3 de abril de 2014

Gotham

  
 Oscura, peligrosa, corrupta y enormemente atractiva. La ciudad de Gotham, se va a poner de moda. Veinticinco años han pasado desde que Tim Burton adaptase las viñetas de Bob Kane y Jerry Robinson en el que sería su tercer largometraje, erigiendo un espectáculo de magnitudes antes nunca vistas por los chavales de mi generación. Las sensaciones durante el visionado de aquel espectacular "Batman" (1989), marcaron un largo periodo de mi infancia, además de convertir al oscuro y traumatizado héroe y su eterno némesis Joker en objeto de culto y adoración para el resto de mi vida.


Aquella ciudad, cobijaba con miedo y resignación la corrupcción en las instituciones, mientras el crimen organizado controlaba la calle a su antojo. La imagen de Gotham, debía corresponderse con esa desesperada situación, y al tiempo mostrar que se trataba de una gran urbe, próspera y desarrollada además de superpoblada por algo más que simples ciudadanos. La mítica versión de Burton -y su propia secuela-, zanjó el tema con una grandiosa réplica de la espectacular y pesadillesca ciudad de "Metropolis" (válgame la rendundancian que diría el Postigo postizo) que había imaginado Fritz Lang sesenta y dos años antes para su inmortal cinta.


El resultado de aquella Gotham visto hoy, probablemente no convenza a muchas lenguas viperinas que transforman su veneno en letra y opinión, pero recuerda a las fastuosas construcciones del cine de De Mille, y resultaba un marco perfecto para una espléndida historia de ficción noir, con los indiscutibles retoques burtonianos, que pretendía -en palabras del propio Burton-, retratar su ciudad gótica como si  las entrañas de un volcan la hubiesen puesto sobre las aceras.

Se cumplen veinticinco años de aquel "Batman", y para conmemorar -o no- el título, la cadena norteamericana Fox, ya prepara el inminente estreno de la serie "Gotham", una suerte de precuela a todo lo narrado en películas y series sobre el personaje, con aspecto de videojuego y pseudodrama teenager. Mis esperanzas -pocas- se sustentan en el hecho de que hay historias que no nos importa tragarnos una y otra vez, aunque sepamos de antemano que nos van a contar. Sucedía por ejemplo con la hasta ahora hexalogía cosmogónica de George Lucas, hoy propiedad de Mickey Mouse. Esto no habría sucedido si Lucas hubiese escuchado a su amigo Coppola cuando le proponía elevar a la categoría de orden social su galáctica historia, aunque será interesante ver el resultado de la absorción/colaboración de dos tótems de la imaginería fantasiosa y la cultura popular, como lo fue la de Dalí con Disney y que al son de bolero, los herederos de éste fructificaron su "Destino" (2003)

Batman y RobinEste es el último intento que se conoce por dar vida televisiva a un personaje que nació para el cómic, y por exceso para el cine, siempre y cuando el proyecto caiga en las manos adecuadas, como nos hizo desear Joel Schumacher cuando le dio por convertir a Batman en un icono homosexual, pero que se quedó en intento de blockbuster veraniego un poco hortera, en el que faltaba al menos cambiar su disfraz por unas boas de plumas rojas y hacerle cantar algo de Madonna.

Schumacher se quitó la espinita del musical más tarde, con aquella versión de Lloyd Weber de "El fantasma de la ópera" (2004), y salió todo el pus imaginable. Aquellas espeluznantes secuelas -las de Batman y Schumacher- colocaban a la famosa serie de los sesenta en el olimpo de la producción y el estilismo, además de añorar al Burton que transformó pintorescos delincuentes en auténticos freaks sociópatas dignos del mejor cine de ciencia ficción y no meros clowns que sirviesen de excusa al tandem Clooney/O´Donnel para mostrar pezones, hueveras y buga molón por los suburbios de la ciudad.
 

A principios de los noventa, llegó de la mano del primer Canal +, "Batman: The animated Series" (1992-1998) una serie animada producida por Warner, de mucha calidad, tanto por su trazo y diseño artístico como por el planteamiento de las tramas y personajes en clave cine negro, influido por el reciente éxito de la peli de Burton, y en la que Mark Hamill ponía voz al mismísimo Joker, al que habrá que dedicar un post aparte junto a la demás fauna de dioses y monstruos underground bajo la luna de Gotham.


Las series se atreven con todo. En ocasiones con improvisado descaro, quizá por que existe un público preconcebido con unas tragaderas que ríete de los sufridos desagües de Pedro Picapiedra. Esperemos los allegados emocionalmente al mito del justiciero obsesionado con los murciélagos, que los devaneos del potencial comisario Gordon y toda la troupe no nos haga sentir demasiada vergüenza ajena, o ponernos excesivamente melancólicos. 

Y... bienvenidos de nuevo a Gotham.


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