24 de febrero de 2014

23-F




Ante una masiva y perpleja audiencia, se desarrollaba ayer noche en La Sexta una suerte de falso reportaje sobre los hechos que acontecieron en las horas previas al 23 de febrero de 1981, que desembocaron en el ya famoso golpe fallido de Tejero y compañía.

Increíble de principio a fin, el sagaz  folloperdiodista, enmaraña la narración de los acontecimientos con una red de argumentos y confidencias de algunos de los que vivieron -que no protagonizaron- de manera cercana el capítulo, asegurando todos haber sido partícipes de una pantomima golpista, urdida desde Moncloa y Zarzuela para acojonar al personal y girar el timón de nuestro sistema político nacional hacía una democracia sin dudas ni fisuras.

La mayor parte, secundarios del momento, Joaquín Leguina, Mayor Zaragoza, Iñaqui Gabilondo, Fernando Ónega, Jorge Vestrynge o Anasagasti "El Hermoso", participaron muy creíbles en el asunto, vomitando sinceras respuestas y datos sin mácula, a los que algunos consideran inquietantes vacíos de la intentona golpista, con una tranquilidad pasmosa. Aunque Leguina era el que peor mentía, los demás, parecían estar encantados con su papel.

El relato se aproxima al sainte, cuando todos afirman que para "coreografiar" todos los elementos hacía falta un experto en producción audiovisual, proponiendo los de minoría catalana a uno de los suyos mientras Guerra prefería a Manuel Summers. Al final, y a petición del Rey, resultó que Garci, fue el elegido, refutando la versión, cuando vagamente se localiza a este, tras unos andamios en las inmediaciones del Congreso en el momento en que Tejero se despide de su equipo con un apretón de manos. Esto se empezaba a poner divertido.

Y así, aquella tarde, los señores diputados, periodistas, elefantes, leones y payasos, hicieron pasar a los ciudadanos, un momento, de tensión para algunos, preocupación o terror para otros. Tambien estaban los que nunca se creyeron nada, hoy en auge. Parecía estar hecho para estos últimos este genial reportaje, que obtuvo al parecer, impresionantes datos de audiencia, y  twiter it´s on fire yet.

Siempre se ha manejado la posibilidad de que algunos de los elementos que ayer se desvelaban, hubiesen sido ciertos. Alimentando con ello esas versiones conspiranoicas tan divertidas como extenuantes de las cosas. El mecanismo funciona a la perfección. Así como nuestros sentidos tienen tendencia natural por cerrar formas abiertas, la necesidad de conocimiento sobre los hechos acontecidos parece seguir el mismo patrón. ¿Se desconfía de las versiones oficiales por que creemos que mienten, o porque realmente el conocimiento es escaso? Quizá ambas cosas. Quizá pretendemos dejar en manos de nuestra intuición femenina y primitiva la resolución de episodios como éste. ¿Es por eso por lo que el cine de David Lynch goza cada día de más devotos?

Incluso admitiendo que la realidad oficial fuese cierta en ese momento, habría que contar con que casi nada y casi nunca nada suele ser definitivo, ¿por que habría de serlo una verdad oficial? Todos los entrevistados, parecían estar diciendo la verdad. A pesar de la importancia de las "revelaciones" ninguno, ni siquiera Vestringe se dejó llevar por el histrionismo. ¿A nadie le mosquea esto? Escuché al mismo Gabilondo de siempre.

 El momento más triste fue la decepción de Tejero, al enterarse que todo era un teatro para espantar de manera definitiva al fantasma de la nostalgia. Herido y humillado, el Teniente Coronel Tejero tuvo que desistir por que a Fraga le entró el apetito. 

No obstante, y a pesar de lo entretenido de estos relatos, parece angustioso que la población ande metida en delicados procesos esquizo-paranoicos, dando por buenas versiones cuanto menos discutibles y potencialmente no demostrables. Las formas se cierran comodamente, mientras me fumo un cigarro en el sofá. Seguro que más de un agitador de flautas y pulgas enseguida corrió a avisar a los colegas de manifa, para ponerse todos el pijama con los colores de la II República, el careto del Ché, o la bandera de Boyuyos del Condado, y encender en solemne rigor revolucionario dos velas negras. Una a Aznar y otra a W. Bush. Es posible que ayer estuviesen a punto de encender la mecha Real. Si la resaca se lo permitió, claro.

Mis simpatías por las conspiraciones políticas, económicas, alimentarias, extraterrestres... es un género en si mismo, o que se lo digan a Orson Welles. Pero como la teoría de Garci, o sea de Billy Wilder, la puerta del conocimiento de la historia de España se está cerrando, y por las ventanas, se cuelan los vientos y las campanadas. Ahora, conspiración gastropolítica. Almodóvar tambien padeció en su momento alucinaciones conspiracionistas. Una voz tan experta, habría sido una buena alternativa como director del Golpe. Drogas, sarna y Tejero con las diputadas, en la cama. Cualquier cosa mejor que "Los amantes pasajeros".

La credulidad de los españoles ha llegado a un punto preocupante. Al punto de ingenuidad. Peligroso terreno donde cualquier cosa es posible, si sale en la tele a la hora adecuada. Las dudas lógicas sembradas desde hace algún tiempo por las diversas instituciones, se dieron ayer la mano con la posibilidad de que nuestro sistema democrático fuese tambien una farsa. Y al público le encantó.

