26 de octubre de 2011

El amigo libio

Un fin de semana marcado por el horror y la locura habitual que asola al mundo, resumido en un caso concreto: La muerte de Muhamar Al Gadafi.

Sin ocultar cierto interés por el mandatario libio, que entre sus desvaríos místicos, retirada parcial del escenario esquizo terrorista y su inigualable mal gusto para los atrezzos, las gafas de sol y sus esperpénticas puestas en escena, Gadafí había dejado de ser un incómodo picor en la médula belico-política mundial, incluso en multitud de ocasiones era invitado a formar parte de las posturitas y juegos de cama de la política occidental, atraído siempre con los honores, privilegios y agasajos que el amigo libio merecía.

Pero llegó la arabic spring, ese marco de esperanza por introducir los derechos humanos y valores tan hipnóticos como la libertad, en países como Egipto, Yemen o Libia, alterados por el sueño occidental y ansiosos por llevar camisetas fashion.  Y así, mecido por los vientos del buenismo, regado por la intelectualidad tribal, y abonado por las redes sociales, han empezado a florecer los dulces frutos de la democracia y el desarrollo en el áfrica septentrional.

¡¡¡¡PASEN Y VEAN!!!!

En  Libia, a Gadafi  los derechos humanos, se los han introducido por el culo en modo literal, ciertamente coránico y desde luego muy ejemplarizante para las democracias mellizas que se avecinan. Democracias cuya máxima preocupación es imponer la Ley islámica. Venga, más tonterías. Indefenso y patético, en sumarísimo juicio al moro libio lo han ejecutado como a un perro los mismos que estuvieron a su lado, los que le reían las extravagancias, los que le decían lo bien que conjuntaban sus gafas horteras de marca italiana con el último modelo de túnica de lentejuelas siderales, privando al mundo -tan preocupado ello- y a quienes hubo martirizado la existencia, de un juicio -farsa, qué más dá una más- para demostrar que así funcionan las potencias civilizadas y desarrolladas, y las que quieren serlo.

Pues nada, le han dado matarile, y de qué manera.

¿Quién se lo quería perder? Nadie, el palco estaba a rebosar. Los amigos franceses, italianos, españoles -con nuestro indolente Zapatero ya pensando en contar nubes, claro - e ingleses, encabezados por el merecidísmo Nobel Barack de la Paz Obama, decidieron que cuarenta años son muchos para la dictadura del otrora buen amigo libio de cuyas ventosidades morales nadie se quejaba en aquella cama que los billetitos del ahora sátrapa libio, mullía y calentaba.

Es asombrosa la falta de visión de Europa, el cinismo político que lo abandera, sus ciudadanos de algodón y el erasmus propagando la infección.  Probablemente no tenga razón, aunque razones sobran para perderla ante tanta basura.

17 de octubre de 2011

Zorras y Superzorros

Hace poco, saltó a los medios una de esas noticias chuscas que tanto suele implicar a la opinión pública, por eso de que opinar es barato y tal. Se trata de un evidente caso de terror psicológico por parte de un señor esposo a su mujer e hijo, y en la que se hace uso entre otras lindezas, de la palabra zorra. De la afirmación del amenazante caballero podemos deducir dos cosas; en primer lugar, ese tipejo es un enorme pedazo de basura; segundo, que ni un mono se distrae más con una mosca que la citada opinión pública con la vulpeja anécdota. Ese no es el problema de fondo.

A los días, leía una noticia, de la que extraigo, para deleite de mi seguidor por compromiso y el mío propio -me basta y hasta me sobra-, el siguiente fragmento: "Las mujeres que sean insultadas con dicho apelativo deben darle un abrazo al tipo porque no las está rebajando al suelo del sexo de catre, sino subiendo al cielo de la inteligencia superior", Comentaba la siempre notable Pilar Rahola. No se si la opinión pública está preparada para su mordaz ironía, e inteligencia sin parangón, lo que si es seguro es que este comentario camina por los senderos de la bipolarización mental de este bendito país. ¿Una mierda, o una mierda enorme? Hombre, pues no sé... las zorras como las meigas...

El anecdotario social. Los sucesos consideradas noticias de primera página, por eso de la concienciación social. Pero qué es el la conciención social en este caso sino un sucedáneo bien vestido de la comadrería de toda la vida, y familia del espionaje entre civiles.

Estas amenazas son una clara declaración de intenciones de un tarado, un borracho, o un afectado vital, en este caso con mayor predisposición al asesinato que cualquier otro tarado, borracho o afectado vital. Aquí no hablamos de si esta o aquella señora pueda ser una zorra, sino del todavía enorme vacío legal -entre otros- que existe en relación a -resumiendo- los maltratos, sean de géneros, números, colores o sabores.

A qué espera la autoridad de turno para "explicarle" a ese señor que no debe amenazar de muerte a su señora esposa, y mucho menos dejarle el recado a su propio hijo. ¿Ves lo qué pasa pequeño Larry? ¿Ves lo que pasa cuando no tomas coca cola en medio de una discusión entre papá y mamá?



Cambiando de tercio, todo esto me recordó un libro del gran Roahl Dahl, titulado "El Superzorro". De temática fabulesca, el tal zorro, con su zorra y sus zorritos, se las ven moradas haciendo frente a tres granjeros empeñados en darles caza por los continuos hurtos que por instinto y supervivencia les acomete la citada familia zorruna.

Wes Anderson, adaptó en 2009 al cine el clásico de Dahl con la colaboración de Henry Selick. El resultado hay que verlo. Cuánto por aprender, aunque no olvidar...