"Surcando la tarde dorada,
no lleva, ociosos, el agua (...)"
(...)Impuesto, al fin, el silencio
la imaginación las lleva
en pos de esa niña soñada
por un nuevo mundo de raras maravillas
en el que los pájaros y las bestias recobran el habla
¡Y casi creen estar allí de veras!(...)"
Dedicar unas palabras a la última versión cinematográfica sobre las aventuras de Alicia, es volver a repetir todo aquello que muchos pensamos de la primera; no merecía la pena perder más tiempo con el tema, un producto despreciable cuyo responsable mayor, un maltratador autocomplaciente, un día hizo números y concluyó que resultaba más rentable vivir del nombre que de su interesante y peculiar talento y visión artística. Tim Burton, autor responsable como director y productor de algunos de los títulos más memorables de las últimas décadas e indiscutible seña generacional de muchos, lleva años siendo una mala costumbre, humo de pajas gratamente entregado a los deseos de productoras y estudios cinematográficos de entre los que se le distingue casi exclusivamente por su tocado capilar.
Alicia en el País de las Maravillas era un proyecto largamente acariciado por los fantasiosos dedos góticos de Burton, o eso se decía. Un mundo a su medida que generó grandes expectativas hasta la aparición de las primeras fotos, que presagiaban nubarrones de decepción que el trailer y posterior estreno confirmaron. El resultado quedó muy lejos de las aventuras ideadas por Carroll aquella tarde de paseo en barca, poesía, opio y adoración infantil que el matemático compartió con la joven Alicia y sus dos hermanas. Alicia Liddell, la niñita victoriana que provocaba en Carroll una desmedida atracción, fue el pretexto más adelante para desarrollar una de las historias mas peculiares y sugerentes de la literatura inglesa. Un amago de rebeldía en una sociedad encorsetada hasta las cejas, que recibió de buen grado la imaginativa patada en el culo que el tartamudo reverendo Dogdson les dedicó.
A través de un sueño Alicia experimenta su particular relación con un mundo lleno de convencionalismos asociados a la cultura e historia inglesa. Un aparente choque de perspectivas que siempre acaban en aceptación por parte de Alicia, en cuya mente femenina se larva una convivencia de la racionalidad extrema de su tiempo y de la irracionalidad y frescura propia de la infancia. Un juego onírico por parte de Carrol que le permitía caricaturizar personajes o presentarlos directamente como animalillos, sobrecargar situaciones estereotipadas, ridiculizar con fina ironía inglesa muchos planteamientos sociales y cuyo agil desarrollo va dejando esa divertida sensación de absurdo siempre tan apreciada por sus beneficios catárquicos. Son abundantes los capítulos en que esa sensación recuerda "El castillo" de Kafka o "El proceso", pues comparten algunos de los elementos que convierten situaciones y personajes cotidianos en deformidades psicológicas, si bien la personal visión del checo se zambullía desde la primera línea en una pesadilla laberíntica y claustrofóbica, a Carroll le maravillaba la ingenuidad y candor de una niña encantadora zarandeada en su fragilidad pero entusiasmada en el fondo, por cuanto de extraño y violento le acontecía en aquel vertiginoso paseo.
Apabullante material con el que Burton siempre ha parecido identificar a muchos de sus personajes, -y a sí mismo-, arquetipos románticos, de sensibilidad desbordante cuya fragilidad a pesar de su apariencia grotesca y punk, evidencian la crueldad y el sinsentido de cuanto les rodea. Inadaptados que se esfuerzan por comprender y empatizar con un entorno movido por el morbo, asustadizo y egoista. La capacidad de cínica entrega demostrada en estas comunidades burtonianas suele ser proporcional a cuanto de ellos quieren ver en estos freaks. Un reflejo que al fin no hace más que agigantar las deficiencias individuales, muy alejadas de la pretensión de normalidad así como el simplismo formal de los convencionalismos, auténticas jaulas psicológicas que reconfortan frente a lo desconocido. Manostijeras con camisa y tirantes, empleando su maquinaria tijeresca como brochetas de pollo para regocijo de una panda de bobalicones domingueros.
Con una referencia literaria tan complicada, podríamos pensar que es dificil hacerlo mejor, pero demasiados títulos lo desmienten. A través de adaptaciones literales o de descaradas referencias cinematográficas, Alicia en el País de las Maravillas puede ser un delicioso bocado o un bodrio de dificil deglución. Desde la publicación de la novela en 1985, hasta el comienzo de la década de los cincuenta las aventuras de Alicia se adaptaron al menos en una veintena de ocasiones al cine, televisión y radio. Disney estrenó en 1951 la que probablemente sea una de las mejores y más completas adaptaciones así como uno de los mejores títulos de la compañia. "Disney´s Alice in Wonderland" con elementos de la novela homónima y su continuación, fue uno de esos inexplicables fiascos de taquilla pero que mejor ha soportado el paso del tiempo, y más ha popularizado el singular mundo que imaginó Carroll.
