29 de diciembre de 2013

A VIDA O MUERTE



Suenan las trompetas del apocalipsis!!! ya se preparan las hogueras en las calles para ajusticiar al hereje!!!
Se afilan los argumentos para ver si se puede hacer un poco de sangre, y ya de paso, sumarse un tanto en nombre de... los derechos humanos, o no sé qué otro negocio.

Paseando un día de Navidad por la Calle Fuencarral, esquivando a la ingente, frívola y cínica soldadesca oenegera, y atravesando mares de gentes abducidas por las fechas, encuentro un oasis. Un espacio vacio entre en tumulto. Unos pocos metros cuadrados que parecían haber sido castigados con algún tipo de extraño malditismo. Si acaso, una o dos personas curioseaban el lugar.

En la esquina de fuencarral con Augusto figueroa, se erige discreta y misteriosa una ermita, llamada del Humilladero. Allí se trataba de reunir alimentos, ropas, y ayudas económicas que redirigirían a los más desfavorecidos, o sea, a los pobres, a los de verdad, a los que solo les queda la puñetera resignación, por que cualquier otra opción es malgastar una fuerza imprescindible todavía para poder respirar.

me sorprendíó, no que alli no hubiese nadie, si no que frente a esta iniciativa razonablemente piadosa, se apostasen unos defensores de los animales, acaparando una inusitada atención por parte del público.

No puedo comprender, que lleva a las personas a comportarse así. A los animales no hay que defenderlos. Si que habría que pegar cuatro tiros a los cazadores furtivos, o pedir cuentas a mas de un organismo que se dice no gubernamental, por cruzarse de brazos ante la imparable deforestación de nada mas y nada menos que el Amazonas, o a quienes cobran de empresas niponas por no intervenir ante la nueva ola de matanzas indiscriminadas a ballenas, mientras cobran puntualmente la cuota de rigor al socio panoli que no se entera de na, o sea, la mitad de nada.

Pero qué esperar de toda esta maraña de sentimientos confusos y paternalistas con nuestros amigos los animales, si tan descaradamente se ignora al que de verdad lo necesita. La paradoja del Darwinismo social, es que no hay nada más animal. A juzgar por el éxito de esta arenga, populista y animalista. Ignoro si también se defenderán los derechos de los monos no nacidos, o si se ocupará de la prohibición del aborto del ratón.

A eso vamos, paralelamente al juicio sobre la última reforma de la Ley del Aborto, el individuo es libre de asociarse a un organismo que defiende los derechos del hipopótamo -ignoro si tal cosa tiene sentido o siquiera existe- pero de lo que más orgulloso parece es de su libertad para hacer de ella un auténtico chiste. Una parodia que retrata a la mal llamada progresía actual, enfrentada a quien desde su personalísimo punto de vista cree y hará creer, que cualquier vida es merecedora de una oportunidad. Si prefiere el señor ministro denominar esto como lo más progresista que ha hecho nunca para arrancar un par de aplausos entre el sector, adelante, para mí es razón pura. El sentido común debería hacerse cargo del resto, y así será, seguirán practicándose abortos, pero no como una desorientada factoria del asesinato.

No se trata de Ley si, o Ley no. El debate sobre la necesidad de respetarnos los unos a los otros desde un primer momento es básico para convivir con normalidad y civismo, ahora y en el futuro. Es tiempo de leyes por que la educación no vale una mierda, por que nadie entiende nada, por que todos opinan de todo, por que ya no queda nada. Cada día, una hoguera. ¿Conformes?

11 de febrero de 2013

Holy Motors



No es mi intención dedicar un minuto más a esta película por dos razones básicas; la primera, es simplemente porque machacó mi gran expectativa; la segunda es que basándome en la primera odio las decepciones cinematográficas.

La película, por llamarlo de alguna manera, quiere reconocerle al cine un valor que no le es intrínseco aunque si muy importante: la interpretación. Hasta ahí de acuerdo, un leit motiv metacinematográfico como otro cualquiera. Pero el caso es que el planteamiento abusa de resortes artísticos para mí muy discutibles, escalando sin protección en degeneradas metáforas de amor,  logrando una pretenciosidad sin argumentos, simplemente vomitando uno tras otro, representaciones sátiras del hombre contemporáneo, con desmedidas dosis de violencia, odio y bizarria contenida  o derramada, que varía con el disfraz.

Ambientada en un París perfectamente normal, busca el enfrentamiento con unos habitantes al margen de tamaña basura. Nada parece tener sentido en estas casi dos horas de simulación y pudredumbre creativa. ¿Profundidad? No hay suficiente profundidad en la que enterrar el título, pues siempre quedan los felones  y nuevos freaks que la defenderán y le calzarán el absurdo corsé del culto.