26 de septiembre de 2011

Lobotomía nacionalsocialista

Hoy ha tenido lugar en Barcelona, la que puede considerarse última y sensacional corrida de toros en su abarrotadísima hermosa e histórica Monumental. Se abre aquí otro capítulo sobre los efectos del nacionalsocialismo en Cataluña, que pone fin a seis siglos de tan mediterránea tradición.

Los escasos y enclenques argumentos esgrimidos por tan ilustre "govern", vienen a ser los mismos que los agitados por los aspirantes a visionarios de un mundo "mejor", un mundo sin dolor, sin sufrimiento, y sin sangre. Podemos cambiar el dolor por el placer, el sufrimiento por la alegría, suponiendo que no busquen en ese camino hacia el mundo feliz, la supresión de los sentimientos inherentes al hombre. Aún quedaría el asunto de la sangre, ¿Por qué podemos cambiar la sangre?. Subvencionemos transfusiones de sangre por horchata.

Exactamente, no reconozco el valor de la prohibición como algo necesariamente positivo, ni como actitud constructiva. Si acaso, un ejemplo más de como poco a poco la maquinaria cíniconacionalista machaca aspectos culturales que demuestran por si mismos que la pluralidad y la variedad es posible desde una óptica que no es la política. Sectores que no necesitan de la intervención divina, ni del apoyo político de personajes tan infames y mediocres como pululan por muchos parlamentos de España. Politicastradores de la libertad de elección y de decisión, pedigüeños lloricas. Mártires aquejados de una enfermedad imaginaria. ¿De verdad piensan lo que dicen cuando afirman que el Estado Español les roba dinero a la ciudadanía catalana? A mí más bien me suena al peor discurso que se puede ofrecer a la población. En parte, por que hoy España roba el dinero catalán, mañana es posible que los españoles nos caractericemos por tener un determinado tipo de nariz o de fisionomía que no encaje con sus megalómanos sueños de pureza y perfección.

Parece encantarles la idea de apuntarse tantos en nombre de la corrección política, repollera y recursi, mientras, apoyados por un sector tan dogmático como limitado en sus falsos planteamientos de diversidad y pluralidad, olvidan para lo que el pueblo soberano les ha confiado la gestión de las funciones y organismos públicos. La gestión saludable de la cosa pública, y no su apropiación o interpretación personalista o paternalista, se traduciría en eficiencia y bienestar, frente al identitarismo obligatorio y excluyente en según que casos.

Puedo garantizar -no tengo por que hacerlo- que no es precisamente el sadismo lo que mueve a un buen entendido taurino a seguir con fervor y sensibilidad una corrida de toros. No es un asunto que pueda resumirse en una pancarta de 40x50cm, con frases sufflé. Tampoco creo que estén en condiciones de comprender quienes brindan por su prohibición. ¿Qué experimento de híbrido social es éste, que presume de sensibilidades cuando despedaza aquellas que no comparte? Demasiado Micky Mouse.

A quienes tantas prohibiciones vienen legislando, y tratan de instaurar un nuevo orden social bajo las premisas de la subordinación silenciosa y la aceptación de políticas que no hacen ningún honor al arte de gobernar,  y a los cuatro gatitos ruidosos que lo aplauden con las orejas, les pediría algo de sentido común y respeto por la libertad. Pero la de verdad, no la del manual del buenista, que es algo más corta en sus concepciones.

Aprovecho este pliegue virtual  para posicionarme en favor de políticos más competentes, menos prohibicionistas, menos entrometidos y menos amigos del populismo esclavizante y mediocre que por ejemplo, atrae el nacionalismo. Hoy es una parte fundamental de la tauromaquia. Mañana, quien sabe...

Qué plastas

[foto de la noticia]
La realización del cartel corrió por cuenta de Miquel Barceló

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