24 de mayo de 2014

Terry Gilliam





"Pensar que la vida es fácil, es lo más parecido a morir"
- Terry Gilliam


Terry Gilliam, único miembro americano del corrosivo grupo británico Monty Python, siempre lo tuvo claro, lo suyo era la animación. Los puentes de short cuts que enlazaban los sketches del afamado e inolvidable show The Monty Python´s Flying Circus, hablan por si mismos. Gilliam adora distorsionar la realidad con simples y oscuros planteamientos que referencian desde el mejor humor negro al amor por pequeños fragmentos de surrealismo sublimado, sin importarle demasiado si se trata de un personaje animado o uno de carne y hueso a la hora de retorcerles e introducirles en un mundo cuya desmedida capacidad visual  será uno de los sellos indiscutibles que lo acompañarán durante toda su brillante obra.


Potentísima y concisa filmografía, que amplia batallando con estudios, productoras, actores, localizaciones hostiles,distribuidoras, crítica y taquilla. Las dificultades a las que se enfrenta Gilliam con cada proyecto, se mide en titulos abandonados, metrajes amenazados, encarnizados enfrentamientos personales y presupuestos excedidos, que muy pocos están dispuestos a asumir en ese sistema de Hollywood que focaliza la importancia y calidad del cine en rentabilidad económica y finales felices.
 
En su cine, predominan los personajes bizarros y alucinados, héroes románticos o drogados hasta las cejas, al borde del abismo o de la mismsíma locura, producto consecuente de su ingenua capacidad innata para soñar, amar, imaginar y fantasear. Sueños y fantasía estarán presentes en cada gramo de celuloide, como solución a una realidad obstinada, decadente y mediocre. Soñadores irredentos que se enfrentan casi de manera enfermiza a todo cuanto se cruza en su camino hacia un mundo hecho a la medida de sus ideales. La búsqueda del Santo Grial, presente en algunas de sus películas como "Los caballeros de la mesa cuadrada" (Monty Python and the Holy Grail, 1975), materializa ese seguimiento hacia lo universal, hacia la existencia plena y ansiada felicidad frente a un mundo gris que claudica ante los valores dominantes impuestos.

También en "El rey pescador" (The fisher king, 1991) el Grial es el leit motiv. La película más clásica de Gilliam hasta la fecha de acuerdo a los canones hollywoodyenses; historia de amor, roles enfrentados, amistad fraternal, lucha contra la muerte y final feliz. Cinco nominaciones a los Oscar, y estatuilla para su secundaria de lujo, Mercedes Ruehl. Figura entre mis películas favoritas por mimetizar con más sutileza e inteligencia toda esa inteligencia plástica y barroca en una fábula apta para todos los paladares.


"Brazil" (Brazil, 1985) la pesadilla kafkiana de Gilliam, aborda ese desencanto categórico desde la óptica de  un funcionario (Jonathan Pryce) del todopoderoso Ministerio de Información, enfrentado a toda una superestructura por un sueño -y por un error, tambien de tintes Orwellianos-, que se acabará convirtiendo en su única salida posible. La película ejemplificaría la relación del cineasta con los estudios, quienes apostaban por recortar su duración, acotando su vasta y desbordante imaginación. Curiosamente el apoyo de Robert DeNiro -misterioso héroe/fontanero en la película-, y de Steven Spielberg resultaron cruciales para sacar adelante Brazil. Spielberg ya se había enfrentado a las mismas voces dentro de la Universal, por el control total de E.T. (E.T. the extra-terrestrial, 1982), y no dudó en apoyar a Gilliam y su genial película, a pesar de su "desolador" desenlace.


Gilliam repetiría el trauma de Brazil, con "Las aventuras del Baron Munchausen" (The adventures of Baron Munchausen, 1988), remake de una vieja película de aventuras centrada en un personaje a medida del imaginario Gilliam. Entre aventurero, cuentacuentos, y un poco fanfarrón, el Barón  desafía las normas de la razón establecidas y la mismísima muerte para protagonizar una historia llena de imaginación y lirismo, de manera tan inocente que casi resulta ofensiva. Apasionantes estos personajes, sin cabida en un mundo que avanza a hacía ningún lugar, y progresa liquidando el encanto de lo artesanal. A pesar de sus muchas virtudes, la película resultó un desastre en todos los aspectos. Entre Inglaterra, Italia, España... el rodaje terminó antes de lo previsto, pero la mala organización, el presupuesto desorbitado y la definitiva ruina en taquilla, hicieron a Giliam y a su viejo Barón en pasar a formar parte de las películas más conflictivas que se recuerden en la década de los 80, al nivel de Apocalipse Now o Cleopatra. Para los estudios, Gilliam siempre ha sido una especie de chiquillo caprichoso, incomprensible y empeñado en controlar todos los aspectos de la producción, así como el arte final de cada una de sus películas.
 
