los niños son capaces de soportar una gran carga dramática generando un ambiente tenso y muy inquietante sin caer en el manierismo ni recursos simplones al que estas criaturitas actorales nos tienen acostumbrados. Esta niña, sería capaz de hacer que el niño de Jerry Maguire se sacase los ojos con una cuchara para ponerselos a alguna de sus muñecas.

Crítica y público maltrataron la película. Porque resultaba excesivamente larga e introspectiva los primeros, y porque supongo que pensaban que iban a ver una especie de "El sexto sentido" los segundos.

Más allá del éxito comercial o no de sus películas, le preguntan a Gilliam con frecuencia si piensa que exista sobre él algún tipo de malditismo. Se replanteó la respuesta en 2008, a mitad del rodaje de "El imaginario del Doctor Parnassus" (The imaginarium of Doctor Parnassus, 2009), cuando la inesperada muerte de Heath Ledger sorprendió al mundo. Ledger, protagonizaba la esperadísima cinta de Gilliam de la que se quedó a algunas escenas para completar el rodaje.
Traspasar los estrechos márgenes de la realidad es posible a través del espectáculo del Doctor Parnassus -siempre impecable Christopher Plummer-, una encarnación ancianísima, alcoholica y poco esperanzadora del bien, entre cuyas capacidades reside la de recrear mundos a la medida de los sueños e ideales del individuo, y que es perseguido por el mismísimo diablo empeñado en sus viles y ludopáticas provocaciones, encarnado por un sobrenatural Tom Waits. Los cambios introducidos tras el fallecimiento de Ledger, habrían resultado excesivos en circunstancias normales, pero la película sale reforzada con las incursiones de Jude Law, Colin Farrel y Jonnhy Deep, en sustitución de su desaparecido amigo. El imaginario, va abandonando por momentos el normal desarrollo de la película, volviéndose más y más surrealista y simbólica, dinamitando tiempo y espacio, enterrando bajo toneladas de vigorosa creatividad esa amalgama de idiotez posmoderna y paradigmas de lo politicamente correcto que suelen hacer del mundo un sitio más aburrido y vulgar.

El hombre que rechazó proyectos como Forrest Gump, Alien Resurrection, Bravehearth y Watchmen, estrenó en el 2013 "The zero theorem", cuyo preestreno en Madrid vendrá de la mano del Nocturna 2014, inaugurando el festival de cine fantástico de la capital, que también tenemos derecho.

http://nocturnafilmfestival.com/index.php/es/noticias/380-nocturna-2014-abre-el-plazo-de-inscripcion

Hasta aquí mi pequeño homenaje al enfant terrible Gilliam. Y por favor, que no cesen las críticas, pues a algunos les hacen más geniales.