2 de abril de 2014

Joven, bonita y a ratos nymphomaniac


 

A muchos críticos de la cosa del cine deberían fustigarles con la misma fuerza con que ellos arremeten o vanaglorian muchos títulos. No pongo en tela de juicio su libertad de opinión, pero si pongo en la palestra sus catalogaciones absurdas, la crueldad, o excesiva consideración con que tratan muchos trabajos -algunos extremos- y el descarado amarillismo a la hora de rebajar a debates de portería películas que requerirían un trato más favorable. Una crítica que se comprometiese con la necesidad de cultura cinematográfica y con algún tipo de inquietud divulgativa.

El último trabajo de François Ozon, al parecer ha levantado algunas ampollas entre ciertos sectores, empeñados en ver el cine como una herramienta lobotomizadora de lentes hiperrealistas que nos hagan vomitar moralismo e ingeniería social "progre" con cada visionado al entender que un guión debe ser denuncia o crítica social, obviando que el cine es una forma de representar la realidad o la ficción como le salga de los mismísimos a su guionista, a su director, productor y equipo. Bastan y sobran estas consideraciones para considerar películas modestas como auténticas obras de arte, sobre todo cuando se cuida cada aspecto técnico para dotar a la cinta de cierta coherencia, armonía o por lo menos sentido formal. La censura, -quizá la social sea la peor- siempre es sensible a planteamientos que se alejan del ideal propuesto, castigando la perspectiva con algún tipo de mutilación creativa. En España, que de censura oficial se sabe un poco a lo largo de su vasta historia, en literatura solía añadirse la figura del bobo, del loco, o del tarado maldito, de cuya boca brotaban las más lúcidas intervenciones, o "locuras propias de un bobo" que la prohibición se tragaba dobladas.

"Joven y bonita" (2013) es un trabajo sencillo y bello, manejado con los ritmos estacionales tanto del calendario como de la protagonista, una especie de Laetitia Casta retornada a la adolescencia y al talento. Belleza fría. De nombre Marine Vacth, la joven y bonita actriz desarrolla una carga erótica brutal sin apenas pestañear, lo que algunos han interpretado como señas de mala actriz. Otra francesa que pestañeaba poco es Catherine Deneuve. El relajado gesto de Pacino en "El Padrino II" contenía todo lo siniestro y obsesivo del individuo en un solo pestañeo del siciliano. El cabreo no puede venir por su inexpresividad que es reflejo de su estado emocional, si no por que la película pasa olimpicamente de tópicos. Mi desconocido Ozon prescinde de ambientes sórdidos, maltratos, palizas, sadismo, enfermedades, y tragedias varias... y se inclina por un relato moderado en sentimientos y moralejas, y rico en saludables idealizaciones psicofreudianas de una adolescente que actúa por inercia y dinero. Reflejo nuestro de cada día. A veces solo inercia. El elemento sangre eso sí, marca.

Despues de esto, Trier, debería hincarse y pedir perdón. Muchos críticos, también.




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