Gilliam parecía el cineasta en activo más dotado para adaptar a su universo particular al imbatible Quijote. Personaje soñador y fantasioso no exento de una lucidez apabullante sobre las que nos ofrece una visión -y lección- categórica sobre la vida. En el haber del cineasta, se percibía la predilección por desmontar los mitos más o menos medievales y transformarlos en bulliciosas representaciones brueghelianas, donde todos los estratos sociales conformaban una única realidad, desmesurada, cruel, sucia e irreverente, fiel al espiritu de los Python e influido por el aire que le dio Pasolini a sus recreaciones medievales.

 A todo este cocktel, habría que añadir a Cervantes y su singular talento para deconstruir las historias de caballeria y ofrecernos uno de los personajes más influyentes, anarquistoides y prototipicamente español de todo los tiempos, y nos encontraríamos ante una de las mejores adaptaciones de nuestra obra más universal, si a Gilliam no le creciesen los molinos de viento por las esquinas. A día de hoy se vuelve a hablar de su intención de retornar a la Mancha a terminar lo que empezó, que aunque eso de los proyectos malditos tienen su puntito, el documental que resultó de aquello se quedaba corto, y la inclusión de John Hurt y Ewan McGregor, -un lujo de sustituto para el cada vez más insoportable y repetitivo Deep- añaden valor y sex appeal al tema.

En Los caballeros, firmada al alimón con Terry Jones, junto a "La bestia del reino" (Jabberwocky, 1977) y en cierta medida "Los héroes del tiempo" (Time Bandits, 1981), exhibe esa tendencia opresiva y angustiosa de las anti-utopias medievales, que complementaría años despues con versiones más contemporáneas. "No quiero conocer el futuro. Quiero volver a ser una persona normal" Se lamentaba Bruce Willis en "Doce Monos" (Twelve Monkeys, 1997), su enrevesada y oscura distopia de universos paralelos, con paranoia virulenta de por medio. Willis acuñó un nuevo registro al reemplazar su premonitorio gesto de bomba a punto de explotar, por el de, ataque bacteriológico/qué clase de quión es este/me estoy volviendo loco/voy a matar a Gilliam. Contra todo pronóstico, la película salió adelante. Las superposiciones de historias y su atmosfera inquietante y apocalíptica sumerge al espectador de nuevo por el redentor sendero de la locura, del agotamiento y la desesperación que sufre su protagonista.


En "El sentido de la vida" (The meaning of life, 1983), Gilliam y Jones, volverían a trabajar con su eficaz pero cada vez más desquebrajado grupo por última vez, concatenando sketches que materializaban el espíritu de las animaciones agrupados en capítulos tan absurdos como la vida misma. Premio especial del festival de Cannes en 1982, y uno de mis recuerdos cinematográficos de infancia más recurrentes. Otros acuden a la Biblia.




Un relato demente y muy divertido del  periodista deportivo Hunter S. Thompson, llevó a Gilliam a sumergirse en la complicada traducción cinematográfica del periodismo gonzo con la adaptación de la psicodélica de "Miedo y asco en las Vegas" (Fear and loathing in las Vegas, 1998). Thompson, supuso una vuelta de tuerca subjetivísima y frenética al nuevo periodismo que se venía practicando en los sesenta y que Capote metabolizó a la perfección en "A sangre fría" (1966). Con un disimulado estilo cartoon, la película mueve a dos individuos drogados hasta la extenuación, por un paisaje conocido y retratado en mil ocasiones como paradigma del sueño americano. El sueño, se va tornando acalorada pesadilla paranoica a medida que las drogas abren de par en par en sus quijotescos protagonistas las puertas a la distorsión lisérgica -amenizando con una excelente banda sonora-  visión aclaratoria, subjetiva y crítica con los valores americanos, o sea caldo para todos.




