17 de noviembre de 2011

Zombi eres y en zombi te convertirás

Movimientos lentos, torpe proceder, mirada perdida, encarnadas heridas, sonidos guturales y un apetito voraz y caprichoso por la carne humana, son algunos de los rasgos básicos por los que reconocer a un zombi tipicamente posmoderno.

Que personajes tan anodinos se hayan convertido en un fenómeno de masas, aunque sorprendente, resulta bastante lógico. Inexplicable o no, intentaré entrar durante un rato al trapo de las tripas fuera, que puebla masivamente películas, series de televisión, literatura, videojuegos, blogs, diseño y en general todo formato susceptible de nutrir a este subgénero de una presencia tan apabullante, como en principio atractivo.

El zombi, representa para muchos ese terror atávico a la muerte que camina lenta, imparable y desconocedora de razones u otros esquemas que vulneren su automatismo, aunque neutro, ciertamente asesino, encarnando la visión apocalíptica de un mundo a punto de consumirse y la desaparición de la vida tal como la conocemos. No es complicado atisbar en el fenómeno zombi, pseudo paralelismos emparentados con nuestra realidad social; es decir, como individuos nos aterra la masa, pero que duda cabe, que todos, en mayor o menos medida, la conformamos, y por tanto, tarde o temprano, acabaremos engullidos por nuestro propio monstruo. La salida a esta situación un poco forzada, es en realidad hacer uso de no mucha imaginación, y si un buen acopio de todo ese armamento que un pacifista consideraría en otro momento de intolerable. Calles, iglesias, subterráneos, gasolineras o edificios deshabitados, son entre otros, los emplazamientos preferidos por la estoica resistencia que lucha por la supervivencia. El lugar escogido para la batalla final contra los indignados, perdón, contra los zombis, es preferiblemente un gran centro comercial, ejemplo paradójico, y en apariencia divertido. El refugio como divertimento primero, y cementerio después.

Lo sorprendente de todo esto, es que los seguidores del mondo zombi, no sienten especial admiración por quienes se erigen salvadores de vidas y esperanza del mundo, si no que las simpatías se las lleva la estúpida criatura . Así se percibe en las concentraciones que una vez al año tienen lugar en algunas ciudades del mundo, donde los forofos debidamente preparados interpretan el papel de sus vidas. No es preciso caracterizarse diría yo, bastaría con mirarse al espejo y aceptar tanto lo que se ve, como lo que no. Pero de esta manera, se tiene la oportunidad de fingirse víctimas patológicas de un  accidente nuclear, de experimentos militares, o del simple y supongo grato sentimiento de acentuar como fantástico lo que no lo es.

Por otra parte, y dada la sencillez de la temática, queda demostrada la rentabilidad de la cosa zombi, como aseguraba Romero, tras el estreno de "La Noche de los Muertos Vivientes". Estupendo ejemplo de cómo el cine norteamericano podía si se lo proponía, ser igual de Z -o B, que me perdone la aristocracia freak, tan puristas ellos- que las chirriantes producciones niponas de los años 50 y 60. Exitoso film, que en cincuenta años ha dado las suficientes versiones de una misma historia, provista en cada nueva adaptación, de mejorados aunque innecesarios efectos especiales, ritmos trepidantes, y muchos, muchos fans.

Mal escrito y peor explicado, a mi amigo, seguidor del blog, pero no lector de sus entradas no le importará, pero reconozco haber perdido el interés por el tema según iba escribiendo, a  medida que recordaba un par de temas relacionados. ¿Alguien ha practicado voodoo? Quizá algún casual friday en la oficina con los compaañeros, o en algún viaje a la américa hostil. 

Voodoo. ¿Legalizamos?



26 de octubre de 2011

El amigo libio

Un fin de semana marcado por el horror y la locura habitual que asola al mundo, resumido en un caso concreto: La muerte de Muhamar Al Gadafi.

Sin ocultar cierto interés por el mandatario libio, que entre sus desvaríos místicos, retirada parcial del escenario esquizo terrorista y su inigualable mal gusto para los atrezzos, las gafas de sol y sus esperpénticas puestas en escena, Gadafí había dejado de ser un incómodo picor en la médula belico-política mundial, incluso en multitud de ocasiones era invitado a formar parte de las posturitas y juegos de cama de la política occidental, atraído siempre con los honores, privilegios y agasajos que el amigo libio merecía.

