11 de febrero de 2013

Holy Motors



No es mi intención dedicar un minuto más a esta película por dos razones básicas; la primera, es simplemente porque machacó mi gran expectativa; la segunda es que basándome en la primera odio las decepciones cinematográficas.

La película, por llamarlo de alguna manera, quiere reconocerle al cine un valor que no le es intrínseco aunque si muy importante: la interpretación. Hasta ahí de acuerdo, un leit motiv metacinematográfico como otro cualquiera. Pero el caso es que el planteamiento abusa de resortes artísticos para mí muy discutibles, escalando sin protección en degeneradas metáforas de amor,  logrando una pretenciosidad sin argumentos, simplemente vomitando uno tras otro, representaciones sátiras del hombre contemporáneo, con desmedidas dosis de violencia, odio y bizarria contenida  o derramada, que varía con el disfraz.

Ambientada en un París perfectamente normal, busca el enfrentamiento con unos habitantes al margen de tamaña basura. Nada parece tener sentido en estas casi dos horas de simulación y pudredumbre creativa. ¿Profundidad? No hay suficiente profundidad en la que enterrar el título, pues siempre quedan los felones  y nuevos freaks que la defenderán y le calzarán el absurdo corsé del culto.