En 2005 Gilliam retornaría tras las cámaras con el relato ambientado en los populares cuentos de los hermanos Grimm, un entorno más que adecuado para su derroche de fantasía. "El secreto de los hermanos Grimm" (The brothers Grimm, 2005), contiene algunos de sus rasgos cinematográficos más discutibles y artificiales, pues  intentaba volver a la descarada frescura iconoclasta de sus anarquistoides visiones medievales, si bien, esto no se puede volver a repetir, y desde luego no con Matt Damon de protagonista. Aun así nos permitió disfrutar de un Heath Ledger que empezaba a desencasillarse, y de los miticos bosques encantados cobrando vida en pantalla grande. Poco más que correcta y muy lejos de ser el excitante delirio infantil que requerían los ya dulcificados cuentos que reescribían los polémicos hermanos, la película fue suspendida una temporada por el propio Gilliam por los problemas de producción, para dedicarse a un proyecto mucho más personal y terrorífico.

Tambien del 2005, "Tideland" es uno de los recorridos más bellos por el enigmático, imaginativo y en ocasiones enfermizo interior infantil. Adaptación del redimensionado mundo de una niña de fantasía desbordante y padres toxicómanos recuerda al personaje de Alicia deambulando por su paradójico país de las maravillas, siendo Tideland una visión infinitamente más sórdida y morbosa. La espectacular ambientación se ejecuta con la mano maestra de quien sabe lo que se mueve por ese jardín infecto que es el interior de la cabecita de una portentosa actriz de unos diez años de nombre Jodelle Ferland, cuyo personaje sigue el camino marcado por el recetario Gilliam, demostrando que los niños son capaces de soportar una gran carga dramática generando un ambiente tenso y muy inquietante sin caer en el manierismo ni recursos simplones al que estas criaturitas actorales nos tienen acostumbrados. Esta niña, sería capaz de hacer que el niño de Jerry Maguire se sacase los ojos con una cuchara para ponerselos a alguna de sus muñecas.

Crítica y público maltrataron la película. Porque resultaba excesivamente larga e introspectiva los primeros, y porque supongo que pensaban que iban a ver una especie de "El sexto sentido" los segundos.

Más allá del éxito comercial o no de sus películas, le preguntan a Gilliam con frecuencia si piensa que exista sobre él algún tipo de malditismo. Se replanteó la respuesta en 2008, a mitad del rodaje de "El imaginario del Doctor Parnassus" (The imaginarium of Doctor Parnassus, 2009), cuando la inesperada muerte de Heath Ledger sorprendió al mundo. Ledger, protagonizaba la esperadísima cinta de Gilliam de la que se quedó a algunas escenas para completar el rodaje.
Traspasar los estrechos márgenes de la realidad es posible a través del espectáculo del Doctor Parnassus -siempre impecable Christopher Plummer-, una encarnación ancianísima, alcoholica y poco esperanzadora del bien, entre cuyas capacidades reside la de recrear mundos a la medida de los sueños e ideales del individuo, y que es perseguido por el mismísimo diablo empeñado en sus viles y ludopáticas provocaciones, encarnado por un sobrenatural Tom Waits. Los cambios introducidos tras el fallecimiento de Ledger, habrían resultado excesivos en circunstancias normales, pero la película sale reforzada con las incursiones de Jude Law, Colin Farrel y Jonnhy Deep, en sustitución de su desaparecido amigo. El imaginario, va abandonando por momentos el normal desarrollo de la película, volviéndose más y más surrealista y simbólica, dinamitando tiempo y espacio, enterrando bajo toneladas de vigorosa creatividad esa amalgama de idiotez posmoderna y paradigmas de lo politicamente correcto que suelen hacer del mundo un sitio más aburrido y vulgar.

El hombre que rechazó proyectos como Forrest Gump, Alien Resurrection, Bravehearth y Watchmen, estrenó en el 2013 "The zero theorem", cuyo preestreno en Madrid vendrá de la mano del Nocturna 2014, inaugurando el festival de cine fantástico de la capital, que también tenemos derecho.

http://nocturnafilmfestival.com/index.php/es/noticias/380-nocturna-2014-abre-el-plazo-de-inscripcion

Hasta aquí mi pequeño homenaje al enfant terrible Gilliam. Y por favor, que no cesen las críticas, pues a algunos les hacen más geniales.







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