22 de marzo de 2014

María de los Ángeles López Segovia


 "y entonces los críticos
y los parásitos
y los publicistas
y sus herederos
se acercaron 
como buitres"

Ch. Bukowski


Una fuerza poderosa de orígen desconocido lleva tiempo motivándome a escribir sobre uno de nuestros cómicos más eficaces, generacionalmente más representativos y peor tratados en la actualidad. Y gracias. Con estas características podría estar refiriéndome a casi toda una generación de olvidados, pero se trata de una mujer, de nombre Maria de los Angeles López Segovia, conocida y reconocida por su nombre de guerra y risas, Lina Morgan.  En realidad de orígen no tan desconocido...

Una sucia tarde de lluvia navideña, paseaba por los aledaños de una bulliciosa Plaza de España sin objetivo claro, por el placer de pasear bajo la llovizna que engrasa el pelo y mancha las gafas. Acabé haciendo una visita a la librería Ocho y medio. Mareado de títulos y vino, presté atención a un coleccionable de pelis de Lina Morgan. Sin dudar eché mano a uno de los abundantes ejemplares, y a punto estuve de sacar pasta del bolsillo y hacerme con uno, pero me lo había fulminado en Gary Coopers, o sea, en lenguaje ochomediano Ribera del Duero, templado pero pasable.
 La abuela que está como una tapia, le regala a la nieta de turno sus gafas de pasada chica yeye. La abuela se quita un trasto y la nieta encantada con su retro look de putilla de tercera. El baúl vintage de la abuela, hace las delicias de los hijos de sus primogénitos. Que vaya preparando los dientes, que como broche en la solapa de una chaqueta mona no tendrá precio. Saquearán los que han tenido todo, por que saben, que no conocen, esa cosa del valor emocional. Asignatura pendiente. Así que volvemos la mirada hacia atrás y nos quedamos con las gafas de sol, símbolo de una época como lo es un determinado tipo de humor. Pero éste, por poco estético y esperpéntico se entierra bien profundo, por que en el fondo produce vergüenza y sonrojo. Esa extraña maraña de complejos patrios...

España antropológicamente ha sido siempre un país muy jodido. Gente dura y recia,  haciendo gala de un marcado gusto por la sátira, el humor negro, la ridiculización... vamos, que nos reímos o nos matamos, porque a nadie se le ocurre coger un libro. Las masas enardecían con Manolete, mientras Ortega postulaba sobre el hombre masa y la minoría selecta. De la posguerra, surgieron muchos talentos interpretativos y existía entre ellos una comptetitividad feroz, quizá por que la mayoría -minoría- venía del mismísimo infierno. Hoy, cualquier hijo de vecino puede incorporarse a patéticas lecciones de humor, que lo despojarán de toda dignidad al entregarle su correspodiente diploma de gracioso sin gracia. Romperé una lanza en favor de una graciosa natural de nombre Eva Hache. Y es que me recuerda tanto a Lina...

La generación de actores nacidos en pleno fratricidio español, poco antes o poco después, por contra, se esforzaron en superar las estrictas barreras de la época, -no quedaba otra historia, ni otro paro- lo que les brindaba una fuerza personal que junto a su vis cómica, les preparó para competir, triunfar, hacer reír y hacer llorar. Hoy, es más facil ser cualquier cosa, incluido ser mujer. Clark Gable casi pasó más tiempo bajo los escritorios de los despachos ovales hollywoodienses que frente a una cámara. Ser mujer y además cómico, no tanto. Hoy, frente a esa dura lucha de muchísimas mujeres, parece existir una tendencia hacia el cliché más pueri, solapado de feminismo autosuficiente. Verbi gratia, http://www.enfemenino.com/

