24 de marzo de 2014

Dragó, censores y la marcha joven

Nos quejamos siempre de lo cuadriculado de las cosas, los conceptos terrenales o divinos, esquemas estatales, burocráticos y cultura ministerial y católica que pesan sobre nosotros pobres mortales, como losas aplastantes que nos sesgan, nos niegan o nos mienten nuestra realidad, libertad, incluso sentido común. -Libertad, ¿Para qué? Se preguntaba San Lenin. Pues eso es lo que nos queda. Posmodernismo y corrección política para, según en que contexto, dar rienda suelta a las redundantes opiniones, al miedo a lo diferente, y nuestras arbitrarias varas de medir o sojuzgar bajo esos cantos de sirena que son los derechos alienados del individuo de hoy. Pulcro, muy pulcro, intachable, como los chorros del oro. Tanto, y tan excesivamente posicionado con la expectativa ajena, que apesta. Alimentamos el mismo mundo que pretendemos cambiar, sin más principios que los valores vacíos, la ausencia de alma, y la palabra acartonada o poco ágil. Jar Jar Binks, con títulación.


A Sánchez Dragó, orgulloso adalid de la libertad de pensamiento, conocimiento y expresión -impresión, según él- siempre le crecerán los enanos a su alrededor. Es inevitable. Ególatra, periodista, pedante, viajero, efectista, reaccionario o progre dependiendo, y escritor. Molesto en general. Da lo mismo, a Dragó se le fulmina al instante, aunque diga o piense en el fondo lo mismo, y como se suele decir, con menos pelos en la lengua que los demás. "¿De qué coño será?" se preguntaba Cela cuando su lengua detectaba alguno. Nunca se han perdonado por estas latitudes, al que disiente, al que no comulga con el  paupérrimo nuevo orden moral e intelectual express. 

Con motivo de la marcha "por la dignidad", que ha  vuelto a convertir madrid en un jodido parque de atracciones para cabras, Dragó se ha pronunciado con la misma vehemencia tranquila de siempre y con los mismos resultados esperados. "La capital fue ejemplo de dignidad, pero por los seis millones de madrileños no se sumaron a la marcha”. ¿Qué decir al respecto? A mi me parece lógico que haya opiniones discrepantes. Motivos hay para estar cabreados, y para mucho más, pero solo entre todos, podemos arreglar lo que entre todos hemos y estamos jodiendo. Regeneración si es posible, y si no, volvamos a la cueva, o a la montaña con Zaratustra, a que nos de el sol y el aire aclare nuestras pobres ideas carcomidas por el espectro del esclavo que parecemos añorar.


Lo demás es literatura. Si, si, literatura. Querer ver en ello un propósito doctrinal o la -¿simple?- narración de una historia, aunque sea real, es no pretender horizontes. Cuando se refirió en aquel libro firmado al alimón con Boadella, a su experiencia con menores en los años sesenta, ordas policiales de la corrección política lo patearon hasta el aburrimiento. Quizá fuese el efecto deseado. Pero dejó entrever una reacción injusta. Aunque la obra de Dragó, esté un poco magnificada, ¿tampoco deberíamos "aplaudir" a Bukowski, Kerouak, Miller, Burroughs... por que en ellos reside la exaltación sexual en sus formas más delirantes, anormales y abusivas?

La extensión y la pedantería no nos hace profundizar -a todos los @RobertoSCaudet-, pero si transforma el odio a veces en impotente rabieta un poco envidiosa. Cualquier pretexto para escribir es notable, aunque no haya nada que aportar.

De todas formas me desconcierta el leit motiv de la marcha, y me quedo con la marcha joven de Faemino y Cansado.

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