Otros muchos autores se han movido por los terrenos Carrollianos con mucha más libertad y acierto. Dalí solía decir a propósito de Buñuel, que le costaba demasiado esfuerzo comprender el surrealismo. Creo que lo único en que coincide Burton con Carroll es en el fondo pero no en las formas. Quizá signifique esto que adaptar una obra literaria de la envergadura de Alicia no es tarea fácil y que la cosa de la fama y el presupuesto ilimitado no son las claves para quien siempre se ha movido por historias propias infinitamente más sencillas y con una carga emocional abrumadora. Pienso ahora en el incansable e idealista Jack Skellington, en eterna guerra consigo mismo y con el mundo, abocado a una guerra que no puede ganar, de cuya derrota nace la esperanza y la fé en si mismo. Y es que a veces hay que meter la pata para poder arreglarlo.
No es casualidad que las protagonistas de muchas de estas películas sean niñas con amplímisima capacidad imaginativa, soñadoras rebeldes con la curiosidad y facultad natural para plantearse el sentido de las cosas según su propio orden -aunque a veces resulten estúpidos- y que mantienen la profundidad del relato con absoluta brillantez -la esencia de los antihéroes de Burton-. Personajes perdidos en los reflejos de una realidad desagradable, en moralejas ejemplarizantes o esquizoides conspiraciones, con abrumador sentido común, la inteligencia base, el intelecto infantil; un tesoro al que por desgracia se le confunde con la simpleza. No es extraño tampoco que el contenido de Alicia en el País de las Maravillas de pie a distintas interpretaciones en los campo científico, matemático, filosófico, psicológico, e incluso astronómico. Y por supuesto artístico; Miyazaki, Dalí, Gilliam, Svankmajer o Waits entre otros, son responsables de interesantes variantes del País de las Maravillas y algunos de sus personajes.
Comprendo la fascinación de Burton por unos de sus personajes más icónicos, el Sombrerero Loco, pero si su intención es centralizar las tramas de sus películas en él, o convertirlo en principal, que contrate a los diez mejores guionistas de Hollywood si es que no siguen en huelga. No entiendo por qué tiene que interpretarlo un Jonnhy Deep en horas de evidente descrédito interpretativo por mucho mucho que lo caractericen con toneladas de desacertado maquillaje teniendo a un Jack Nicholson con un montón de tiempo libre. El Deep de Alicia en el País de las Maravillas es cualquier cosa menos un sombrerero loco; es un señor con malas noticias, es un irlandés que ha dejado de beber, un Jack Sparrow más -que tampoco es pirata- es un cerebro de plomo derretido pero no enloquecido, es Elijah Wood, es un anuncio de cerveza, es la peor melancolía, un saco de risas vacías, es pura imbecilidad, es absolutamente nada y un ahorcado de primera.
Los personajes de Carroll y sus vaivenes se aguantan muy bien, diría Cela que son como la música de Shubert que te permite pensar en otra cosa mientras lo lees. A Burton se le escapan las películas como los pedos, por seguir con el olvidado Nobel español.
El cabreo no debería ir con Burton, pues él ni siquiera dirije la nueva película. Si que es productor o como tal ha cobrado y responsable directo de una de las peores adaptaciones del cuento, considerando el poderío económico y despliegue de medios por parte de la todopoderosa Disney, otrora cuna profesional del director e impulsora sin quererlo de una de las mentes creativas más bizarras y divertidas de los ochenta y noventa a raíz de su inminente despido fruto de desavenencias artísticas materializadas en aquel Frankeeweenie, delicioso y breve homenaje al eterno mito de Frankenstein cuyas alusiones a la novela de Shelley y demás costuras caninas parecieron no entusiasmar al ratón Mickey.
Poco queda del Burton responsable de Bitelchús, Ed Wood o la maltratada Mars Attacks. Quizá siga siendo coherente a ratos, como volvió a demostrar con la revigorizante "Big eyes". Pero querido lector accidental, ya tendré oportunidad de aburrirte con otro post dedicado a este maduro rebelde en Hollywood que se ha olvidado un poco de serlo.
"(...)¡Alicia! Recibe este cuento infantil
y deposítalo con mano amable
allí donde descansan los sueños de la niñez
entrelazados en mística guirnalda de la Memoria
como las flores ya marchitas
ofrenda de un peregrino
que las recogiera en una lejana tierra."
-Lewis Carroll