9 de octubre de 2014

Y el hombre más buscado es...


...Seymour Hoffman sin ninguna duda. Él es el auténtico reclamo de esta cinta que adapta al célebre novelista inglés John Le Carré en uno de sus últimos trabajos por el equívoco mundo del espionaje, aunque en este caso la trama queda desprovista de ese eterno encanto que la Guerra Fría procuraba al relato, al deslocalizar el legendario conflicto y traerlo a tiempos, escenarios y acciones más reconocibles y probablemente innecesarios.

El hombre más buscado (A most wanted man, 2014), carece en parte de la sensibilidad noir de la que están plagados infinidad de títulos memorables como Cortina rasgada, Con la muerte en los talones, Las sandalias del pescador entre otras, que, a excepción de Teléfono Rojo, cuya atemporal y sarcástica visión de los acontecimientos le hace merecedor de ser el título que confirme la regla, se regían por aquel patrón fordiano con vuelta de tuerca, basado en hombres buenos y malos y viceversa, con el consiguiente juego de engaños propio del género. Aún así, la película de Anton Corbijn, hace pasar un buen rato sin aburrir casi en ningún momento.

Los espías, como los actores juegan a ese engaño tan provechoso, por lo que para cualquier actor reseñable el trabajo está medio hecho. Una  partida de ajedrez que hace relajarse a los grandes jugadores/actores y  brillar a los medianos. Incluso aquel Russel Crowe, dejó de parecer el proteico héroe al que acostumbra dentro y fuera de la pantalla, para adentrarse en la espiral esquizofrénica con que Una mente maravillosa homenajeaba el periodo en que los USA caía víctima paranoica en su lucha contra el orden comunista.

Aunque espías como las meigas, haylos, ha sido el periodo conocido como Guerra Fría el que inspiró a una generación que aprovechó para complementarse y dignificar el popular género detectivesco, a través de una historia que busca reacciones mayores con naciones enfrentadas y la seguridad ciudadana a gran escala en peligro. Coincidió este periodo con una manera de hacer cine más a la medida de sus necesidades. Quizá 007 sea el que se actualiza con más acierto manteniendo al arquetipo Bond casi intacto, a pesar de Craig y su incontrolable y en ocasiones irresistible testosterona. De Bourne y sus cosas no voy a pasar ni de puntillas.

Mención aparte la doble lectura que se hace sobre las películas de ciencia ficción americana y japonesa de los 50 y 60, en las que invasiones marcianas, o apariciones de grotescos montruos imposibles del fondo del mar alimentaba la propaganda anticomunista y el miedo a un ataque nuclear, honrado todo ello por la obra magna de Moore y Gibbons en Watchmen, y cuya adaptación al cine en 2009 se saldó con críticas de tan escasas miras.

Corbijn, rescata algunos recursos de aquellos filmes, tratando a duras penas de que los sentimientos fluyan al servicio de una historia de espías, cuyo valor real reside en las más que eficaces interpretaciones de un reparto intenso, al que propondría como casting fundamental para una futura versión de Falcón Crest.

La película avanza taciturna y escrupulosamente flemática, como su protagonista, un desencantado y aparentemente desaliñado Hoffman, -cuya peor interpretación, siempre será una de las mejores- que economiza todo esfuerzo en un objetivo demasiado humano para un mundo de tan sucia traza como en el que se desenvuelve. Hoffman en shock -yo también por unos minutos- y Hoist that rag de Waits para los afectados.


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