Pero llegó la arabic spring, ese marco de esperanza por introducir los derechos humanos y valores tan hipnóticos como la libertad, en países como Egipto, Yemen o Libia, alterados por el sueño occidental y ansiosos por llevar camisetas fashion.  Y así, mecido por los vientos del buenismo, regado por la intelectualidad tribal, y abonado por las redes sociales, han empezado a florecer los dulces frutos de la democracia y el desarrollo en el áfrica septentrional.

¡¡¡¡PASEN Y VEAN!!!!

En  Libia, a Gadafi  los derechos humanos, se los han introducido por el culo en modo literal, ciertamente coránico y desde luego muy ejemplarizante para las democracias mellizas que se avecinan. Democracias cuya máxima preocupación es imponer la Ley islámica. Venga, más tonterías. Indefenso y patético, en sumarísimo juicio al moro libio lo han ejecutado como a un perro los mismos que estuvieron a su lado, los que le reían las extravagancias, los que le decían lo bien que conjuntaban sus gafas horteras de marca italiana con el último modelo de túnica de lentejuelas siderales, privando al mundo -tan preocupado ello- y a quienes hubo martirizado la existencia, de un juicio -farsa, qué más dá una más- para demostrar que así funcionan las potencias civilizadas y desarrolladas, y las que quieren serlo.

Pues nada, le han dado matarile, y de qué manera.

¿Quién se lo quería perder? Nadie, el palco estaba a rebosar. Los amigos franceses, italianos, españoles -con nuestro indolente Zapatero ya pensando en contar nubes, claro - e ingleses, encabezados por el merecidísmo Nobel Barack de la Paz Obama, decidieron que cuarenta años son muchos para la dictadura del otrora buen amigo libio de cuyas ventosidades morales nadie se quejaba en aquella cama que los billetitos del ahora sátrapa libio, mullía y calentaba.

Es asombrosa la falta de visión de Europa, el cinismo político que lo abandera, sus ciudadanos de algodón y el erasmus propagando la infección.  Probablemente no tenga razón, aunque razones sobran para perderla ante tanta basura.

17 de octubre de 2011

Zorras y Superzorros

Hace poco, saltó a los medios una de esas noticias chuscas que tanto suele implicar a la opinión pública, por eso de que opinar es barato y tal. Se trata de un evidente caso de terror psicológico por parte de un señor esposo a su mujer e hijo, y en la que se hace uso entre otras lindezas, de la palabra zorra. De la afirmación del amenazante caballero podemos deducir dos cosas; en primer lugar, ese tipejo es un enorme pedazo de basura; segundo, que ni un mono se distrae más con una mosca que la citada opinión pública con la vulpeja anécdota. Ese no es el problema de fondo.

A los días, leía una noticia, de la que extraigo, para deleite de mi seguidor por compromiso y el mío propio -me basta y hasta me sobra-, el siguiente fragmento: "Las mujeres que sean insultadas con dicho apelativo deben darle un abrazo al tipo porque no las está rebajando al suelo del sexo de catre, sino subiendo al cielo de la inteligencia superior", Comentaba la siempre notable Pilar Rahola. No se si la opinión pública está preparada para su mordaz ironía, e inteligencia sin parangón, lo que si es seguro es que este comentario camina por los senderos de la bipolarización mental de este bendito país. ¿Una mierda, o una mierda enorme? Hombre, pues no sé... las zorras como las meigas...

El anecdotario social. Los sucesos consideradas noticias de primera página, por eso de la concienciación social. Pero qué es el la conciención social en este caso sino un sucedáneo bien vestido de la comadrería de toda la vida, y familia del espionaje entre civiles.

Estas amenazas son una clara declaración de intenciones de un tarado, un borracho, o un afectado vital, en este caso con mayor predisposición al asesinato que cualquier otro tarado, borracho o afectado vital. Aquí no hablamos de si esta o aquella señora pueda ser una zorra, sino del todavía enorme vacío legal -entre otros- que existe en relación a -resumiendo- los maltratos, sean de géneros, números, colores o sabores.