Dada la disconformidad con los episodios históricos, podríamos cambiarla al antojo de Perico el de los palotes, que siempre que le veo me cuenta la vida de su tía la del pueblo.

¿Acaso alguien sigue pensando que esto fue solo un reportaje para rellenar la parrilla del Domingo?

21 de febrero de 2014

Frankenstein wasn´t sexy enough ( I )


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Dicen los entendidos en la materia -o sea, los que no tienen ni idea- que el pulpo ha de cocerse durante veinte minutos aproximadamente, para poder comerlo sin demasiados problemas. Si lo que pretendemos es marear el trozo de pulpo en la boca hasta su improbable disolución, como si se tratase de un caramelo en la temblorosa boca de un viejete, este sería sin duda el tiempo estimado. Pero yo, en plenitud de facultades dentales, personalmente prefiero masticarlo, saborearlo y poder tragarlo, optando por algo más de tiempo en la preparación del malogrado y sabroso animal.

Un ser inteligente, sin duda. Siempre con permiso de las moscas, cucarachas, gusanos y televidentes de debates ¿políticos? televisados. Son multitud los pulpos que año tras año se postulan como favoritos en diversas categorías del Nobel, por no ponerme a citar a los innumerables ya obsequiados con el valioso galardón. Qué narices!! Los pulpos tienen derecho a su propio premio...

Pues bien, eso significa que mañana comeré pulpo. Un auténtico manjar que se traduciría al lenguaje gastrocursi como una experiencia casi paradisiaca. Me fascina el cefalópodo. Y más allá de la obligatoria honestidad de su sabor, el casi ritual de la preparación, etc, estas incansables gastrojornadas de pulpo, siempre me recuerdan la secuencia en una de las películas de mi periodo fin de la infancia .

Burton me descubrió un mundo allá por el 95 o 96. En la película, se hace una detallada referencia a la grabación de "Bride of the monster", y en concreto a su apoteósico final, con un heroico Lugosi que pelea contra un pulpo de atrezzo, agitando él mismo sus tentáculos para darle más veracidad al tema. Exigencias del guión e imprevistos de producción. Realidad o ficción. 

Todo aquel ambientillo tenia un encanto muy particular.

La fascinación fue tal, que me lancé a la investigación de aquellos "hechos, lugares y personajes" en la era pre internet. No supuso demasiado problema para un chavalín de doce o trece años que se pasaba los ratos libres, curioseando las estanterías de libros del Corte Inglés de Bilbao (Glorieta), en el todavía edificio maldito desde la caída de la marquesina del cine que albergaba, y que mató a seis personas e hirió a otras muchas cuando se disponían a pasar una agradable tarde de cine familiar en un día del espectador. La película, Sister Act, una monja de cuidado. Tras el Cine Bilbao, el Bristol, y aquel maravilloso "Corte" de libros, música y cine, en algún tipo de macabro homenaje a la difunta sala.

Devoré sin aliento cada palabra sobre -para mí- el protagonista indiscutible de la película: Bela Lugosi. De la noche al día se convirtió en mi ídolo, y mi única pretensión era hacerme con su filmografía. Complicado. Las películas más interesantes en VHS, solían estar descatalogadas o simplemente no existían en este bendito país. Se editó al poco tiempo una colección de los clásicos de terror de la Universal, -con unas carátulas que invitaban a un melancólico visionado, aún no sabiendo que coño era la melancolía- y entre ellas estaba el mítico Drácula de Lugosi.

Me colgué de la película como si se tratase de heroína, y en mi casa, para mi felicidad, Lugosi empezó a ser un nombre muy familiar. Ninguna de las que habia visto con anterioridad me satisfacía en ese momento tanto como esta clásica versión

Hoy, ni los autodenominados hipsters, quieren saber nada de aquella cinta de "Drácula" de 1931, -ya tienen suficiente con el baúl de la abuela- que inauguró la tradición icónica de ese Conde, impecablemente ataviado de exquisita educación, que dotaba al personaje de Stoker de mayor dimensión y profundidad. Tras su fachada de atractivo y seductor aristócrata rumano, se ocultaba un insano y sobrenatural loco de la sangre fresca. Si, Lugosi lo hizo rematadamente bien, y fue el primero. Nosferatu, la pionera obra maestra de Murnau, no cuenta por la obvia maldad que emana el gesto del Conde Orlok.

Lugosi se transformó en una celebridad. Era el Fred Astaire del terror. Elegancia y horror. Hollywood lo reconoció para vomitarlo con tibieza poco tiempo despúes. Con su agitada vida, aquel inmigrante rumano, terminó su carrera como la empezó. Acompañado siempre de un aire teatral, y sumergido de por vida en el papel del transilvano que le dio la fama, fue siendo testigo de su propia morbosa y triste desintegración, mientras servía a los estudios de ocasional secundario de lujo al que poco a poco se le iba quitando el brillo.
Para terminar, colocón en un charco de agua fría mientras desgarra tus restos un pulpo gigante al que no sabría por dónde hincarle el diente.

Lugosi no fue una estrella. Él fue La Noche en aquel genial Hollywood de hielo y bronce.

Mañana comeré pulpo...


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