Lina Morgan, supo lidiar con los gustos de su tiempo, emulando -por ejemplo- hasta la exageración más desternillante, muchos de los tópicos gestos masculinos con el mero propósito de hacer reir. Lina, sabía quien era, lo que quería y sobre todo lo que hacía; revista musical y comedia musical. En su eterno teatro La Latina, arrancó sonrisas a un público con caídas o certeros tropiezos, monólogos delirantes, andares ridículos y muecas histriónicas, que aún siendo los resortes atávicos del humor mismo, Lina Morgan los hizo suyos. Lo actualizó y de alguna manera lo institucionalizó como lo hacía el landismo o el lopezvazquismo pues los roles de catetos y patanes, solían estar reservados a hombres, como Landa, Ozores, Saza, Gómez Bur, Martínez Soria, López Vázquez, Cassen, etc. Interpretaban todos ellos al prototipo español dominante que se reía -y sufría- de eso mismo y todo lo demás. Sanchos quijotizados, embarcados en algún tipo de aventura, la de ser testigos del despegue -muchas veces propagandístico- de una España asediada de adelantos tecnológicos, puesta al día en lo social, remodelaciones intelectuales y redecoración política en general. -¡Cuidado con no olvidar nuestras películas!- advertía un Saza educadamente mordaz, con motivo de una mini entrevista que concedió a la televisión con López Vázquez de cuerpo presente. Si, muy Berlanga.

Demostrado queda, que además de la comedia frívola con las suecas en bikini de fondo, todos recolectaron ovaciones cuando sus papeles derivaban a historias más serias y dramáticas. Cumplían así el más viejo y verdadero anhelo del cómico; interpretar la tragedia. Landa en el "Crack", o López Vazquez en "Peppermint Frappe", por sacar a relucir un par de títulos ilustrativos. Saura, Mercero, Armiñán, Berlanga, Olea... les dimensionaron como auténticos fenómenos interpretativos, con muy poco que envidiar a los guaperas del cine americano, que eran por otro lado inimitables.
El personaje de Lina Morgan, histriónico reflejo del costumbrismo local, se desenvolvía en enrevesadas tramas domésticas, en las que arremetía, a través de su soltura y capacidad de improvisación, contra el orden establecido, poniendo todo patas arriba a lo spanish way, evidenciando el deseo de amor y felicidad que consciente o inconscientemente todos los personajes obtenían al desenlace. El reparto mantenía el tipo frente al torbellino de Lina que, pisaba textos, improvisaba, cantaba y bailaba con una fuerza cómica que chocaba con los demás actores. El público, se arrancaba los huevos de la risa, identificado con los fragmentos de interpretación excesivos de esta humilde e inmensa acriz madrileña.

Supongo que a estas alturas, para poder apreciar el trabajo de Lina Morgan, parece necesario haber compartido con ella algún tiempo televisivo, cinematógráfico o teatral, o sea, algún tiempo pasado que nos llame a la nostalgia familiar o de nuestra propia infancia, pues los cánones que rigen el humor de hoy en cualquiera de esos ámbitos difieren mucho de los de hace treinta o cuarenta años. Es más que interesante mirar atrás desde una óptica que no sea  la del vintage decorativo o su radicalización freak hipster, y hacerlo sin complejos, fusilando la sofisticación irreal impuesta, aunque acudir a lo más simple resulte siempre lo más complicado. Pero a los hipseter les falta alma.


El pretexto del vintage, es el hecho de recuperar cosas que de otra manera nadie querría, principalmente por viejas. La etiqueta hace mucho, a veces bueno, a veces malo y viceberzas. De la purga al pasado, a veces se redescubren sensaciones, olores, miradas u horrores. La catalogación de lo que se recupera es arbitraria, o basada exclusivamente en ideales estetas para mayor placer de la vanidad tocada del ala.  Por una necesidad de diferenciación urbana y local, visual y un poco radical. A juego con ello, el humor del monólogo de cajera de supermercado.
El humor inteligente está muy mal entendido. Si lo intelectual arroja luz sobre algo y el humor hace reir, veo más lógico denominar humor inteligente a lo practicado por Barrio Sésamo, los Muppets, o Fragel Rock, cuyo afán didáctico y divertidas situaciones nadie pone en duda. Que un humorista sea inteligente en su ámbito privado, en su casa, o mientras va a comprar el pan, no quiere decir que tenga gracia y mucho menos que su humor lo sea. Petulante me parece más acertado. Son muy pocos los cómicos que permiten que el verdadero artista salvaje salga a la luz. Disfrazarse o no disfrazarse parece ser las dos únicas opciones que hay. Hay sin embargo, honrosas excepciones con las que poder descojonarse. Queda pendiente una lista.

En recuerdo de aquella generación, va por todos ellos, presentes y ausentes. Sr. Panero, ¿Qué tal la vuelta a casa? Dicen que el infierno está lleno dolor. O de risas.



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