A qué espera la autoridad de turno para "explicarle" a ese señor que no debe amenazar de muerte a su señora esposa, y mucho menos dejarle el recado a su propio hijo. ¿Ves lo qué pasa pequeño Larry? ¿Ves lo que pasa cuando no tomas coca cola en medio de una discusión entre papá y mamá?



Cambiando de tercio, todo esto me recordó un libro del gran Roahl Dahl, titulado "El Superzorro". De temática fabulesca, el tal zorro, con su zorra y sus zorritos, se las ven moradas haciendo frente a tres granjeros empeñados en darles caza por los continuos hurtos que por instinto y supervivencia les acomete la citada familia zorruna.

Wes Anderson, adaptó en 2009 al cine el clásico de Dahl con la colaboración de Henry Selick. El resultado hay que verlo. Cuánto por aprender, aunque no olvidar...

29 de septiembre de 2011

Rock´n Roll Attitude



Loquillo canta los pletóricos poemas del siempre excepcional Luis Alberto de Cuenca, en clave -como no podía ser de otra manera- de su sorpresivo rock. Gran noticia y mejor disco.

26 de septiembre de 2011

Carnage o el Dios cruel de Polanski

Lobotomía nacionalsocialista

Hoy ha tenido lugar en Barcelona, la que puede considerarse última y sensacional corrida de toros en su abarrotadísima hermosa e histórica Monumental. Se abre aquí otro capítulo sobre los efectos del nacionalsocialismo en Cataluña, que pone fin a seis siglos de tan mediterránea tradición.

Los escasos y enclenques argumentos esgrimidos por tan ilustre "govern", vienen a ser los mismos que los agitados por los aspirantes a visionarios de un mundo "mejor", un mundo sin dolor, sin sufrimiento, y sin sangre. Podemos cambiar el dolor por el placer, el sufrimiento por la alegría, suponiendo que no busquen en ese camino hacia el mundo feliz, la supresión de los sentimientos inherentes al hombre. Aún quedaría el asunto de la sangre, ¿Por qué podemos cambiar la sangre?. Subvencionemos transfusiones de sangre por horchata.

Exactamente, no reconozco el valor de la prohibición como algo necesariamente positivo, ni como actitud constructiva. Si acaso, un ejemplo más de como poco a poco la maquinaria cíniconacionalista machaca aspectos culturales que demuestran por si mismos que la pluralidad y la variedad es posible desde una óptica que no es la política. Sectores que no necesitan de la intervención divina, ni del apoyo político de personajes tan infames y mediocres como pululan por muchos parlamentos de España. Politicastradores de la libertad de elección y de decisión, pedigüeños lloricas. Mártires aquejados de una enfermedad imaginaria. ¿De verdad piensan lo que dicen cuando afirman que el Estado Español les roba dinero a la ciudadanía catalana? A mí más bien me suena al peor discurso que se puede ofrecer a la población. En parte, por que hoy España roba el dinero catalán, mañana es posible que los españoles nos caractericemos por tener un determinado tipo de nariz o de fisionomía que no encaje con sus megalómanos sueños de pureza y perfección.

Parece encantarles la idea de apuntarse tantos en nombre de la corrección política, repollera y recursi, mientras, apoyados por un sector tan dogmático como limitado en sus falsos planteamientos de diversidad y pluralidad, olvidan para lo que el pueblo soberano les ha confiado la gestión de las funciones y organismos públicos. La gestión saludable de la cosa pública, y no su apropiación o interpretación personalista o paternalista, se traduciría en eficiencia y bienestar, frente al identitarismo obligatorio y excluyente en según que casos.

Puedo garantizar -no tengo por que hacerlo- que no es precisamente el sadismo lo que mueve a un buen entendido taurino a seguir con fervor y sensibilidad una corrida de toros. No es un asunto que pueda resumirse en una pancarta de 40x50cm, con frases sufflé. Tampoco creo que estén en condiciones de comprender quienes brindan por su prohibición. ¿Qué experimento de híbrido social es éste, que presume de sensibilidades cuando despedaza aquellas que no comparte? Demasiado Micky Mouse.

