
Por momentos echaba de menos a Billy Crystall.
El
oscar a la mejor actriz de reparto se lo llevó directamente el
personaje y no la actriz. El premio se lo habría llevado crudo, aunque
el insufrible personaje lo hubiese interpretado Leticia Sabater. ¿Qué no haría nuestra pizpireta Leticia en el escenario de los Oscar por un poco de atención y cariño del espectador? Impagable.
Como a Mandela ya se le habían dado los premios habidos y por haber en vida con toda la fanfarria a su leyenda y favor, a los chicos de U2 les dio por el minimalismo, y Bette Midler demostró una vez más, por qué Hollywood es Hollywood. Desconozco si Humphrey Bogart participó en algún musical de gabardinas y pistolas. Lo habría hecho bien. Tambien Cagney. Brando chirriaba como un vaso de agua en Tijuana, en aquella "Ellos y ellas". A Bogart se le echaba en falta en "Chicago", abofeteando preventivamente a alguna rubia peligrosa, por haber dado muestras de zorreo, o por que aquella mañana se había levantado con el gatillo flojo y la mano suelta. Otros tiempos.
En España, nuestros premios cinematográficos abochornan en la mayoría de los casos a la profesión. No saben interpretar y tampoco cantar, además de ofender la memoria del hombre al que le robaron el nombre y el busto. Enarbolan pancartas, insultos y clichés sin demasiado gusto, a ver si así alguien les hace caso. A muchos, el premio se lo deberían dar en supositorios. Bardem comparte el suyo; una noche mío, otra noche tuyo. La infinita noche de la mediocridad.
Hablando de noches infinitas y decadentes, "La gran Belleza" resolvió sin duda alguna las apuestas que la proponían como favorita en esa reductista categoría de mejor película extranjera. Creo recordar que Sorrentino le dedicó el premio a Fellini, al que le debe todo lo bueno de su película intérprete incluido, que se apostó como un Mastroianni existencialista y golferas. O sea, Marcelo. La película indaga el misterio de la estupidez dominante, frente a la necesidad e imposibilidad de la vuelta atrás. Las surrealistas ruinas de la vieja Europa tan llamativas en USA.
La alegría de Matthew Mcconaughey al recoger su premio, solo pudo ser comparable al del día que Penélope le dijo que se iba a por tabaco. Se saltó las normas -las politicamente correctas- y le dio las gracias a Dios, lo que en nuestro madrileño patio de butacas pareció no sentar muy bien, pues se hizo un gran silencio en honor al nombre del cine que nos acogía.
No recuerdo mucho más. Mencionar el reconocimiento a Blue Blanchett, que es un tímido reconocimiento más al genio de Woody. Me consuelo pensando que en ocasiones los premios son para los que lo necesitan.
Se suponía que la entrega de premios debía ser introducida y amenizada por un grupo de tertulianos de Prisa y alrededores, y no todo lo contrario. El año que viene que presente el pájaro de Twitter, y nos ahorramos un dinerito y ver gente aburrida y fea.
Por todo ello y mucho más, GRACIAS D.
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