A quienes tantas prohibiciones vienen legislando, y tratan de instaurar un nuevo orden social bajo las premisas de la subordinación silenciosa y la aceptación de políticas que no hacen ningún honor al arte de gobernar,  y a los cuatro gatitos ruidosos que lo aplauden con las orejas, les pediría algo de sentido común y respeto por la libertad. Pero la de verdad, no la del manual del buenista, que es algo más corta en sus concepciones.

Aprovecho este pliegue virtual  para posicionarme en favor de políticos más competentes, menos prohibicionistas, menos entrometidos y menos amigos del populismo esclavizante y mediocre que por ejemplo, atrae el nacionalismo. Hoy es una parte fundamental de la tauromaquia. Mañana, quien sabe...

Qué plastas

[foto de la noticia]
La realización del cartel corrió por cuenta de Miquel Barceló

22 de septiembre de 2011

Colgado del árbol de la vida

Decía Orson Welles que para él resultaba indispensable que un espectáculo cinematográfico o teatral tuviese la capacidad de implicar al público asistente, agitándole los ánimos hasta el punto de afirmar sentirse muy feliz si había conseguido enfadar al respetable, agitar sus conciencias, o cuanto menos, trastocar el cómodo rol de simple espectador. Transformar el alma en definitiva, como resumía en alguna secuencia Woody Allen en su inmensa "Ballas sobre Broadway"

Con "El árbol de la vida", comprobamos que esa máxima de Welles, permanece latente, y de vez en cuando, irrumpen grandiosos y generosos ejemplos en un panorama cinematográfico desolador como nunca antes. Tal vez como nunca siempre.

Tras la muerte de Stanley Kubrick, muchos pensábamos que nunca podría volver a hablarse en estos términos, pero la última cinta de Malick es una de esas obras heroicas y abrumadoras, y en las que gracias al lenguaje cinematográfico, lo complejo se ablanda y lo sencillo se vuelve poesía, lirismo en estado puro que deja un extraño sabor a belleza sin abusar de maniqueísmos ni de los rosados estándares posmodernos que se empeñan en convertir el mal llamado género dramático en una braga de saldo.

Malick recapitula en lo que tiene toda la pinta de ser una obra autobiográfica diseccionando los recuerdos de un individuo derrotado psicológicamente,  evocando en su infancia un gran refugio, el de la verdad del principio existencial, y construye a partir de la pérdida de un ser querido y de la eterna complicada relación con el padre, un monumental collage de sensaciones, inquietudes y acontecimientos que van más allá de lo teológico, incluso de lo filosófico -aspectos en los que incide ampliamente-, para adentrarse por la brecha del alma en el orígen mismo del universo, de la vida, la evolución y  la moldeabilidad de la sustancia humana.

Un paralelismo constante en toda la película, que nos permite a través de imágenes casi plásticas y magistralmente yuxtapuestas, asomarnos a los confines del espacio y del tiempo, a ser testigos de la milimétrica precisión del azar, brutal desencadenante de todo lo humano y trascendental.  Lo natural y lo divino.

En sus más de dos imponentes horas, la película no se anda por las tibias ramas del nihilismo cool, ni nos bombardea con cañonazos de neurosis barata, cosa que se agradece, si no que hunde sus manos en las entrañas mismas de nuestra psique, buscando certero la luz entre las sombras, el inconsciente propio y colectivo, con algo que contarnos. Con algo que ofrecernos. Algo de de gran valor y que es constante y minuciosamente olvidado.  Enfrente, la sobrealimentada y próspera gallina con sus dos tetas hermanas: frivolidad y estupidez. ¿Verdad señores publicistas?

Incluso para aquellos que como un incesante y molesto goteo abandonaban la sala, asustados, aturdidos o decepcionados, -quiero pensar lo primero-,  la película podría haber tenido su importancia, aunque solo hubiese sido por el soundtrack.

Según uno de sus protagonistas en rueda de prensa, comentó que el resultado no hace honor al guión. Muy probablemente tenga razón, pero como desconocedor del guión original y como espectador, puedo decir ciertamente más que satisfecho, de haber quedado tras la proyección feliz y noqueado en proporciones extraordinarias.

Emocionante, conmovedor y lúcido viaje a un lugar todavía desconocido y sobrecogedor. Tanto que acojona solo pensarlo.